Muy cerca del límite entre el norte de la provincia de Burgos y Cantabria se localiza la cueva de Prado Vargas. La encontramos a 500 metros de la pequeña villa de Cornejo, en la merindad de Sotoscuevas y no lejos de la entrada al famoso complejo cárstico de Ojo Guareña, uno de los más importantes de la península ibérica.
Como sucede con otros muchos yacimientos, el que alberga la cueva de Prado Vargas se conoció gracias a un hallazgo casual, no buscado por profesionales. La mayor curiosidad de este descubrimiento es que el primer protagonista de la historia del lugar fue el Dr. Trinidad de Torres, bajo cuya dirección se localizó la primera mandíbula humana en el yacimiento de la Sima de los Huesos de la sierra de Atapuerca. Su entrada en la historia de Prado Vargas fue muy similar a la que le llevó hasta la Sima de los Huesos, alertado por el hallazgo de restos fósiles de osos en el yacimiento de la cavidad. Y todo sucedió en 1986, diez años más tarde de su gran descubrimiento en Atapuerca.
En esta ocasión, Trinidad de Torres no encontró restos humanos y el yacimiento pasó inadvertido durante algún tiempo. Por fortuna, las leyes que protegen el patrimonio arqueológico e histórico obligan a depositar cualquier hallazgo en los museos de cada provincia. En estos museos, como el de Burgos, pueden realizarse prospecciones de antiguos materiales depositados durante años junto a documentos muy valiosos. Fue así como la Dra. Marta Navazo (Universidad de Burgos) encontró una caja llena de materiales y procedente de la cueva de Prado Vargas. Este “hallazgo” alimentó la curiosidad y el interés de Marta, que se acercó a conocer el lugar. Allí se prometió solicitar un proyecto de excavación a la Junta de Castilla y León en cuanto tuviera ocasión. Y el momento llegó en 2004, cuando dispuso de tiempo, de la colaboración del Dr. Juan Carlos Díez (Universidad de Burgos) y de un pequeño equipo de estudiantes dispuestos a formarse en el campo. Las primeras prospecciones certificaron que Marta no se había equivocado en su elección, porque aparecieron restos arqueológicos de enorme calidad. La fecha más moderna indica que el nivel más reciente del yacimiento tiene unos 46.000 años, muy próximo por tanto a la desaparición de los neandertales de Europa.
Pero la vida del arqueólogo no es sencilla y los proyectos difícilmente tienen continuidad. No solo se necesitan medios económicos, sino un grupo humano capaz de abordar la enorme complejidad de cualquier excavación. Después de su primera aproximación al yacimiento, Marta Navazo se unió con el Dr. Rodrigo Alonso (Museo de la Evolución Humana de Burgos) para conseguir en 2016 un nuevo proyecto. Este año se ha realizado una excavación de mayor entidad, que ha producido el hallazgo de restos arqueológicos dejados por grupos de los llamados “neandertales clásicos”, cuando vivieron su esplendor demográfico en Europa. Algunos de los fósiles de animales (leones, lobos, osos y panteras) certifica que el abrigo de la cueva no fue ocupada de manera ininterrumpida por los humanos. Pero los restos procesados con herramientas de piedra de caballo, cabras salvajes de al menos dos especies, ciervos, jabalíes y rinocerontes testimonian el uso recurrente de la cueva por los neandertales.
Por el momento no se han encontrado restos humanos, pero estoy convencido de ese hecho puede suceder en cualquier momento. La industria lítica fue fabricada en sílex y cuarcita; se clasifica en el grupo de herramientas de tipo musteriense y es más parecida a la que se realizó en yacimientos de la cornisa Cantábrica que a la producida en la meseta. Por supuesto, los neandertales no fueron una población homogénea, ni desde el punto de vista biológico ni desde la perspectiva cultural. Todos ellos tuvieron mucho en común, como entidad colectiva y singular, pero su separación en centenares de tribus repartidas por Europa fue una realidad. La repetidas evidencias de canibalismo a lo largo del tiempo en diferentes yacimientos europeos son una muestran de sus luchas tribales y territoriales. Tal vez, su falta de unidad fue uno de los motivos de su declive.
José María Bermúdez de Castro
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