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Nuestros viajes a China durante estos últimos años no solo han servido para conocer y colaborar en el estudio de viejos fósiles, casi olvidados en cajones y armarios de respetables instituciones. Esos viajes nos han permitido intuir el impresionante potencial de este país en arqueología y paleontología. Todavía siguen llegando a las revistas científicas de gran impacto mediático las revisiones de los materiales obtenidos en el siglo XX, en unas condiciones poco favorables para los abnegados científicos chinos. Por fortuna, una parte de esa información se está recuperando y nuestra visión de la prehistoria está cambiando a marchas forzadas.

Herramientas fabricadas con tecnología Levallois, halladas en el yacimiento de Guanyindong (China). Fuente: Nature

El último trabajo publicado en la revista Nature por Yue Hu, Bo Li y otros colegas chinos, que realizan su actividad científica en China y otros países, ha puesto de manifiesto que sabemos muy poco no solo sobre los humanos que poblaron esta región del planeta durante el Pleistoceno sino también sobre su cultura.

 

Hace ya muchos años, cuando la prehistoria se desarrollaba fundamentalmente en Francia, se descubrieron una serie de herramientas muy particulares en las canteras del actual barrio parisino de Levallois-Perret (Hauts-de-Seine). Varios arqueólogos franceses han estudiado esta forma de producir herramientas de piedra, que se puede encuadrar dentro de la tecnología musteriense atribuida a los neandertales. Las poblaciones africanas de finales del Pleistoceno Medio también produjeron herramientas con una complejidad similar a la de la técnica Levallois, que tiene particularidades bien reconocidas por los expertos. Esta técnica exige una alta capacidad para planificar golpes precisos, que permiten extraer herramientas singulares de los cantos de piedra. Cada herramienta tendría una función determinada. Este fue uno de los saltos importantes en la producción de útiles, tras el larguísimo periodo en el que dominó la tecnología achelense. Las herramientas achelenses, de una belleza indudable, se utilizaban para funciones diversas. Siempre se ha comparado a los bifaces, picos y hendedores con una navaja suiza de usos múltiples.

 

Varias circunstancias históricas favorecieron el desarrollo de la prehistoria en Europa durante decenas de años. Los yacimientos de Asia tuvieron también su etapa gloriosa antes de la segunda guerra mundial. Pero después de esta contienda se sumergieron en una profunda oscuridad. El enorme interés que despertaron los yacimientos africanos durante toda la segunda mitad del siglo XX contribuyó a que la arqueología y la paleoantropología del lejano oriente quedara en un discreto segundo plano. Es por ello que nuestra visión de aquellas regiones ha estado muy sesgada por la falta de información acerca de los tesoros científicos acumulados en las instituciones de China. Se asumía que la tecnología lítica del lejano oriente fue muy simple, apenas sin pasos intermedios entre un achelense poco conocido y las tecnologías producidas por ciertos humanos del Pleistoceno Tardío. Algunos de esos humanos se concibieron como el resultado de la evolución directa de Homo erectus hacia Homo sapiens, siguiendo la tradición de la teoría multiregional para explicar el origen de nuestra especie. Todo demasiado simple y demasiado lineal.

 

El yacimiento de Guanyindong, en la provincia de Guizhou (suroeste de China) ha sido revisado por Yue Hu, Bo Li y sus colegas. Las dataciones realizadas entre 1980 y 1990 mediante el método de las series de uranio dio resultados contradictorios, con márgenes de error inadmisibles. Nuevas dataciones mediante el método de la luminiscencia (OSL) han proporcionado datos coherentes de 40.000-70.000 años para el nivel más alto y 170.000 años para el nivel más profundo. Las herramientas recuperadas en Guanyindong tienen una antigüedad de entre 80.000 y 170.000 años. Esas herramientas han sido analizadas con detalle por los arqueólogos chinos y su veredicto has sido sorprendente: las herramientas fueron configuradas siguiendo una técnica similar al Levallois.

 

¿Qué conclusiones podemos obtener de este hallazgo? En primer lugar, hemos de admitir que las técnicas para producir herramientas en China durante el Pleistoceno Medio y la fase más temprana del Pleistoceno Tardío fueron mucho más complejas de lo se pensaba hasta el momento por falta de información. Las poblaciones de esta parte de Eurasia también dejaron atrás la tecnología achelense, para configurar herramientas complejas que se emplearon en funciones concretas. Parece que los modelos lineales y simples del paradigma de la arqueología de China se derrumban. ¿Es posible que la técnica Levallois y otras modalidades similares llegaran al sur de China por difusión cultural? Es una hipótesis a tener en cuenta, por supuesto. Pero no podemos olvidar que en los últimos años se ha revitalizado la idea de que la variabilidad biológica de las poblaciones de China es también muy compleja. Los modelos que se aplican en Europa pueden también ser válidos para el lejano oriente. Esa variabilidad puede ser el resultado de contracciones y expansiones continuadas de la población asociados a las oscilaciones climáticas del Pleistoceno, sin descartar la llegada de grupos procedentes del oeste durante todo ese largo período del Cuaternario. En China no solo vivió la especie Homo erectus, como se asumía hace tan solo una década. Un claro ejemplo son los elusivos Denisovanos, que simplemente podrían ser una versión asiática muy particular de la genealogía de los neandertales. El estudio de su ADN apunta en esa dirección.

 

Siempre me refiero al territorio en el que vivieron los neandertales como un vasto imperio, que ocupó buena parte de Eurasia. ¿Y por qué no la totalidad? Cómo decía un viejo conocido, el arqueólogo Robin Dennell, “los neandertales llegaron a bañarse en el Pacífico”. Quizá no le falte razón. Los neandertales y sus ancestros del Pleistoceno Medio pudieron expandir sus dominios hacia el Este, llevando su tecnología a otros territorios. Los autores del estudio de las herramientas de Guanyindong son muy prudentes en sus conclusiones, como exige la práctica de la Ciencia. Pero no me extrañaría que por sus mentes haya cruzado una idea similar a la de Robin Dennell. Pienso que ya es hora de escribir un nuevo capítulo de la evolución humana, dejando atrás viejas concepciones y ser mucho más inclusivos en la visión que tenemos del gran continente eurasiático

 

José María Bermúdez de Castro