Desde que en 1984 comenzó la excavación sistemática del yacimiento de la Sima de los Huesos de la Cueva Mayor de la sierra de Atapuerca nos hemos interesado en contabilizar el número mínimo de individuos representados en una colección de fósiles humanos, que se incrementaba cada año de manera espectacular. Con el paso de los años, ese número mínimo se estabilizó en 28, una cifra muy elevada para la antigüedad del yacimiento de la Sima de los Huesos (aproximadamente, 400.000 años). En el próximo post haré una reflexión sobre lo que nos dice el perfil demográfico de esos 28 individuos. En este breve texto simplemente quiero resaltar un detalle lúdico, casi nostálgico para quienes llevamos más de 30 años excavando en la sierra de Atapuerca.
El pasado 27 de junio, se inauguró un nuevo tramo del sendero botánico que recorre una buena parte de la sierra de Atapuerca. Ya son más de cinco kilómetros de recorrido entre quejigos, encinas o rosales silvestres, con vistas a algunos de los yacimientos y paisajes espectaculares de los campos de cereales que rodean la sierra. Un recorrido muy recomendable para los amantes de la naturaleza, donde se puede aprender sobre las plantas o contemplar los animales que pueblan el bosque y los campos de cereales que rodean la sierra de Atapuerca.
Hace años, cuando apenas había interés por los hallazgos en Atapuerca y subíamos caminando hacia los yacimientos nos fijábamos en un viejo roble, que destacaba por su majestuosidad entre los demás árboles de la ladera de la sierra. Lo bautizamos como el “viejo roble” y se convirtió en un icono de la belleza del paisaje. El dibujante científico Mauricio Antón tuvo la feliz idea de plasmar en una de sus creaciones artísticas al conjunto de individuos representado en la colección de restos fósiles obtenido en la Sima de los Huesos. Nosotros habíamos sugerido una edad aproximada para cada individuo. También habíamos estimado el posible sexo de cada uno de ellos. Con esa información, Mauricio Antón tuvo la ocurrencia de dibujar al grupo de homininos posando bajo el viejo roble. El dibujo formó parte de varias exposiciones y de sus respectivos catálogos. Es posible que algunos/as lectores/as conozcan ese dibujo, que acompaña al post. Hago notar que Mauricio Antón se tomó la libertad artística de incrementar el número mínimo hasta 32 (una cifra que manejábamos de manera hipotética en aquellos tiempos) y que en el grupo figuran al menos tres niños. Pero ese detalle es simplemente una anécdota del trabajo paleodemográfico, que en aquellos años estaba en curso.
En recuerdo a ese dibujo, que forma parte de la historia de las investigaciones, se tomó la decisión de que el sendero botánico terminara su recorrido en el viejo roble. El próximo año se colocarán algunos bancos de piedra caliza, integrados en el paisaje, para contemplar el paisaje de las terrazas del río Arlanzón cubiertas de cereales. No sabemos cuántos cientos de años tendrá el viejo roble, pero estamos seguros de que seguirá en pie durante mucho tiempo, convertido ya en un símbolo de la belleza y singularidad del paisaje de la sierra de Atapuerca y de sus tesoros científicos.
José María Bermúdez de Castro
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