Seguro que muchos lectores saben que los chimpancés practican la política. A su manera, claro está. En los grupos de la especie Pan troglodytes siempre existe el llamado macho alfa, que rige por un tiempo el destino de su tribu. Los machos beta y otros machos de menor jerarquía actúan bajo sus órdenes en la defensa del territorio o en la búsqueda de recursos. Todos ellos están emparentados debido a la particular biología social de esta especie, en la que los machos permanecen siempre en el mismo grupo, mientras que las hembras proceden de tribus vecinas. Así se evita la consanguinidad (endogamia), que tendría efectos negativos a corto plazo. La jerarquía, establecida de manera natural, es necesaria para el funcionamiento ordenado de esta especie.
El macho alfa mantiene su estatus gracias a su poderío físico y su inteligencia, siempre a la espera de ser destronado por otro macho más joven. Para ello no basta solo con la fuerza, sino que los aspirantes emplean alianzas y coaliciones más o menos duraderas. En esta especie, y particularmente en los bonobos (Pan paniscus), el alto grado de sociabilidad e inteligencia son más valiosos que la fuerza bruta. Los expertos consideran que este comportamiento es una forma de hacer política. Puesto que compartimos un antecesor común con los chimpancés, nuestros ancestros debieron de actuar de un modo muy parecido. Podemos decir que la política se ha practicado desde siempre en la genealogía humana.
Nuestra especie ha llegado, por el momento, a la culminación de un comportamiento estratégico necesario para la supervivencia. Todos practicamos la política dentro del grupo social en el que nos ha tocado vivir. Y la “alta política”, la que rige los destinos de cada país, no es sino el reflejo de un comportamiento controlado por nuestros genes. Con independencia del sistema político de un país, las alianzas, coaliciones, prebendas, manipulaciones, prevaricaciones, conspiraciones, etc. son imprescindibles para conseguir y mantener el poder. Somos más inteligentes que los chimpancés y nuestra práctica de la política tiene muchos más recursos. Pero la esencia es la misma. Siempre hablamos de transparencia, pero en política esto es una quimera contraria a nuestra naturaleza. Pero no por ello hemos de renunciar a ella.
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