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En septiembre de 1998 tuve la oportunidad de visitar un yacimiento, todavía enigmático, situado en la península griega de Mani, en el sur del Peloponeso. Fui invitado a presentar una ponencia sobre Atapuerca en un congreso internacional sobre la Paleontropología de esta región de Grecia, que organizaban dos instituciones del país, con el apoyo del “Collége de France”, la Universidad de Paris I y el Museo de Historia Natural de Leiden (Holanda). No me cabe duda de que estas últimas tres instituciones promovieron y posibilitaron el encuentro científico, a juzgar por la desastrosa organización. Pero, a pesar de las dificultades para saber cómo y dónde teníamos que estar en cada momento, la experiencia tuvo muchos momentos positivos. Discutir con otros colegas, visitar lugares tan bellos e increíbles como la península de Mani y conocer más sobre la idiosincrasia de una de las cunas de la civilización mediterránea compensó las pequeñas “lagunas” logísticas del viaje y de la estancia. Aún recuerdo la imagen del amable obispo ortodoxo de la localidad dándonos la bienvenida y bendiciendo el acto. Una mezcla de folklore y surrealismo que los asistentes no olvidaremos.

El motivo de organizar un evento científico en aquel lugar era dar a conocer el hallazgo de dos cráneos fósiles, obtenidos de el yacimiento de la llamada cueva de Apidima, nada menos que en 1978. Los cráneos habían permanecido casi olvidados durante veinte años en algún museo local. Querían mostrarnos aquellos tesoros de la paleoantropología. A decir verdad, apenas tuvimos unos minutos para observarlos cuando finalmente se decidieron a enseñarlos. Al menos pudimos ver la entrada de la cueva desde una pequeña embarcación. Ciertamente, la cueva de la cueva del yacimiento de Apidima se localiza en el acantilado de la costa y solo es accesible por barco. Muy posiblemente, como sucede con los yacimientos de Gibraltar, la costa del sur de Peloponeso se ha ido hundiendo durante el Pleistoceno Superior. Los humanos de aquella época tendrían un acceso directo desde tierra; pero en la actualidad solo se puede llegar navegando desde el pequeño puerto de la localidad próxima.

Todos pensamos que había llegado el momento en la que los colegas griegos darían a conocer los dos cráneos a la comunidad científica. Pero no fue así. Durante el largo viaje en autocar desde Atenas tuve ocasión de charlar durante varias horas con la investigadora Katerina Harvati. Su apellido delata su nacionalidad de origen. Katerina era entonces una estudiante de doctorado, que en pocos años ha llegado a la cima del éxito en el ámbito de la paleontropología con sus magníficas aportaciones al estudio de la evolución humana desde instituciones de Estados Unidos y de Alemania.

Portada de la revista Evolutionary Anthropology, en la que se muestran los cráneo de Apidima 2, (abajo a la derecha) y Petralona.

Y ha sido Katerina Harvati quién comenzó a ofrecer algunos datos de uno de los cráneos, Apidima 2, algo mejor conservado que el catalogado con el número 1. Su origen griego y su profesionalidad le abrieron las puertas al estudio de especímenes, sin duda merecedores de mayor atención. No hay dataciones del yacimiento, que se encuentra en una de las cinco cuevas que se abren al mar. Las herramientas y los restos fósiles de algunas especies sugieren que el yacimiento se formó durante el Pleistoceno, pero sin mayor precisión. Algunos arqueólogos presentaron información en revistas de escasa difusión y el yacimiento ha permanecido prácticamente invisible para la comunidad científica. Las investigaciones de Katerina Harvati, apoyada por colegas muy experimentados, como Chris Stringer, sugieren que el cráneo Apidima 2 perteneció a la población neandertal. La imagen que acompaña al texto muestra la portada de la revista “Evolutionary Anthropology” (uno de los números de 2009), en la que se describe el cráneo y se compara, entre otros muchos, con el cráneo de Petralona. Este último, encontrado por un espeleólogo en 1960 en una cueva de Grecia, tampoco cuenta con una datación precisa. En diciembre de 2015 tuve ocasión de escribir sobre este cráneo en este mismo blog.

Verdaderamente, el “paisaje” arqueológico y paleoantropológico del Pleistoceno de la península griega es desolador. No cabe duda de que esta región del sur de Europa posee una riqueza arqueológica de la prehistoria extraordinaria y que los hallazgos podrían ser importantes. Los proyectos de carácter europeo iniciados por Katerina Harvati para conocer la prehistoria de esta península merecen todo nuestro apoyo. Se necesitan equipos experimentados y medios económicos para afrontar excavaciones en lugares tan señalados como Apidima, o en el de Kalamaki (también en la península de Mani), que ya ha proporcionado algunos restos neandertales. Seguiremos con gran interés el curso de estas investigaciones.

José María Bermúdez de Castro