Es difícil estimar la cantidad de artículos científicos y de divulgación que se han escrito para contar el hecho de la desaparición de los Neandertales. Sentimos verdadero interés, curiosidad (y tal vez hasta un poco de culpabilidad) por saber que pudo suceder con esta población, que tuvo un enorme éxito como especie y que se extinguió coincidiendo con la expansión de Homo sapiens.
Los investigadores Paola Villa (Universidad de Colorado, USA) y Wil Roebroeks (Universidad de Leiden, Holanda) nos ofrecen en la revista PLOS ONE una nueva hipótesis sobre este evento de la prehistoria reciente. Villa y Roebroeks son dos arqueólogos con una enorme experiencia sobre sus espaldas. Los dos han dedicado buena parte de su vida profesional a la investigación de los últimos 50.000 años, cuando tuvo lugar la progresiva desaparición de todos los humanos residentes en África y Eurasia y su sustitución por las poblaciones de nuestra especie.
La percepción que se tiene de los neandertales por parte de los científicos es notablemente extrema. Para algunos, explicar su extinción es coser y cantar, puesto que tanto sus cualidades biológicas como culturales eran muy inferiores a las nuestras. Nótese que he utilizado a propósito el calificativo de “inferior”, que en biología evolutiva es erróneo. Las especies son distintas en sus respectivas adaptaciones, no inferiores o superiores. Pero como desde siempre nos hemos considerado superiores a todas las demás especies del planeta, el uso de este calificativo resulta familiar y hasta políticamente correcto. Los neandertales no escapan a esta forma de pensar y se habrían extinguido por inferioridad biológica, numérica y/o tecnológica. Por ejemplo, algunos han recurrido a nuestras elevadas posibilidades lingüísticas, incluida a la habilidad para expresarnos mediante símbolos. Los neandertales habrían carecido de tales adaptaciones.
También se ha considerado que los neandertales tuvieron menor capacidad para la innovación y menor habilidad para las artes cinegéticas. Sus armas y las herramientas habituales eran menos eficaces y la diversidad de su dieta no era comparable a la nuestra. Su red de contactos sociales era pobre frente a nuestra posibilidad de crear grupos numerosos y bien organizados. Tal vez me equivoque, pero la primera hipótesis que se propuso para explicar la extinción de los neandertales fue su incapacidad para adaptarse a las condiciones extremas de las últimas épocas glaciales. Nuestra avanzada tecnología nos habría ayudado a superar los rigores climáticos. Y aquí estamos.
Villa y Roebroeks nos recuerdan todas y cada una de estas hipótesis, algunas de las cuales ya han sido rechazadas por las evidencias arqueológicas. Los neandertales se conformaron como población hace más de 300.000 años. Sus restos fosilizados permiten diferenciarlos con mucha claridad de otros homininos, al punto de que la gran mayoría los reconocemos como especie paleontológica: Homo neanderthalensis. Si bien es cierto que la población de los neandertales tuvo que sufrir fuertes descensos demográficos por el efecto brutal de las glaciaciones, durante las fases cálidas se expandieron por la mayor parte de Eurasia. Sus yacimientos llegan hasta mas allá del mar Caspio y tuvieron contacto con los denisovanos en el sur de Mongolia. Hace pocos meses, el prehistoriador Robin Dennell nos decía con sonrisa burlona que los neandertales llegaron a bañarse en el Pacífico. Y quizá no le falte razón. Si el éxito evolutivo de una especie se puede medir por su capacidad para expandirse por amplios territorios, los neandertales fueron una especie de largo recorrido ¿Cómo dudar de su habilidad para la caza o de la diversidad de su dieta? En apariencia, su tecnología no era inferior a la nuestra. Así lo señalan Villa y Roebroeks, que manejan una gran cantidad de información bibliográfica y la observación directa del registro arqueológico durante muchos años de profesión.
El debate continuará durante mucho años, porque faltan muchas evidencias biológicas. Si todavía sabemos poco de nuestro cerebro y de nuestra mente ¿qué podemos decir de unos humanos de los que tan solo conservamos sus huesos?, ¿será capaz el ADN obtenido de estos huesos de darnos alguna respuesta sobre las habilidades cognitivas de los neandertales? Estoy convencido de que así será, aunque muy probablemente seguiremos sin encontrar una hipótesis que resista con fuerza el paso del tiempo.
Si se me permite un último apunte, Villa y Roebroeks tendrán al menos que reconocer un dato muy elocuente: los neandertales nunca salieron de Eurasia, mientras que los sapiens cruzaron brazos de mar para expandirse hacia Eurasia, Australia y muchas de las islas del Pacífico. Homo sapiens supo de las artes de la navegación y de la pesca hace muchos miles de años, mientras que algunos de los últimos neandertales estuvieron mirando hacia África desde Gibraltar sin atreverse a dar un paso, que quizá les habría llevado a prolongar su reinado en otro continente.
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