El descubrimiento en 1972 de la denominada Galería del Sílex por el Grupo Espeleológico Edelweiss de Burgos fue clave en el nacimiento del interés científico por los yacimientos de la sierra de Atapuerca. El arqueólogo Juan María Apellániz tomó la primera iniciativa. La Galería del Sílex parecía encerrar importantes tesoros arqueológicos del Neolítico, que encajaban perfectamente con la especialidad de este investigador. Esta cavidad, de casi un kilómetro de recorrido, está muy cerca del acceso de entrada a la Cueva Mayor, donde se localiza uno de los yacimientos con mayor potencial de Atapuerca. Este acceso recibe el nombre “el Portalón”, y el yacimiento que pisamos al entrar en la cueva también se conoce con esa denominación. El potencial del yacimiento de el Portalón no pasó por alto a Juan María Apellániz, que solicitó autorización para llevar a cabo una intervención arqueológica.
Apellániz excavó una superficie de varios metros cuadrados durante algunos años, que coincidieron con el hallazgo en 1976 de los primeros fósiles humanos en la Sima de los Huesos por parte de Trinidad de Torres y con los primeros años de las excavaciones sistemáticas en la Trinchera del Ferrocarril por parte de Emiliano Aguirre. Pero Apellániz ya peinaba canas y su retirada profesional estaba próxima. Al llegarle ese momento, cesó su actividad en la sierra de Atapuerca. Los resultados de su trabajo en el Portalón no llegaron a tener la relevancia que merecían y el yacimiento quedó en el olvido durante algún tiempo.
Cuando los actuales responsables del equipo investigador de Atapuerca tuvimos ocasión y un equipo preparado solicitamos permiso para reiniciar las excavaciones en el yacimiento del Portalón. A juzgar por lo que se sabe de esa zona de la cueva, sus sedimentos podrían contener información de gran parte del Holoceno y tal vez del Pleistoceno Tardío (Paleolítico Superior). Pero la información que el yacimiento ya está proporcionando sobre el Neolítico es extraordinaria. No solo se han recuperado infinidad de utensilios (muchos de ellos ornamentales) de los diferentes períodos y culturas de los pueblos del neolítico, sino que se han obtenido restos esqueléticos de varios enterramientos.
Hace algunos años, los restos óseos de hace 3.000 o 4.000 años antes del presente aportaban poca información sobre el origen y migraciones de los primeros agricultores y ganaderos de cualquier región del planeta. Los datos antropométricos era todo cuanto se podía obtener. Era insuficiente, puesto que las muestras de cada población son relativamente escasas. Pero la posibilidad de obtener ADN de esos restos abrió las puertas a una nueva dimensión. Poco a poco se fueron creando bases de datos de todos los yacimientos del Neolítico. El ADN de ocho esqueletos humanos de el Portalón, datados hace entre 3.500 y 5.500 años antes del presente, han aportado datos sobre el pasado reciente de los pobladores de la península ibérica (ver post de 31 de julio de 2014 en este mismo blog). La mayor parte de la población actual de la península ibérica es el resultado del mestizaje de los antiguos pobladores del Mesolítico de los inicios del Holoceno (hace unos 11.500 años) y de los inmigrantes procedentes del Creciente Fértil, portadores de la nueva cultura neolítica.
El estudio del último tramo de la prehistoria de la península ibérica es muy importante para conocer nuestras raíces. Aunque la historia nos habla de la arribada de algunos pueblos del norte, del sur y del este, su importancia cuantitativa fue mucho menor de los pensamos, mientras que todos los datos sugieren una fuerte identidad biológica para todos los pobladores de Iberia. Los yacimientos de Atapuerca, junto a otros muchos lugares, son una fuente de información fundamental para conocer esa identidad gracias al progreso de los datos genéticos emanados del estudio de los restos humanos.
José María Bermúdez de Castro
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