Durante su viaje en el Beagle, Charles Darwin fue cambiando poco a poco su percepción de los seres vivos. La contemplación y el estudio de plantas y animales tan diferentes a las que había conocido en su Inglaterra natal debieron producir un efecto muy notable en su mente, siempre abierta a los mensajes que le transmitía la naturaleza. La historia siempre menciona la influencia decisiva de su visita a las islas Galápagos en las conclusiones que publicó años más tarde. Y probablemente fue así.
Las islas Galápagos son un paraíso para los naturalistas. Un verdadero laboratorio natural surgido desde los fondos marinos hace tan solo unos cinco millones de años, por la actividad tectónica y volcánica de ese punto caliente del planeta. Las islas Galápagos se sitúan en la placa de Nazca, no lejos de la subducción del cinturón de fuego del Pacífico. Aunque su descubrimiento oficial data de 1535, cuando el barco en el que viajaba Fray Tomás de Berlanga perdió el rumbo y arribó sin querer al archipiélago, existen algunas evidencias arqueológicas de la estancia en las islas de indígenas americanos. Por su gran diversidad de especies, las islas Galápagos fueron declaradas “patrimonio de la humanidad” por la UNESCO en 1978.
El Beagle llegó al archipiélago de las Galápagos 300 años después de su hallazgo casual. En septiembre de 1835 el barco se acercó a la isla San Cristobal, la más occidental de un conjunto impresionante de 19 islas y más de 200 pequeños islotes. Su origen volcánico reciente y todavía en formación se refleja en el aspecto grisáceo de sus acantilados, todavía libres de la exuberante vegetación de otras islas del Pacífico. Su relativa cercanía al continente (menos de 1.000 kilómetros de la costa del actual estado de Ecuador) permitió la rápida formación de un ecosistema propio. El polen de muchas plantas pudo ser transportado por el viento o viajar entre las plumas de algunas aves, como lo hicieron distintas especies de insectos. Las grandes tortugas marinas pudieron anidar en las playas de las islas, y otras especies habrían llegado por casualidad a sus costas. Aunque algunas especies se establecieron en todo el archipiélago, otras se quedaron en islas concretas sin entrar en competencia. Los famosos pinzones se adaptaron en cada isla, produciendo una variabilidad que no fue ajena a la perspicacia de las observaciones de Darwin. Además, los galápagos de cada isla tenían particularidades en su caparazón. No eran todos iguales, aunque pudieran clasificarse en la misma especie.
El Beagle recorrió durante un mes las costas de todo el archipiélago recalando en algunos puntos de las islas, pero Darwin tuvo la oportunidad de permanecer una semana en la isla de San Salvador (también llamada isla Santiago). Darwin tomó buena nota de todo lo que observó a su alrededor, consiguió varios ejemplares de galápagos, que llevó al Beagle. Algunos llegaron vivos a Inglaterra al final del viaje. Pero no fue la única especie recolectada. Los frascos del naturalista se llenaron de especies de insectos, conchas marinas y reptiles. Para Darwin fue una gran sorpresa observar que aquellas especies eran muy diferentes a todas las que había conocido en otros lugares de Sudamérica. Además, las diferencias entre las especies de cada isla resultaban un reto a sus reflexiones. Aquellas “Islas encantadas”, como se las conoce desde el siglo XVI, tenían una biodiversidad única, como resultado de la co-evolución de sus especies autóctonas. Darwin no terminaba de comprender ese hecho, pero a buen seguro que pensó mucho en ello. Las especies cambian con el tiempo si se dan las condiciones necesarias. Y esa idea tan sencilla estaba fructificando en la mente de Darwin.
Tras aquella estancia en las islas Galápagos, las discusiones entre el capitán FitzRoy y Darwin fueron subiendo de grado. La inflexibilidad bíblica de FitzRoy y el pensamiento cada vez más científico y progresista de Darwin terminarían por chocar de manera inevitable en aquella reunión de 1860 en el Museo de Historia Natural de Oxford, varios meses después de la publicación del “Origen de las especies mediante la selección natural”. Pero estoy convencido de que sus discusiones en el barco, lejos de otras influencias externas, ayudaron a modular las reflexiones de Darwin y a su conclusión definitiva.
José María Bermúdez de Castro
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