Las manos ejecutan las órdenes del cerebro y su habilidad reside, por tanto, en una serie de capacidades cognitivas especiales del neorocórtex cerebral. Resulta admirable escuchar la ejecución de una pieza musical, observando la velocidad y coordinación de las manos de un pianista consagrado. Lo mismo podemos decir cuando observamos la destreza de un dibujante plasmando en un lienzo lo que su cerebro le dicta. El trabajo de los conservadores y restauradores de obras de arte es callado, profundamente íntimo, diría yo. Su labor requiere una enorme profesionalidad, experiencia y muchos conocimientos de física y química, además de todos los aspectos que requiere cada especialidad. Por descontado, la habilidad de sus manos es tan importante como sus conocimientos.
Las excavaciones de cualquier época requieren del concurso de los profesionales de la restauración. El Equipo Investigador de Atapuerca siempre ha sido consciente de la necesidad de contar con expertos, especializados en la recuperación, restauración y conservación del patrimonio que se obtiene de los yacimientos arqueológicos y paleontológicos. El hallazgo de un resto fósil del Pleistoceno perfectamente conservado es casi un hecho excepcional. Cuando esto sucede, los fósiles aún tienen que pasar por la manos de los restauradores y conservadores antes de ser catalogados para su estudio por expertos. Sin embargo, lo habitual es que los restos fósiles de esta época requieran un lento proceso de extracción del yacimiento. Los sedimentos pueden haber formado una capa dura alrededor del fósil, que habrá que retirar con enorme habilidad tras un largo proceso en el laboratorio. En muchas ocasiones los fósiles se quiebran y amenazan con romperse al separarlos del lugar donde estuvieron reposando durante miles de años. En este caso, como si se tratara de un paciente actual, los restauradores actúan in-situ para evitar la pérdida del fósil. Existe una amplia variedad de sustancias químicas endurecedoras y reversibles, que refuerzan el fósil antes de proceder a su extracción.
En la imagen que acompaña a este post vemos a Pilar Fernández Colón, que junto a su colega Lucía López-Polín, son dos de la principales responsables del equipo de restauradores de Atapuerca. Uno de los fósiles hallados en el nivel TD10 puede perderse para siempre caso de no actuar con celeridad. Pilar acude presta donde se requieren sus conocimientos y habilidad. Con mucho cuidado y destreza, Pilar aplica gasas empapadas en una sustancia química reversible. Una vez que las sustancias volátiles de ese producto químico desaparecen, el resto fósil adquiere una tremenda dureza y está listo para ser extraído del yacimiento. Así llegan docenas de fósiles al laboratorio de campo, donde esperan un nutrido grupo de restauradores. Algunos/as realizan sus prácticas durante la campaña de excavación, ante la atenta mirada y la dirección de las dos responsables. Cuando termina el proceso de recuperación lo que aparece ante nuestro ojos parece cosa de magia. Y no lo es; pero las manos que han tratado los fósiles o las herramientas de nuestros ancestros del Pleistoceno tienen mucho de mágicas.
José María Bermúdez de Castro
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