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La sierra de Atapuerca y alrededores contiene un número indeterminado de yacimientos del Pleistoceno y Holoceno, que cubren el último millón y medio de años. En conjunto, podemos obtener información de toda la evolución humana en nuestro continente. Los ocho yacimientos abiertos en este momento constituyen un complejo extraordinario, que tardará muchos años en finalizar. Sin embargo, nuestro afán exploratorio por conocer nuevos yacimientos para el futuro es incansable. Como todos los demás primates tenemos una curiosidad insaciable. Es por ello que hace algo más de tres años comenzamos a investigar una parte de la superficie de la sierra con la tecnología más moderna, que permite conocer las características del terreno hasta cierta profundidad y descubrir nuevos yacimientos.

Este año hemos contado con varios especialistas en prospecciones geofísicas procedentes de Estados Unidos (Lawrence B. Conyer), Francia (Roger Guerín) e Italia (Beni Culturali), que han querido compartir con nosotros sus experiencias. Además de las sesiones teóricas, lo más interesante ha sido su colaboración en el estudio de Atapuerca sobre el terreno. Lawrence Conyer trajo consigo su propio equipamiento desde la Universidad de Denver (Colorado). De ese modo, hemos podido contrastar resultados previos obtenidos por nuestras especialistas Ana Isabel Ortega y Lucía Bermejo. La cooperación en cualquier ámbito de la ciencia es hoy en día imprescindible.

En la imagen (de izquierda a derecha) aparecen los investigadores Roger Guerín, Lucía Bermejo, Eudald Carbonell, Josep María Parés y Ana Isabel Ortega, justo en el momento de entrar en una de la cavidades de la sierra de Atapuerca. Foto del autor.

Gracias a estos trabajos vamos conociendo la situación de varios yacimientos, que de momento están ocultos a nuestros ojos. La sierra de Atapuerca es como un “queso de Gruyère”, con cavidades vacías y otras rellenas de sedimentos. Estas últimas pueden guardar yacimientos arqueológicos y paleontológicos como los que ya conocemos. En 2015 realizamos una perforación en uno de esos posibles rellenos con resultados muy prometedores. Su nombre “la Cueva del Fantasma”, pronto será conocido por los especialistas. Tras los resultados positivos de la perforación, cuya ubicación fue determinada por los métodos geofísicos (como el georradar) en 2017 comenzará el inicio de un sondeo arqueológico de seis metros cuadrados en la cueva del Fantasma. Ahora ya sabemos que esta cavidad contiene fósiles a mucha profundidad y que la cronología puede superar el millón de años.

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Preparados por poner en marcha el georradar del Profesor Lawrence B. Conyer. Foto del autor.

El georradar se está utilizando en muchos campos, incluyendo el forense. Las ondas electromagnéticas de banda ultra ancha emitidas por el equipo, se reflejan en los materiales del subsuelo y emiten una señal diferente según la densidad de esos materiales. El resultado es un esquema de la morfología del terreno hasta cierta profundidad. El futuro ya está aquí, con una tecnología impensable hace tan solo treinta años.

José María Bermúdez de Castro.