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Hace unos seis millones de años aparecieron en África los primeros representantes del linaje humano. Casi al mismo tiempo aparecía en África el género Homotherium, uno de los representantes mejor conocidos de la gran familia de tigres dientes de sable. Desde entonces, nuestros respectivos “destinos evolutivos” han seguido caminos paralelos.

Los especímenes del género Homotherium llegaron a tener más de un metro de alzada y hasta 200 kilogramos de peso. Sus largos y poderosos caninos tuvieron que ser un arma temible. Los ardipitecos, australopitecos, parantropos y los primeros Homo fueron víctimas de este gran predador de los bosques y sabanas de África. Sin embargo, algunos investigadores han propuesto una hipótesis complementaria: los homoterios pudieron ser también grandes aliados de los Homo primitivos en lo que se refiere a la obtención de comida. Suena paradójico. La hipótesis no es descabellada, aunque parece difícil de contrastar. Me explico.

La mayoría de expertos en la biología de los primeros representantes del género Homo (Homo habilis, por ejemplo) están de acuerdo en afirmar que el tamaño y complexión de aquellos humanos de hace dos millones de años no era suficiente como para considerarlos grandes cazadores. El comportamiento organizado y social de Homo habilis no parece suficiente como para atribuir a los miembros de esta especie dotes de grandes cazadores. Más bien se tiende a pensar que Homo habilis y otras posibles especies primitivas del género Homo conseguían carne de grandes mamíferos mediante la práctica del carroñeo. La carne era todavía un buen complemento de la dieta más que un elemento fundamental de la misma. La carne, como plato fuerte, tendría que esperar varios miles de años hasta que adquirimos la gran complexión que caracterizó a las especies del Pleistoceno Medio, una cultura más desarrollada y estrategias cinegéticas elaboradas.

Los expertos piensan que los tigres dientes de sable tendrían dificultades para aprovechar al máximo la carne de sus presas. Los poderosos caninos eran un arma letal, pero también un impedimento para rebañar los restos de los animales cazados. Si los homoterios cazaban bajo la protección de los árboles, los carroñeros aéreos tardarían en detectar un bocado tan apetitoso. Los humanos estaríamos al acecho y llegaríamos antes que los demás carroñeros para terminar el festín. En términos técnicos seríamos carroñeros pasivos, mientras que buitres y hienas son activos en su lucha por los restos de los animales muertos.

Estos acontecimientos pudieron suceder hace unos dos millones de años, cuando nos estábamos moviendo hacia el norte siguiendo el Gran Valle del Rift y saliendo del continente africano. En Eurasia nos esperaban las poblaciones del género Homotherium, que se habían adelantado a nosotros en su expansión fuera de África. Es por ello que seguimos coexistiendo con éllos durante miles de años. Quizá dejamos de ser presas habituales y hasta es posible que los cazáramos de manera ocasional. Lo cierto es que el género Homotherium empezó a tener competidores en Eurasia, como los leones o las panteras, y su hegemonía se fue apagando poco a poco. Aún así, todavía estarían un cierto tiempo en nuestra compañía, cuando la especie Homo sapiens dejó por última vez su hogar africano, para expandirse por todo el planeta.