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El estrecho de Gibraltar: pasado y presente

El estrecho de Gibraltar representa una de las grandes esperanzas y un lugar fatídico para miles de inmigrantes, que huyen de la miseria y los conflictos bélicos de África. Algunos prehistoriadores consideran que el estrecho de Gibraltar pudo tener un papel importante en la colonización del continente europeo durante el último millón y medio de años. Desde hace décadas, el debate sobre esta cuestión se ha convertido en un asunto recurrente en los congresos que tratan la temática de los movimientos de las poblaciones de homininos durante el Pleistoceno.

En la actualidad, el estrecho de Gibraltar tiene una anchura máxima de 14,4 kilómetros y una profundidad máxima de 1.000 metros. El Estrecho tiene fama por sus peligrosas corrientes, la velocidad de sus vientos tanto de levante como de poniente y sus fuertes marejadas. A pesar de que África y Europa están casi a tiro de piedra y sus respectivas costas son perfectamente visibles a un lado y a otro, solo la desesperación de muchos es capaz de impulsar una travesía sumamente peligrosa sin embarcaciones adecuadas. Todos los proyectos de ingeniería pensados para unir África y Europa a través del Estrecho han sido desestimados por la insalvables dificultades técnicas que plantean las condiciones climáticas y la sismicidad.

Cuando hablamos del pasado tenemos que ponderar la bajísima densidad de población, que se repartía en grupos de no más de 30 individuos separados por decenas sino cientos de kilómetros. Así que nadie concibe la colonización de un territorio durante el Pleistoceno de no existir facilidades para el lento movimiento de los grupos en una dirección determinada y durante largos períodos de tiempo. En condiciones geográficas y climáticas similares a las actuales, el posible éxito de un grupo en una hipotética travesía a través del estrecho de Gibraltar entre África y Europa nunca habría permitido la colonización de este último continente. En este punto todos estamos de acuerdo.

Sin embargo, el debate ha continuado porque las condiciones en el estrecho de Gibraltar no han sido siempre las mismas durante el último millón y medio de años. En este largo período de tiempo las épocas glaciales fueron ganando en duración e intensidad. Durante los cuatro o cinco últimos períodos glaciales se acumuló una enorme cantidad de hielo en los continentes y el nivel de mares y océanos llegó a descender hasta 120 metros. En estas circunstancias muchas islas dejaron de serlo y algunos estrechos marítimos se convirtieron en pasos francos para los grupos humanos. El estrecho de Gibraltar se redujo en unos pocos kilómetros y afloraron varios islotes entre Tánger y Punta Paloma, no lejos de la ciudad de Tarifa. En esta zona del Estrecho la profundidad es de 500 metros, por lo que los diferentes islotes estarían separados por brazos de mar, más sencillos de atravesar a nado o en frágiles embarcaciones.

Desde el ámbito de la arqueología los defensores del paso por el Estrecho han sido y son numerosos. La razón fundamental está en la semejanza que existe entre la tecnología achelense que se observa en los yacimientos del sur de la península Ibérica y los que se encuentran en el norte de África. Estamos hablando de antigüedades en torno al medio millón de años. La falta de yacimientos con tecnología achelense en los países del este de Europa abogan por la hipótesis del paso por el estrecho de Gibraltar.

Mientras estos yacimientos no aparezcan, muchos arqueólogos seguirán apostando por esta última hipótesis. No obstante, desde el ámbito de la paleoantropología no se han encontrado argumentos sólidos para alinearse con la arqueología. Los grupos humanos de un lado y otro del Estrecho han sido siempre muy distintos. Si la tecnología achelense entró por el estrecho de Gibraltar, sus portadores no contribuyeron al poblamiento de Europa. A la espera de más excavaciones en países como Bulgaria o Rumanía, pienso que la ruta del Este es mucho más larga, pero también más razonable. Al fin y al cabo, la distancia en línea recta entre las puertas de Europa por el Este y la península Ibérica es de menos de 2.300 kilómetros, que se recorren en unos pocos miles de años a razón de 1 kilómetro/año. Para un periodo tan largo como el Pleistoceno esta distancia es irrelevante.

jbermudez

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