Tras el paréntesis veraniego, regreso con ganas de seguir contando mi particular visión de la evolución humana. En estas últimas semanas de agosto se han publicado varios trabajos interesantes y se han realizado algunos (muy pocos) hallazgos de interés. Habrá que ponerse al día. Quizá, la noticia más mediática haya sido la publicación de los datos obtenidos de uno de nuestros ilustres antepasados: Alesi.
Alesi vivió durante el Mioceno, una época que los expertos han acotado hace entre 23 y 5,3 millones de años. Aunque el clima del Mioceno experimentó un enfriamiento progresivo, que ha continuado hasta la actualidad, muchas regiones del planeta estuvieron cubiertas por densos bosques. En ellos proliferaron numerosas especies de primates, una de las cuales dio lugar tanto a la genealogía de los chimpancés como a la de la humanidad actual. Ese ancestro común nos es totalmente desconocido, si bien las estimaciones de los genetistas lo sitúan entre hace ocho y siete millones de años. Algo es algo. Además, es posible hacerse una cierta idea de su aspecto a partir de la morfología del esqueleto de géneros como Ardipithecus.
La búsqueda de nuestros ancestros del Mioceno resulta poco agradecida. Las zonas boscosas, cálidas y húmedas, con suelos ácidos, reciclan la materia orgánica a gran velocidad. No es sencillo que entre tanta vegetación existan lugares proclives a la conservación de restos orgánicos y a su fosilización. Los primates habitan esas zonas y la preservación de sus restos es excepcional. Los fósiles de primates de toda la inmensidad temporal del Mioceno se cuentan por unos pocos centenares y la gran mayoría representan porciones muy limitadas del esqueleto. Los dientes resisten mejor que el hueso, gracias a la dureza del esmalte. Pero la información es tan escasa, que los paleontólogos expertos en primates se mueven en arenas movedizas. Algunos de los ejemplares encontrados hasta la fecha se han hecho famosos, sencillamente por su singularidad. Este será el caso de Alesi, que está representado por el cráneo algo deformado de un individuo infantil.
Alesi se conoce técnicamente por las siglas del Museo Nacional de Kenia como KNM-NP 59050. Con esa “matrícula” tan larga mejor nos quedamos sencillamente con Alesi. Este pequeño primate vivió hace unos 13 millones de años en la región situada al sur del lago Turkana, cerca de la actual localidad de Napudet. La dataciones de esta región son muy fiables, gracias a la presencia de capas de origen volcánico y al uso de método del Argon/Argon, además de la información que proporciona el paleomagnetismo de las rocas.
La conservación del cráneo de Alesi y su propio hallazgo son hechos con una probabilidad extremadamente baja. Pero la tecnología actual ofrece posibilidades para el estudio, que agigantan ese suceso. Es el caso del sincrotrón, un enorme acelerador de partículas, que utiliza fuentes de luz de alta energía para visualizar aspectos del tamaño de los propios átomos. En el caso de Alesi no era necesaria tanta resolución, pero se consiguieron imágenes impensables hace tan solo un par de décadas. Hace veinte años, la descripción de Alesi habría cabido en un par de folios. Con el uso del sincrotrón se puede escribir un libro sobre este fósil. Sus dientes permanentes, en plena formación, y su oído interno se pueden extraer digitalmente con enorme resolución. Así se puede estudiar cada pequeño accidente del esmalte las coronas dentales o la forma del laberinto del oído, que tienen claves sobre la taxonomía de Alesi y sobre su posición filogenética en la evolución de los primates. Incluso, la resolución de esta técnica permite contar los pequeños incrementos circadianos del esmalte de las coronas del primer molar y del incisivo central. Con infinita paciencia, se pudo llegar a determinar que Alesi murió cuando contaba 485±40 días. Con esa edad, el primer molar y los incisivos centrales definitivos estaban casi a punto de comenzar su erupción en la encía. Recordemos que en nuestra especie ese suceso tiene lugar cuando cumplimos entre seis y siete años.
Alesi ha sido bautizado con el nombre de Nyanzapithecus alesi , una nueva especie de ese género, del que se han descrito otras tres especies más. El análisis que presentan varios reconocidos investigadores en la revista Nature, liderados en este caso por Isaiah Nengo (De Anza College, California, USA), sugiere que Alesi está muy alejado filogenéticamente de nosotros. Nuestros caminos pudieron separarse hace nada menos que 30 millones de años. De su grupo evolutivo no han quedado sino fósiles, y del nuestro quedan vivos (además de nosotros) los hilobátidos y los simios antropoideos, casi todos en peligro de extinción.
José María Bermúdez de Castro
Buenos días profesor, encantado de volver a leer tus artículos.
No se si has leído una noticia aparecida en un medio digital el 1 de septiembre, con el tramposo título de «Huellas de 5,7 millones de años encontradas en Creta desafían la teoría de la evolución»
Te adjunto el enlace para que, si lo crees conveniente, nos hagas un comentario.
https://nmas1.org/news/2017/09/01/Creta-evolucion
Un saludo.
Antonio
Hola Antonio,
Para ser sincero, no he leído este artículo en un medio digital. Tengo por costumbre (creo que buena) leer solo los artículos publicados en revistas científicas, que han pasado las revisiones correspondientes por colegas expertos en cada materia. Esta es una garantía de que el trabajo publicado tiene suficiente calidad. Esta costumbre es imprescindible cuando uno no es experto en esas materias. Este es mi caso acerca de la noticia que me comentas.
Por descontado, el titular de esa noticia es simplemente una manera de llamar la atención. La teoría de la evolución no pude ser desafiada por el hallazgo de unas huellas, por muy antiguas que sean (si realmente lo son). Muchas teorías en diferentes ámbitos se han construido de manera sólida en el siglo XX. El paso del tiempo requiere que esas teorías necesiten reformas, como sucede con los edificios antiguos. Pero si el edificio está bien construido nunca habrá que demolerlo.
Esto me recuerda el caso de un puente construido en cierto lugar de España en el siglo XX, que se fue abajo por una riada. Mientras, el puente contiguo, construido en tiempos del imperio romano, se mantuvo incólume como si nada hubiera pasado.
La teoría de la evolución, propuesta al unísono por Darwin y Wallace, ha sufrido muchas reformas con el advenimiento de la genética de poblaciones, la biología molecular, etc, etc. Pero su esencia sigue en pie, mirando el paso del tiempo. Un cordial saludo.