Me preguntan con mucha frecuencia sobre el futuro de nuestra especie ¿Cómo seremos dentro de cientos, quizá miles de años? La respuesta es relativamente sencilla. Si nuestro futuro estuviera solo en manos de la selección natural y del medio ambiente (externo, para no complicar la explicación), entendido como todos los factores que interaccionan con nosotros en el ecosistema donde vivimos, nadie puede predecir qué aspecto tendremos. Esta contestación no es tajante, porque se podrían proponer algunos cambios indeseables en cualquier ambiente. Pero es mejor simplificar la respuesta.
También hablo de la “selección cultural”. Ya sabe que de manera proactiva hemos modificado el patrimonio genético de la especie en su conjunto, luchando denodadamente contra las enfermedades y otros problemas (por ejemplo, las dificultades para el parto). El incremento demográfico exponencial de Homo sapiens se debe, en buena parte, a la ecuación que enfrenta a la selección natural, que no da tregua y la selección cultural, que lucha contra lo inevitable y ha conseguido no pocos éxitos.
Para terminar, explico las posibilidades que nos podría abrir la ingeniería genética. Es decir, el control absoluto sobre la selección natural. Pero siempre me refiero a resultados de investigaciones, que culminarán dentro de cientos de años. Pero, ¿quizá me estoy equivocando con los plazos?
Me temo que en próximas ocasiones tendré que hablar de un tal He Jiankui y de sus manifestaciones en los medios de comunicación. Esas manifestaciones han provocado honda preocupación y en muchos casos escepticismo. Nadie sabe si las afirmaciones de He Jiankui son ciertas o simplemente una auto-propaganda muy desafortunada. No se trata de ir contra el progreso científico, sino de evaluar con objetividad las posibilidades de la manipulación intencionada del genoma humano, de sus consecuencias a nivel individual y social. Es posible que las noticias llegadas desde China se olviden pronto y el señor He Jiankui pase muy pronto al anonimato.
La ingeniería genética se lleva practicando décadas en plantas y animales y son una fuente muy importante de avances científicos. Todo el mundo sabe, por ejemplo, que los roedores han sido y son fuente de conocimiento. Se han publicado miles de trabajos científicos en los que se describen posibles efectos de la acción de los genes identificados en estos animales. Desde hace mucho tiempo se sabe que muchos caracteres, como la estatura, son poligénicos; es decir, requieren la intervención de varios genes. En cambio, otros genes tienen un efecto múltiple sobre distintas regiones anatómicas cuando se expresan en momentos tempranos del desarrollo. Pondré un ejemplo. Los genes denominados Fgf8 y Fgf9 se expresan muy pronto en el desarrollo embrionario y tienen un efecto en el llamado epitelio oral, que terminará por tener un papel importante en el desarrollo de los dientes. Si esos genes se desactivan de manera artificial, causan efectos irreparables no solo en los dientes, sino en el maxilar, la mandíbula, la parte lateral del cráneo, el oído medio, la lengua y otros tejidos próximos. Es decir, se produce un fallo generalizado de una región importante de la cabeza. Ni decir tiene que los individuos afectados son inviables.
El genoma humano tiene unos 20.000-25.000 genes operativos, cuya participación en la “construcción” de un individuo normal y viable es un proceso sumamente complejo. Cada uno de esos genes es responsable de la producción de un producto, que a su vez interacciona con los productos de otros genes. Todos esos productos representan ese “ambiente interno”, cuya investigación todavía requiere un larguísimo recorrido. Si entre los/las lectores/as hay algún/a experto/a en matemáticas, no tendrá dificultades en realizar una estimación del número de posibles interacciones entre todos esos productos. ¿Qué capacidad informática sería necesaria para crear un modelo creíble? Todo lo que sucede durante el desarrollo embrionario hasta que termina en conformarse cualquiera de los órganos que componen nuestra anatomía es un universo que todavía no está al alcance de la ciencia. ¿Es que alguien sabe ya cómo se desarrolla el cerebro desde la formación de la placa neural hasta que sus 100 millones de neuronas son plenamente operativas? Aunque ya se conozcan familias de genes implicadas en el desarrollo del cerebro, apenas hemos empezado a caminar, que no es poco.
La manipulación del genoma humano se me antoja como una utopía, cuando no una enorme irresponsabilidad. La ciencia no puede detenerse, porque de ella depende el futuro de la humanidad. Y no se trata de defender una normativa ética conservadora, sino de aplicar el sentido común. Aún no estamos preparados.
José María Bermúdez de Castro
Yo estoy convencido de que en algún lugar de China se va a intentar resucitar a la especie neandertal o a un híbrido de ésta y homo sapiens. La realidad es que la ética científica no condiciona a los estamentos científicos y de poder de muchas potencias fuera de la «órbita occidental». Mucho me temo que en las próximas décadas veremos cosas increíbles de manera directamente proporcional al incremento paulatino de los efectos y desastres provocados por el cambio climático y otros fenómenos como la inversión magnética, la actividad solar, la modificación de la órbita terrestre, etc. En el contexto de una humanidad en crisis (en el pasado ya superamos otras crisis pero nos limitamos a perecer la mayoría, quedando sólo unos pocos supervivientes, pero hoy tenemos todo el poder de la ciencia y la tecnología) la ética no va a importar mucho. No es catastrofismo, pues no es para mañana por la mañana, hablo de décadas o siglos, es contextualizar lo que ya ocurrió en el pasado (épocas glaciales por ejemplo) unido a nuestro poder actual científico-técnico. Y si los avances en ingeniería genética permiten cualquier experimento es indudable que en algún momento alguien se encargará de llevarlo a la práctica, al margen de la ética.
Saludos.