La historia de las investigaciones sobre la evolución humana está repleta de anécdotas curiosas, pero nada comparable a los primeros acontecimientos de este ámbito de la paleontología. Es difícil imaginar que el segundo ejemplar de la especie Homo neanderthalensis fuera encontrado por un teniente de la marina británica (Royal Navy). El acontecimiento sucedió en 1848 en una cueva del Peñón de Gibraltar. El teniente Edmunt Flint, secretario de la Sociedad Científica de Gibraltar, presentó el fósil a sus colegas; pero todo se quedó en una curiosa anécdota, que quedó registrada en las actas de la Sociedad el 3 de marzo de 1848.
La cantera de Forbes fue realizada para obtener roca caliza y reforzar las defensas de la ciudad situada al pié del Peñón. Durante la extracción de la piedra apareció una cueva, donde Edmund Flint encontró un cráneo humano. El aspecto del cráneo era muy extraño para la época y los miembros de aquella sociedad científica fueron incapaces de comprender su significado. Lo mismo sucedía en Alemania, donde el esqueleto encontrado en 1856 en la cueva Feldhofer del valle de Neander era sometido a rigurosos exámenes. Las comunicaciones de entonces no permitían el rápido intercambio de información y la similitud entre los cráneos de Gibraltar y Alemania no pudo ser comprendida hasta mucho tiempo después.
El cráneo de Gibraltar permaneció en el olvido durante varios años, cogiendo polvo en el gabinete del teniente Edmund Flint. Ese olvidó terminó en 1864. Un año antes, el geólogo William King presentó en una reunión de la British Association for the Advancement of Science sus conclusiones sobre el estudio de los restos de la cueva Feldhofer del valle del Neander y de los primeros neandertales, encontrados en la cueva de Engis (Bélgica) en 1929. El nombre específico Homo neanderthalensis quedó registrado un año más tarde para la posteridad. A raíz de estos acontecimientos el cráneo de Gibraltar fue empaquetado y enviado a Londres. Con toda seguridad, el cráneo había sufrido un notable deterioro, simplemente por haber estado expuesto a la intemperie sin someterse a procesos de restauración y conservación.
El cráneo de Forbes fue estudiado a fondo, todavía con las dudas de muchos sobre su pertenencia a una humanidad diferente. No fue el caso del propio Charles Darwin, ni del Charles Lyell, que asistieron a la presentación oficial del cráneo en una nueva reunión de la mencionada sociedad británica en septiembre de 1864. En esa reunión se aceptó finalmente el nombre Homo neanderthalensis. Pero la historia pudo haber cambiado con la ocurrencia del antropólogo Hugh Falconer, que había propuesto de manera informal a otro colega (George Busk) el nombre de Homo calpicus. Recordemos que Calpe es el nombre en latín del Peñón de Gibraltar. William King había hecho los deberes con su detallado estudio de los fósiles de la cueva Feldhofer. Desde entonces conocemos a estos humanos como “Neandertales” ¿Cómo se habrían llamado si la historia hubiera seguido otro rumbo?, ¿tal vez Calpianos?
El cráneo de la cueva de Forbes pudo pertenecer a una mujer, cuyo desgaste dental sugería una edad en torno a los 40 años. Hoy en día sabemos que el desgaste dental de aquellos humanos no puede utilizarse para estimar la edad de muerte. En aquella época, los dientes se gastaban con gran rapidez y los jóvenes aparentaban más edad de la que en realidad tenían. La antigüedad del fallido Homo calpicus es difícil de saber con precisión. Se estima en un rango temporal de entre 40.000 y 50.000 años. El cráneo se recuperó sin el rigor que se exige en la actualidad, marcando con enorme precisión el lugar de cada hallazgo ¿Qué podía saber Edmund Flint de estas cuestiones? Quizá en Gibraltar sobrevivieron los últimos neandertales, antes de ser totalmente sustituidos por las poblaciones de Homo sapiens.
José María Bermúdez de Castro
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