Se considera que la aparición del achelense fue un salto técnico trascendental en la cultura del género Homo. No es ninguna exageración, pues por primera vez nuestros antepasados impusieron una forma concreta a la materia prima de manera deliberada. Los bifaces, hendedores y picos, las tres herramientas esenciales del achelense, tenían diferentes funciones y su fabricación seguía una cadencia de golpes bien definida y planificada. Los expertos relacionan el surgimiento del achelense con determinadas habilidades cognitivas, la capacidad para dominar el entorno de una manera más flexible o la posibilidad de conseguir piezas mediante una caza bien organizada. El investigador Thomas Wynn (Universidad de Colorado) es uno de los mayores especialistas en el conocimiento del achelense y de sus implicaciones a nivel cognitivo. Para este investigador, hace 1,8 millones de años la humanidad cruzó un umbral cognitivo. Con anterioridad a ese momento, la producción de las herramientas más antiguas conocidas (Olduvayense) tenían formas distintas, sin duda producto del azar. No obstante, es importante recordar que los expertos han sido capaces de encontrar cierta capacidad de planificación en la producción de este tiempo de herramientas (genéricamente conocidas como Modo 1), como demuestran ciertos conjuntos de África y Eurasia. Pero, qué duda cabe, el achelense supuso un avance espectacular.
Quizá tenemos la percepción de que el achelense constituyó una innovación conservadora, que se mantuvo inalterada durante más de un millón de años. Los expertos ya nos advierten que los tres tipos herramientas fueron perfeccionadas en el transcurso de ese largo período de tiempo. Ante todo, resulta sorprendente que esta tecnología tuviera un recorrido temporal tan largo, quizá producto de una relativa estasis cognitiva en las especies humanas del Pleistoceno. O tal vez no.
Algunos expertos, como John McNabb (Universidad de Southampon) se han preguntado por la simetría de las herramientas achelenses de los yacimientos del Reino Unido de la segunda mitad del Pleistoceno. Su investigación, realizada junto a los expertos James Cole y Steven Hoggard, se ha publicado en fecha reciente en la revista Journal of Archaological Science. Los bifaces, hendedores y picos se distinguen por el hecho de haber sido fabricados a partir de lascas de cierto tamaño y de haber sido trabajadas por las dos caras. El resultado permite clasificar las herramientas achelenses según su forma. La estandarización mediante una secuencia de golpes bien diseñado, la planificación en la búsqueda de la materia prima más apropiada, así como la elección del tamaño de la piedra que se deseaba tallar nos habla de los avances cognitivos de una mente flexible. Pero la posible búsqueda de la simetría supone un paso adicional, no menos importante, que interesa a McNabb y sus colegas. Los bifaces encontrados en yacimientos del Pleistoceno del Reino Unido (siempre posteriores a medio millón de años) se caracterizan por una perfección extraordinaria que incluye una notable simetría. Este rasgo no puede considerarse una consecuencia del azar sino que, en mi opinión, denota una manifiesta intencionalidad ¿Se perseguía tal vez mejorar la funcionalidad de estas herramientas?
La simetría bilateral es común a muchos animales. No es pues extraño que nuestros ancestros aprehendieran esta forma de la naturaleza y la incorporaran a su mente. La fabricación de un bifaz busca una forma determinada, asociada a funciones concretas. Pero si le añadimos el ingrediente de la simetría quizá nos estamos acercando a un objeto artístico, y tal vez al nacimiento de la mente simbólica.
José María Bermúdez de Castro
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