Han transcurrido casi 130 años del hallazgo de la mandíbula de Bañolas y su posición taxonómica sigue estando en debate. Este fósil fue localizado por un trabajador de la cantera de El Llano de la Formiga, cerca del lago de Bañolas, en Gerona, y propiedad de la familia Alsius. Desde entonces, la mandíbula ha continuado bajo la custodia de la familia Alsius-Suñer-Ferrer. Las investigaciones sobre su morfología y su datación han sido continuas desde entonces. El individuo propietario de la mandíbula pudo fallecer a una edad avanzada (seguramente más 40 años), a juzgar por el intenso desgaste de la corona de todos los dientes.
El último estudio de revisión sobre esta mandíbula ha sido realizado por Almudena Alcázar de Velasco, con el apoyo de varios compañeros del equipo de Atapuerca. La investigación, publicada en 2011 en el Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural, nos dejó menos dudas que los trabajos realizados con anterioridad, si bien no pudo responder a todos los enigmas que ha generado este fósil.
A pesar de que la mandíbula se localizó en el siglo XIX, el lugar del hallazgo está perfectamente localizado gracias al travertino adherido durante mucho tiempo en la parte interna de la mandíbula. Los métodos de datación siguen mejorando cada día, pero no son ajenos a los problemas de las señales, diversas y posiblemente engañosas, que emiten los sedimentos. Es la única manera de explicar que la datación del travertino realizada por dos científicos de manera independiente tenga un rango entre 17.000 años (método del C-14) y unos 45.000 años (método de las series del uranio). La señal dejada por la dentina de uno de los dientes (series del uranio) llega hasta los 67.000 años, mientras que otras dataciones de formaciones geológicas próximas llegan hasta los 110.000 años. De manera conjunta, las dataciones han llevado a varios expertos a la conclusión de que esta mandíbula perteneció a la población Neandertal.
Parece una contradicción, pero cuando se dispone de un dato geocronológico aparentemente fiable, la morfología del fósil resulta una evidencia secundaria. Hace 100.000 años los neandertales estaban bien establecidos en Europa. Aunque la morfología de un determinado fósil nos haga dudar sobre su atribución, el dato geológico es el que manda. Es el caso de la mandíbula de Bañolas. Su aspecto no encaja de manera clara con la morfología característica de los neandertales, pero las dataciones son incompatibles con estas observaciones.
La lista de investigadores que han examinado la mandíbula no es corta. Desde el primer estudio realizado por Pere Alsius, el fósil ha estado en las manos de expertos de gran renombre: Hugo Obermaier, Hernández Pacheco, Santiago Alcobé y Marie Antoinette de Lumley, entre otros. Las conclusiones casi siempre se han decantado por asignar la mandíbula a la especie Homo neanderthalensis. Incluso, algunos se han atrevido a concluir que la mandíbula de Bañolas perteneció a la especie Homo heidelbergensis.
Alcázar de Velasco y sus colegas resumieron perfectamente la diversidad de opiniones y examinaron todos y cada uno de los caracteres. Su conclusión es muy clara. En conjunto, la morfología de la mandíbula de Bañolas encaja muy bien con la de Homo sapiens. Por primera vez se ponen en duda las conclusiones de los expertos que examinaron la mandíbula con anterioridad. En efecto, muchos de los caracteres estudiados no se encuentran en los Neandertales y si en cambio en las primeras poblaciones de Homo sapiens que llegaron a Europa hace unos 40.000 años. Esta conclusión es problemática, caso de que las dataciones fueran correctas. Pero es una conclusión valiente, ajena a la tiranía de las dataciones.
Esa conclusión tiene dos posibles lecturas: 1. las poblaciones de Homo sapiens llegaron a Europa mucho antes de lo que se pensaba; y 2. las dataciones podrían estar equivocadas. Así pues, habrá que esperar a nuevas investigaciones sobre la cronología de este fósil, del que se habla poco pero que tiene un enorme interés para conocer lo que sucedió durante la sustitución de la población neandertal por la población de nuestra especie.
José María Bermúdez de Castro
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