No es sencillo averiguar en detalle la dieta de nuestros antepasados del Plioceno y Pleistoceno. Se puede aspirar a conocer aspectos generales basándose en una serie de inferencias y en algunos datos concretos. Por ejemplo, los especies del género Paranthropus representan una rama bien definida de nuestra genealogía. Sus características anatómicas son muy particulares e inconfundibles. Aunque durante mucho tiempo se clasificaron como “formas robustas” del género Australopithecus los aspectos anatómicos y biológicos de estos homininos son demasiado exclusivos y diferentes de las especies contemporáneas de anatomía más generalizada.
Los parántropos vivieron en África hace entre 2,6 y poco más de un millón de años. Se conocen tres especies. En yacimientos de Sudáfrica se han obtenido restos fósiles de Paranthropus robustus. En el este de África se conocen dos especies: P. aethiopicus y P. boisei. Las tres especies parecen estar emparentadas o al menos comparten muchos caracteres. Por ejemplo, la mandíbula es muy gruesa y de grandes dimensiones. Los potentes músculos pterigoideos y temporales se insertaban en una quilla ósea situada en la parte más elevada del cráneo, similar a la que tienen los gorilas. Los arcos cigomáticos estaban muy arqueados para dejar paso a los gruesos haces musculares. Además, los huesos malar y maxilar aparecen muy retraídos, dando a la cara un aspecto ancho y aplanado. Los incisivos y caninos son muy pequeños, mientras que los premolares y molares son enormes, con una complejidad extrema de la superficie de masticación y de esmalte muy grueso. Todos estos caracteres no aparecen en sus primos, los australopitecos, y desde siempre se ha considerado que se trata de adaptaciones a una dieta muy particular.
En efecto, la época en la que vivieron estos homininos se caracteriza por un progresivo enfriamiento general del planeta y la consecuente desaparición de los bosques cerrados del sur y este de África. Este hecho sugiere que los parántropos ocuparon zonas abiertas, donde la vegetación de plantas de consistencia “blanda” dejó paso a una vegetación propia de sabanas y estepas. La peculiar anatomía del cráneo de los parántropos parece estar acorde con una dieta fundamentalmente vegetariana, en la que abundarían plantas de consistencia más dura, semillas y tubérculos. Su nicho ecológico se habría diferenciado perfectamente de los pequeños Homo habilis, especializados en conseguir carne mediante el carroñeo y/o la caza.
Los análisis isotópicos del carbono en el esmalte de los dientes de los parántropos han revelado un gran consumo de plantas C4 tropicales, muy abundantes de las sabanas. Estas plantas se caracterizan, entre otros aspectos, por incorporar el isótopo 13C en su composición y por tener una gran resistencia a las sequías que caracterizan a los pastizales de sabana. Así que la particular anatomía de los parántropos parece estar de acuerdo con los posibles alimentos de su hábitat africano.
No obstante, un trabajo liderado por Alejandro Pérez-Pérez (Universidad de Barcelona, UB) y publicado en la revista PLOS ONE ha llegado a conclusiones totalmente opuestas. Este profesor de la UB ha reunido a lo largo de su carrera profesional una impresionante cantidad de datos sobre los patrones de desgaste de los dientes de todas las especies de la genealogía humana. Si los alimentos no han sido cocinados, como ha sido casi siempre a lo largo de nuestra evolución, la abrasión que producen en el esmalte de los dientes deja una serie de estrías y otras marcas, casi siempre microscópicas. La dureza del alimento produce patrones diferentes, que Pérez- Pérez y su equipo tienen muy bien registrados. Los alimentos crudos, y en particular las plantas, provocan numerosas estrías durante la masticación. Dependiendo de la dureza de las plantas, las estrías son más profundas, largas, numerosas y se orientan de manera diferente. Los patrones son muy claros y se estudian tanto en la superficie de masticación como en la cara externa (bucal) de los premolares y molares. Curiosamente, los dientes de los parántropos tienen un menor densidad de estrías, y el valor medio de su longitud es menor que en Homo habilis y Homo ergaster. Los resultados tendrían que ser totalmente diferentes, asumiendo que estas últimas especies consumían carne y grasa de animales, mientras que los parántropos eran casi exclusivamente vegetarianos.
Si el método empleado por Pérez-Pérez y sus colegas es correcto, los parántropos consumían vegetales de consistencia más blanda (plantas C3), abundantes en las regiones de vegetación más cerrada con árboles y arbustos tropicales. Los autores de este trabajo sugieren revisar las evidencias isotópicas. Además, Pérez-Pérez y su grupo observan que los primeros representantes del género Homo incluían en su dieta notables cantidades de alimentos de origen vegetal. Esos vegetales eran muy abrasivos, según demuestran los patrones de estrías observados en sus dientes. A pesar de ello, las primeras especies del género Homo ya habían reducido de manera significativa su aparato masticador (dientes, maxilar y mandíbula). Una vez más, la supuesta relación directa entre el tipo de dieta y el tamaño de los dientes queda en entredicho.
José María Bermudez de Castro
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