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En el último texto publicado en este blog hice referencia a la reciente publicación del fósil de Misliya (Israel) en la revista Science. Este hallazgo, de singular importancia, añade un elemento muy importante a un debate que viene de muy atrás.

Reproducción del cráneo 6 del yacimiento de Jabel Qafzeh, atribuido a un individuo masculino. Fue encontrado en 1934 por R. Neville. Además de la robustez de su cráneo, destaca el gran tamaño de la corona y la raíz de sus dientes anteriores. Esta característica se ha perdido en las poblaciones humanas recientes.

Este debate pronto cumplirá nada menos que un siglo y se inició con el hallazgo entre 1925 y 1935 de los fósiles de Skhul, en un yacimiento del Monte Carmelo (Patrimonio de la Humanidad desde 2012), y los de Qafzeh en un yacimiento del Monte del Precipicio, cerca de Nazaret. En estos yacimientos se encontró una industria lítica muy similar al musteriense, que caracteriza a los neandertales. La morfología de los restos humanos era “arcaica”, pero en nada recordaba a la de los neandertales de Europa. Además de las herramientas, el resto de los elementos del registro arqueológico incluía restos de hogares y conchas marinas perforadas, así como claras evidencias de enterramientos. Nada que se pudiera asociar de manera incontestable bien a los neandertales, bien a los miembros de nuestra especie.

Mi propia percepción de los restos de estos dos yacimientos ya estaba contaminada por las lecturas sobre su interpretación, cuando tuve ocasión de estudiarlos hace unos años. Los expertos habían decidido asignarlos a Homo sapiens, a pesar de que su antigüedad podría ser muy superior a la de los restos claramente neandertales de la región (por ejemplo, Kebara). En efecto, cuando a finales del siglo XX se anunció que el yacimiento de Jabel Qafzeh podía tener una antigüedad en torno a los 100.000 años la comunidad científica quedó perpleja. Los restos fósiles que poco a poco se han ido obteniendo de este yacimiento (hasta 27 individuos) tienen ciertamente un aspecto arcaico, pero su cráneo esférico y su cara de tipo moderno no dejan lugar a las dudas. Tienen un claro prognatismo del maxilar y arcos superciliares marcados. Pero estos caracteres no son raros ni tan siquiera en algunas poblaciones humanas recientes. Se trata pues de poblaciones de Homo sapiens, que llegaron hasta el Corredor Levantino durante la primera expansión de nuestra especie fuera de África. O quizá mucho más tarde, a juzgar por las nuevas dataciones del yacimiento de Misliya ¿Por qué no progresaron hacia el norte ni unos ni otros?

Se ha especulado con la posibilidad de que este territorio no reuniera condiciones para la vida durante la primera expansión de nuestra especie. Esta interpretación es muy poco convincente si nos atenemos a lo que se sabe de ella por el registro paleoecológico. El suroeste de Asia fue un “punto caliente” de biodiversidad tanto durante las épocas glaciales como durante las épocas interglaciares. El yacimiento de Misliya, con sus 180.000 años de antigüedad, certifica que la primera expansión pudo ser incluso muy anterior, y que se habría quedado varada en el Corredor Levantino. Mientras, otros grupos de sapiens cruzaban por Bab el-Mandeb y prosperaban hacia el este por el sur de Eurasia ¿Qué impidió el progreso de Homo sapiens hacia el norte hace cerca de 200.000 años a través del Corredor Levantino?

La cronología de los neandertales de este corredor natural siempre ha apuntado a fechas mucho más recientes, por lo que su presencia en la región no habría sido un impedimento para la progresión hacia el norte de nuestra especie. Pero las recientes dataciones obtenidas en el yacimiento neandertal de Tabun (Monte Carmelo) superan en unos pocos miles de años a las de Jabel Qafzeh. Con estos datos se puede especular con la posibilidad de que los neandertales resultaron ser una barrera demográfica insalvable para Homo sapiens. Me apunto a esta hipótesis, que se sumaría a la incapacidad adaptativa de aquellos antecesores directos de la humanidad actual para colonizar latitudes elevadas, con estacionalidad y un clima hostil para una especie procedente de regiones tropicales y subtropicales.

Estas dos circunstancias pudieron ser determinantes de un experimento natural extraordinario. Los grupos de Homo sapiens se quedaron en el Corredor Levantino durante nada menos que 150.000 años, compartiendo territorio y recursos con Homo neanderthalensis. Dos especies humanas filogenéticamente muy próximas se encontraron en un mismo territorio y, con toda seguridad, se mezclaron y tuvieron descendencia fértil. El Corredor Levantino se convirtió en un laboratorio natural en el que se podrá seguir investigando la posible coexistencia o convivencia de poblaciones distintas, que cruzaron sus caminos, sus genomas y su cultura. El dato de Misliya incrementa de manera notable el tiempo en el que las dos especies estuvieron en contacto. Y no solo se podrá conocer el resultado biológico resultante de ese encuentro. Se estudiarán también las innovaciones tecnológicas provocadas por el intercambio de información entre las dos especies. La región seguirá siendo fuente de debate acerca de la incapacidad de nuestra especie por progresar hacia el norte en su camino hacia Europa y el resto de Eurasia. Pero también aprenderemos mucho sobre la biología y la capacidad adaptativa social y cultural de la humanidad.

José María Bermúdez de Castro