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Hoy se cumplen 210 años del nacimiento de Charles Darwin. Me sumo a los homenajes con este sencillo texto, para recordar al científico que cambió nuestra forma de entender la vida. No me resulta difícil imaginar los amargos desasosiegos de Darwin en una lucha desigual por exponer sus ideas revolucionarias ante sus colegas y ante la sociedad en general.

En 1872, diez años antes de su fallecimiento, Darwin publicó un libro sobre las emociones: “The Expression of the Emotions in Man and Animals”. A Darwin le interesaba este aspecto desde que era estudiante. Sir Charles Bell, anatomista, cirujano y teólogo, defendía en la década de 1820 que las expresiones y sus músculos asociados eran una obra divina, destinada a manifestar nuestros sentimientos. Darwin, que era un observador nato, tomó buena nota de las expresiones de todos los seres humanos con los que tuvo relación durante sus viajes en el Beagle. Todas ellas eran similares ante el miedo, la alegría o la sorpresa, con pequeñas variaciones basadas en la diversidad cultural. Pero Darwin no se conformó con estudiar las poblaciones humanas, incluidas las de su Inglaterra natal, sino que observó a decenas de animales tanto a los domésticos como a los recluidos en zoológicos, además de examinar cientos de fotografías e ilustraciones.Lo más interesante es que muchos de los mamíferos que pudo estudiar tenían expresiones no muy diferentes a la humana.

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Darwin acertadamente dedujo que esas expresiones espontaneas no podían obedecer al intelecto que caracteriza a los seres humanos y abordó la cuestión desde su punto de vista de naturalista con el ingrediente –cómo no- de la evolución. Siendo vertebrados sociales, nuestras emociones representan una manera eficaz de comunicación. Darwin desterró los argumentos filosóficos y religiosos, que habían sido puntales en el debate sobre las expresiones humanas, y se quedó solo con la idea de que las expresiones son una compleja manifestación motora coordinada con los estados emocionales de nuestra mente.El libro de Darwin tuvo un reconocimiento social muy importante, llegando a vender más de 5.000 ejemplares. Una cifra impresionante para la época.

Nuestro lenguaje parecía ser un factor muy positivo en la expresión de las emociones. Pero cuando los expertos han profundizado en este campo se han sorprendido del gran repertorio de expresiones en otros vertebrados sociales. Recordemos que las personas mudas tienen una impresionante capacidad para comunicarse, aunque no puedan utilizar el lenguaje. En la actualidad se conocen hasta 66 tipos de gestos en los chimpancés, que permiten la comunicación de diferentes estados de ánimo, sin necesidad de utilizar el sonido. Exactamente cómo lo hacemos nosotros. Y lo más probable es que la mayoría de esas expresiones gestuales tengan un origen común. Existen ya docenas de artículos científicos dedicados a estas cuestiones. Recomiendo la lectura de un artículo en acceso abierto publicado en 2015 por Marina Davila-Ross, GoncaloJesus Jade Osborne y Kim A. Bard en la revista PLoSOne, que compara los diferentes gestos relacionados con la risa entre humanos y chimpancés.

Figura. Charles Darwin, junto a una de las sentencias que mejor resume la evolución de la vida por medio de la selección natural.

José María Bermúdez de Castro