En la vertiente sureste de la sierra de Atapuerca, mirando hacia el valle del río Arlanzón y la sierra de Demanda, se abre lo que queda del gran portal de la llamada cueva del Mirador. Hace muchos años visitamos por primera vez esta cueva, atraídos por su inmejorable situación y su impresionante vista panorámica. Suponíamos que éste era el lugar perfecto para encontrar niveles arqueológicos con restos de la población neandertal. Nos equivocamos.
Hace varios miles de años la mayor parte del techo de la cueva se derrumbó, quizá cuando todavía no había sido utilizada como refugio ni por los humanos ni por otras especies de los mamíferos de entonces. Conocimos este hecho después de trabajar de manera infructuosa durante más de diez años en un sondeo arqueológico de seis metros cuadrados, que alcanzó casi quince metros de profundidad. Así es la arqueología.
No obstante, se pudieron hacer investigaciones muy interesantes sobre el uso de la cavidad por los primeros agricultores y ganaderos de la región, hace entre 4.000 y 3.000 años antes del presente. Más tarde, el equipo se propuso buscar en el fondo de la cavidad posibles entradas hacia galerías subterráneas. No era una idea descabellada, porque en el interior del sondeo arqueológico se perciben suaves brisas de aire, que deben de proceder de esas cavidades. Es interesante recordar que en otros lugares de la sierra de Atapuerca existen amplias galerías repletas de enterramientos de aquella época, que esperan mejores tiempos para obtener una enorme cantidad de información sobre la prehistoria más reciente de la región. Por ejemplo, está pendiente un estudio del ADN de los restos esqueléticos de aquella población de la edad del Bronce, que permitirá conocer la procedencia de los pobladores de la meseta norte. Es casi seguro que todos ellos pertenecen a las tribus que vivieron en la península Ibérica desde hace miles de años, y que adoptaron la cultura neolítica procedente del Este. Además, se podrá comparar ese ADN antiguo con el de las personas que han vivido en estas tierras durante generaciones. Es cuestión de esperar a que la economía mejore y se puedan abordar este tipo de investigaciones.
A poco de comenzar los trabajos en la cueva del Mirador para encontrar las galerías taponadas por sedimentos recientes aparecieron los primeros enterramientos. El más interesante de todos ellos corresponde a una joven de unos 20 años, inhumada con las piernas dobladas sobre su pecho, con algo de ajuar y apoyada sobre un molino de piedra. La excavación se realizó con enorme minuciosidad y se escanearon todos y cada uno de sus restos. Algún día se podrá recrear el movimiento de todo el cuerpo desde que La Molinera (su apodo) fue enterrada hasta su exhumación, 3.000 años después de su muerte.
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