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Un grupo de científicos del Equipo Investigador de Atapuerca colabora en varias materias con paleoantropólogos y arqueólogos del Instituto de Paleontología de Vertebrados y Paleoantropología (IVPP) de Pekín

China tiene un enorme potencial para el estudio de la evolución humana. En su haber figuran cientos de yacimientos arqueo-paleontológicos, muchos de ellos con restos fósiles humanos. La antigüedad de sus yacimientos lleva las raíces de su primer poblamiento hasta el Pleistoceno Inferior, con dataciones que rozan el millón y medio de años. Por descontado, su historia milenaria más reciente es la de una civilización próspera y rica en contribuciones al progreso de la humanidad.

La prehistoria de China estuvo de moda en los años treinta y cuarenta del siglo XX, gracias a los fabulosos hallazgos en el yacimiento de Chou-k’ou-tien (Zhoukoudian) próximo a Pekín, que desgraciadamente se perdieron durante la segunda guerra mundial. Desde entonces, la prehistoria de China estuvo sumida en un gran desconocimiento para los científicos occidentales. Se publicaron muchos trabajos sobre esos yacimientos en chino tradicional, el idioma más hablado del mundo. Pero esas publicaciones han pasado inadvertidas por cuestiones obvias. Hasta hace relativamente poco tiempo esta lengua (y otras muchas formas de la gran familia de lenguas siníticas) apenas se han hablado fuera de las propias fronteras de ese gran país.

Las cosas han cambiado y lo están haciendo a gran velocidad. Los expertos chinos ya han publicado docenas de trabajos en revistas científicas anglosajonas (algunas de gran prestigio) y las cooperaciones están a la orden del día. Recuerdo bien que durante los años ochenta del siglo XX el antiguo poblamiento de China se percibía de manera muy simplista por falta de información. La idea generalizada, que aún persiste, era la de un poblamiento homogéneo por la especie Homo erectus, que colonizó el enorme continente de Asia desde la región de Sunda (unidad territorial de las grandes islas de Sumatra, Java y Borneo, etc. durante los fuertes descensos del nivel del mar en las fases glaciales) hasta más poco más allá del paralelo 45º. En pocos años los prehistoriadores chinos más jóvenes han ido adaptando sus hallazgos y descubrimientos a los paradigmas cambiantes elaborados en el mundo occidental, tratando de eliminar ideas conservadoras, casi dogmáticas.

Asia es un enorme continente con una gran diversidad de ambientes. Antes hablaba de las islas de Sumatra, Java y Borneo que, junto al resto del sudeste asiático, gozan de un clima tropical. En el norte de China o en Mongolia, el clima continental y las frías temperaturas fueron una barrera infranqueable para los homininos hasta la llegada de Homo sapiens. Los miembros de nuestra especie se encontraron con poblaciones reducidas y aisladas en zonas de clima aceptable (Homo erectus, Denisovanos y quizá otras), con las que hibridaron de manera puntual y tuvieron descendencia fértil. Así pues, no puede resultar extraño que poco a poco se vaya descubriendo una gran diversidad morfológica en las poblaciones humanas del Pleistoceno de China. Si durante el mismo período la península europea tuvo una gran diversidad ¿que podemos esperar del vastísimo territorio de Asia? Mi predicción es que pronto habrá muchas sorpresas sobre el poblamiento de Asia.

El llamado “gigante asiático” progresa en ciencia a enorme velocidad y sus cosmonautas ya han pisado la luna. La arqueología y la paleoantropología de China también han avanzado con paso firme. Sus científicos más jóvenes se han ido formando en universidades de otros países y tienen un enorme interés en dar a conocer el enorme patrimonio del país. Muy pronto, esos jóvenes estarán proponiendo sus propios paradigmas al mundo occidental. Si China estuvo de moda en la primera mitad del siglo XX por los hallazgos en Zhoukoudian, lo volverá a estar en los próximos decenios, tanto por la puesta al día de sus innumerables yacimientos como por el descubrimientos de otros muchos.