Ya sabemos que aproximadamente algo más del 85% de los seres humanos son diestros, y el resto zurdos o ambidiestros ¿Qué sabemos de este rasgo? ¿Cuánto tiene que ver la genética y como influye el ambiente?¿Cuándo comenzamos a usar con más frecuencia una de las dos manos y los pies? Es muy posible que poco después de adaptarnos a la locomoción bípeda, con la consiguiente liberación del uso de las manos se desarrollara la capacidad para usar una de ellas con más frecuencia y habilidad que la otra. O tal vez hubo que esperar varios millones de años desde el inicio de nuestra genealogía para que se definiera esa capacidad, cuando comenzamos a fabricar herramientas de cierta complejidad. No lo sabemos con certeza. Algunos expertos han especulado con la formas de los moldes endocraneales de los fósiles humanos, comparando sus asimetrías con las de los chimpancés y la de otras especies de vertebrados. No hay resultados concluyentes sobre lateralidad en estas especies. Pero no podemos olvidar que nuestros primos hermanos son cuadrúpedos y usan las extremidades anteriores para la locomoción. Aunque manipulen objetos con sus “manos”, a los efectos de lateralidad hay una gran diferencia entre ser bípedos o cuadrúpedos.
Centrándonos pues en la genealogía humana, los expertos han tratado de responder a los interrogantes que suscita nuestra capacidad para ser notablemente más hábiles con una de las manos, salvo en los caso en los que esas habilidades se dan tanto en la mano derecha como en la izquierda.
En 1988, hace ya unos cuantos años, quién escribe estas líneas colaboró con los Drs. Yolanda Fernández Jalvo y Timothy Bromage en un estudio, que se publicó en la revista Journal of Human Evolution. Los incisivos de los homininos del yacimiento de la Sima de los Huesos de Atapuerca (430.000 años) presentan muchas estrías en la superficie bucal, visibles a simple vista y orientadas de manera oblicua y con una dirección preferente. Las estrías se estudiaron con microscopio electrónico y se llegó a la conclusión de que muy probablemente habían sido producidas por el filo cortante de alguna herramienta de piedra. Las características microscópicas de las estrías eran idénticas a las que dejaban nuestro ancestros en los huesos de los animales cazados, cuando cortaban los tendones para separar las masas de carne ¿Por qué los incisivos humanos tenían marcas producidas con instrumentos de piedra? ¿Quizá habían sido realizadas en los dientes de cadáveres? ¿O tal vez se habían producido en vida?
Después de reflexionar sobre estas preguntas y de experimentos curiosos, llegamos a la conclusión de que los humanos de Atapuerca posiblemente sujetaban la carne, la piel o cualquier otro alimento con sus grandes incisivos mientras cortaban trozos con algún cuchillo, tal vez fabricado con sílex. De vez en cuando, el cuchillo podía rozar el esmalte de los incisivos, dejando una marca. Al cabo de tiempo, el esmalte de la superficie bucal de los incisivos estaba totalmente rayado por esa forma tan característica de cortar los alimentos.
Los experimentos se realizaron con prótesis dentales, que simulaban el aspecto de los dientes de los humanos del Pleistoceno Medio. La peculiar anatomía de la cara de estos humanos, que técnicamente se llama “prognatismo medio-facial”, hacía que los incisivos quedaran muy expuestos y ligeramente proyectados hacia delante cuando abrían la boca. A cortar trozos de carne sujetos con esos dientes postizos mediante instrumentos de sílex fabricados por nosotros mismos, se producían estrías muy parecidas a las que podíamos ver en los dientes fósiles. Además, encontramos un paralelismo cultural con los esquimales, que todavía cortan la carne siguiendo pautas similares. Lo interesante de los experimentos y las observaciones es que las estrías tenían un patrón idéntico en todos los dientes, tanto en su inclinación como en su dirección. Las características microscópicas de las estrías permitían saber qué sentido había seguido el cuchillo al cortar la carne. Llegamos a la conclusión de que el material retenido entre los incisivos superiores e inferiores se sujetaba con la mano izquierda, mientras que el cuchillo se manejaba con la derecha. Se trataba así de una evidencia indirecta del uso preferente de la mano derecha. Cuando comparamos con incisivos de un yacimiento neandertal de Francia observamos que uno de los individuos tenía las mismas estrías, pero orientadas de manera opuesta. Tal vez aquel neandertal había sido zurdo.
En un trabajo recién publicado en la misma revista por varios colegas liderados por David W. Frayer (Universidad de Kansas, USA) se describen estrías similares en los incisivos del maxilar OH-65 del yacimiento de Olduvai (Tanzania), y que se atribuye a la especie Homo habilis. La antigüedad de este ejemplar se cifra en 1,8 millones de años. Las estrías de los incisivos de OH-65 tienen un patrón muy similar al de lo dientes de la Sima de los Huesos. Los autores de este trabajo concluyen que Homo habilis ya tenía una habilidad diferencial para manejar sus manos y que el propietario, macho o hembra, del fósil OH-65 pudo ser diestro/a.
Este método puede ser aplicado a otros fósiles más antiguos. Es posible que se encuentren patrones similares, o tal vez no. La fabricación de utensilios complejos pudo ser un motor de la selección natural, favoreciendo la habilidad de los homininos. El uso preferente de una de las manos pudo potenciar la calidad de los instrumentos realizados. Veremos si otros colegas se animan a contrastar estas hipótesis en fósiles de más antigüedad.
José María Bermúdez de Castro
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