Como no podía ser de otra manera, defiendo y participo de manera activa en la comunicación de la ciencia. Pero, ¡cuidado!, el paso entre la divulgación rigurosa y el mito interesado están separados por una línea muy delgada. Cabe recordar casos como la posible existencia del Yeti. No es difícil pasar de la hipótesis a la especulación y de ahí a las historias de venta fácil. Hace pocos años se obtuvo ADN mitocondrial de un hominino encontrado en una cueva de los montes Altai, en Siberia. Desde entonces, los llamados “denisovanos” se han popularizado y los propios científicos hablan de una nueva especie o subespecie, cuyo aspecto se desconoce. Salvo que en el mismo yacimiento o en otros próximos se encuentren restos fósiles muy completos con un ADN similar seguiremos preguntándonos por el aspecto de aquellos humanos, que vivieron en esa región de Eurasia hace al menos 100.000 años. Ese desconocimiento es el primer paso hacia el mito.
El último trabajo publicado en la revista Nature sobre el ADN de Denny, una chica mestiza que vivió hace unos 50.000 años cuya madre fue denisovana y su padre neandertal, ha seguido aportando información para seguir proponiendo diferentes hipótesis. También para especular. Según los datos obtenidos en éste y otros estudios, la separación efectiva de los neandertales y los denisovanos pudo ocurrir hace aproximadamente unos 400.000 años. A pesar de esta brecha temporal milenaria, neandertales y denisovanos se comportaron como si fueran miembros de la misma especie. Cuando se produjo el reencuentro no hubo rechazo por el aspecto físico que hubieran podido adoptar las dos poblaciones en ese largo período de tiempo.
Así que podemos lícitamente especular que los denisovanos y los neandertales tendrían una apariencia bastante similar. Quizá no se trató de una hibridación forzada, sino el resultado natural de la proximidad geográfica y genética de grupos de denisovanos y neandertales. ¿Y por qué no asumir que los denisovanos fueron un grupo de verdaderos neandertales separados temporalmente de la genealogía principal por cuestiones climáticas en valles perdidos de los montes Altai? En otras palabras, los denisovanos pudieron ser una estirpe más de la especie Homo neanderthalensis, como lo fueron los neandertales del Próximo Oriente. Ya sabemos que los neandertales tienen raíces muy profundas en Europa y en el suroeste de Asia, de acuerdo con las evidencias de yacimientos tan importantes como la propia Sima de los Huesos de la sierra de Atapuerca, o los cráneos de Swanscombe (Reino Unido) o Stenheim (Alemania). El nombre específico que demos a cada uno de ellos no es tan importante como el hecho de que hubo una genealogía en Eurasia con lazos genéticos muy estrechos. Esta genealogía estuvo dispersa por Eurasia durante miles de años. Y los denisovanos parece que no son ajenos a esa genealogía.
El genoma de los neandertales y de los denisovanos no era similar, como nos han contado los expertos y como cabe esperar de su lejanía filogenética. Es posible que la viabilidad de los mestizos no fuera frecuente. De ser así, el hallazgo de Denny pudo ser algo así como “el gordo de la lotería”. O quizá no. El propio Svante Pääbo afirma que el mestizaje pudo ser mucho más frecuente de lo que podemos imaginar. En otras palabras, Denny representaría el número de una lotería que siempre toca.
Las aproximadamente 15.000 generaciones que separaron a los neandertales clásicos de Europa occidental de los denisovanos fueron insuficientes para producir una diferenciación genómica importante entre los dos grupos. Aunque cada vez hay más información y se comparte con relativa facilidad mediante las redes sociales (o quizá por ello) podemos caminar sin querer hacia un nuevo mito de la paleoantropología.
José María Bermúdez de Castro
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