Seleccionar página

Se asume en la actualidad que la expansión de nuestra especie fuera de África pudo suceder hace unos 120.000 años. Sin embargo, la colonización de Europa por parte de Homo sapiens se hizo esperar. Mientras que en el resto de Eurasia los miembros de nuestra especie se movieron con rapidez y llegaron a embarcar (literalmente) hacia Australia hace 70.000 años, los neandertales actuaron como barrera demográfica e impidieron su entrada en Europa hasta hace unos 40.000 años.

Para llegar a Europa se puede rodear la costa norte del mar Negro, dejando al oeste las estribaciones del Cáucaso. También se puede atravesar la península de Anatolia, para alcanzar el territorio que hoy en día ocupan los estados de Bulgaria y Rumanía. Todo ello sin olvidarnos del complicado paso por Gibraltar. Una hipótesis poco probable. Para averiguar las rutas tenemos que buscar yacimientos y seguir el rastro. Uno de esos yacimientos, datado en un mínimo 38.000 años, se encuentra en el suroeste del actual estado de Rumanía. Se trata posiblemente de una de las pocas pistas para hipotetizar que la entrada más probable de Homo sapiens ocurrió por los extremos del Mármara (Bósforo y Dardanelos), para moverse después a través del corredor del Danubio hacia el centro y oeste de Europa.

La cueva de Pestera cu Oase significa “la cueva de los Huesos”. Esta cueva fue explorada en tiempos recientes por un grupo espeleológico de Rumanía. La cueva contiene un yacimiento, donde se han encontrado fósiles del oso de las cavernas (Ursus spelaeus), algunos restos de pequeños mamíferos y de algún herbívoro, además de una mandíbula humana. Posteriormente se localizaron nuevos restos humanos algo más recientes. El estudio de esta mandíbula fue liderado por el investigador norteamericano Erik Trinkaus, que desde siempre ha defendido la continuidad evolutiva de los neandertales hacia las poblaciones modernas. Es por ello que la descripción de este resto humano, publicado en 2003 por la revista PNAS de la Academia de Ciencias de USA, se esfuerza por encontrar caracteres morfológicos neandertales en esta mandíbula.

Mandíbula 1 de Pestera cu Oase, Rumanía. Fuente: 4.bp.blogspot.com

La mandíbula de Pestera cu Oase es grande y robusta y pudo haber pertenecido a un individuo masculino. Si se examina con detenimiento la morfología de esta mandíbula no aparece ningún rasgo que recuerde a los neandertales. En particular, la mandíbula presenta un mentón característico, que es exclusivo de nuestra especie. Aunque diferentes mandíbulas del género Homo de hasta casi dos millones de años de antigüedad tienen un leve abultamiento en la región de la sínfisis, el verdadero mentón óseo solo se encuentra en Homo sapiens. Su configuración morfológica incluye un conjunto de caracteres con cierta variabilidad en su expresión a nivel individual, que explicaremos en el próximo post.

La teoría que aún defienden investigadores como Erik Trinkaus o Milford Wolpoff prácticamente ha desaparecido de las publicaciones científicas. Cierto es que el estudio de ADN de restos neandertales y de nuestra especie ha demostrado que hibridamos con los neandertales y tuvimos descendencia fértil. Según los genetistas los eurasiáticos llevamos en nuestro genoma entre un 2% y un 4% de genes heredados del contacto entre Homo sapiens y Homo neanderthalensis durante 50.000 años. Estos datos invitan a pensar que los huesos o los dientes conservan en su morfología el recuerdo de ese mestizaje. Sin embargo, la posible expresión de caracteres neandertales en el esqueleto o en cualquier otra parte del cuerpo queda diluida por una masiva influencia del genoma de Homo sapiens. Cierto es que las poblaciones humanas tenemos una gran variabilidad y que podemos encontrar algunos rasgos esqueléticos que nos recuerdan a los de las poblaciones del Pleistoceno. Nuestro genoma es el resultado en una larguísima evolución y conservamos una gran cantidad de genes que no se expresan habitualmente. Si alguno de ellos lo hace sin interesar a la viabilidad del individuo portador, nos podemos encontrar con variaciones esqueléticas poco frecuentes. Su presencia no implica necesariamente que esos individuos sean el resultado de una hibridación particular.

El ADN obtenido de esta mandíbula (datos publicados en 2015 por el equipo de Svante Pääbo) muestra un cierto porcentaje de genes heredados de los neandertales. Solo gracias al estudio del ADN podemos contrastar que esa mandíbula perteneció a un mestizo, porque su morfología podría ser como la de cualquiera de nosotros.

José María Bermúdez de Castro