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Reconstrucción de Lucy (Australopithecus afarensis)

La localidad de Hadar, en Etiopía, se encuentra en el conocido Triángulo de Afar. Se trata de una de las áreas geográficas más inhóspitas de África, donde apenas llueve y la vegetación es escasa y adaptada a condiciones casi desérticas. Sin embargo, el pasado fue mucho más benévolo con esta región, donde se puede llegar a conocer la mayor parte de la evolución de nuestros ancestros. Las evidencias geológicas nos dibujan un escenario muy diferente al que podemos ver en la actualidad. Es evidente que las especies de homininos del Plioceno y Pleistoceno encontraron en el Triángulo de Afar todo cuanto necesitaban para vivir.

La década de 1970 estuvo marcada por los fabulosos hallazgos realizados por el equipo de Donald Johanson en yacimientos próximos a la localidad de Hadar, que se completaron con los logrados por el equipo de Timothy White en Laetoli (Tanzania). Los dos lugares abarcan una cronología de casi un millón de años y en aquella década nos ofrecieron una de las mejores colecciones de fósiles de homininos recuperados hasta el momento. En 1978 Donald Johanson y Timothy White nombraron la especie Australopithecus afarensis en la revista Science, tras el estudio de las colecciones de fósiles humanos recuperados en Hadar y Laetoli. En la actualidad, la cronología de esta especie está comprendida entre 3,9 y 3,0 millones de años. Puesto que en la década de 1970 no se conocían fósiles humanos más antiguos, Australopithecus afarensis fue considerada como el origen de todos los demás miembros de nuestra genealogía. Es por ello que “Lucy” (AL-288-1), uno de los especímenes más completos recuperados en Hadar y atribuido a una hembra, tuvo por algún tiempo el carácter simbólico de “madre” de toda la humanidad.

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Imagen desértica del Triangulo de Afar

Lucy medía aproximadamente un metro de estatura y su peso no era superior a 30 kilos. En principio, cuando aún se pensaba que todos los homininos tenían un desarrollo similar al de Homo sapiens, Lucy fue atribuida a una hembra adulta de unos 20 años de edad. El hecho de tener ya los terceros molares en oclusión apoyaba esta hipótesis. Sin embargo, cuando una década más tarde se demostró que el desarrollo de Australopithecus afarensis y el de otras especies de australopitecos era similar al de los chimpancés, la edad de Lucy tuvo que rebajarse hasta los 12 años. Es posible que a esa edad Lucy aún no hubiera sido madre o, como mucho, habría tenido un único hijo al que no habría tenido tiempo de amamantar. Si fue así, aquel hijo no pudo sobrevivir y Lucy falleció sin descendencia.

Las diferencias de tamaño e incluso de forma entre los fósiles de Hadar y Laetoli, separados por varios miles de kilómetros y por una apreciable distancia temporal, no fueron obstáculo para nombrar la especie Australopithecus afarensis. Según Johanson y White, aquellas diferencias se debían a un apreciable dimorfismo sexual de la especie; es decir, los machos eran significativamente más altos y más pesados que las hembras, hasta un grado similar al que hoy día podemos apreciar en Pan troglodytes. En el chimpancé común los machos son, en promedio, un 30% más grandes que las hembras.

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Sorprendente noticia reciente sobre Lucy, con graves errores de interpretación superados hace muchos años

A pesar de que la especie Australopithecus afarensis estaba muy próxima a nosotros en lo que se refiere a la forma de caminar,  sus brazos todavía eran proporcionalmente más largos que los nuestros y las falanges de sus dedos eran largas y curvadas. Los “afarensis” conservaron la capacidad para trepar con facilidad. Sus dedos índice y pulgar aún no tenían la posibilidad de realizar la pinza de precisión. Por ese motivo, ningún especialista les atribuye la capacidad de fabricar herramientas de manera sistemática.

El cráneo de Australopithecus afarensis era pequeño y podía alojar un cerebro de entre 375 y 500 centímetros cúbicos. Su cara era grande y proyectada hacia delante, de manera que las reconstrucciones faciales de estos homininos nos recuerdan todavía mucho a las de los chimpancés. No obstante, tenían caninos pequeños y alineados con los demás dientes. Nada que ver con los colmillos grandes y afilados de nuestros primos hermanos. La mayoría de los especialistas consideran que Australopithecus afarensis pertenecía a una rama lateral de nuestra genealogía, que desembocó en el linaje de los parántropos. No obstante, el debate sobre la genealogía de esta especie sigue en pie y aún esperamos muchas noticias acerca de este interesante período de la genealogía humana. Algunos medios de comunicación insisten en la maternidad de Lucy y su significado simbólico como madre de toda la humanidad. Pero me temo que todo se queda precisamente en eso: un símbolo para la historia de la evolución humana.