La primera y esencial diferencia entre la genealogía de los chimpancés y la genealogía humana reside en la forma de desplazarnos. Ellos son cuadrúpedos, aunque puedan caminar solo con los miembros inferiores durante un tiempo muy corto, mientras que nosotros somos bípedos.
No sabemos con exactitud como caminaría nuestro antepasado común, pero al menos conocemos los secretos de la marcha cuadrúpeda de los simios antropoideos y del bipedismo humano. Cuando comparamos la forma de la pelvis de un chimpancé o de un gorila con la de Homo sapiens, donde se encuentran esos secretos, nos parece imposible que hayamos dado un salto anatómico tan impresionante sin pasar por situaciones anatómicas intermedias. Los miembros del género Ardipithecus (5,8-4,4 millones de años) podían trepar con gran facilidad, pero su pelvis les permitía mantenerse perfectamente erguidos y caminar sobre sus extremidades inferiores. Hablaré de estos homininos en el próximo post, señalando sus peculiares capacidades locomotoras.
Las formas intermedias entre un primate bípedo y un primate cuadrúpedo se nos antojan poco o nada eficaces, cuando no imposibles. Nuestros cuerpos se construyen para funcionar del modo más eficiente, porque nos la jugamos en el medio hostil que nos rodea. La noticia del siglo en evolución humana sería sin duda el hallazgo de una pelvis de nuestro antepasado común con los chimpancés, que vivió en las selvas africanas hace unos seis millones de años. Podríamos entender entonces como se produjo la transición entre la marcha cuadrúpeda y la marcha bípeda sin comprometer la viabilidad de esa especie, que dio lugar a las dos genealogías.
La genética nos ayuda a comprender que no son necesarios muchos cambios en el ADN (mutaciones) para lograr un gran cambio. Las mutaciones en los genes reguladores son capaces de producir una cascada de cambios en otros genes, que intervienen en un programa de desarrollo determinado. Quizá el bipedismo solo necesitó unas pocas mutaciones en determinados genes reguladores. Esta explicación atañe al ADN, pero ¿qué podemos decir de la morfología pélvica resultante de esos cambios? El tema es complejo y quizá una imagen vale más que mil palabras. No obstante, veamos algunos aspectos de interés.
En primer lugar notaremos que las pelvis de los simios son largas y estrechas, con un ala ilíaca casi plana. Por el contrario, nuestra pelvis es corta, muy ancha y fuertemente curvada para formar ese anillo óseo que nos caracteriza ¿Qué se consiguió con este cambio? Los tres músculos que impulsan a un chimpancés hacia delante (aductores) son el glúteo mayor, el glúteo medio y el glúteo menor, que se insertan en el ala ilíaca y tienen su origen en diferentes regiones del fémur. Los tres músculos actúan al unísono cuando estos animales caminan o corren a toda velocidad, pero son incapaces de sostener al animal cuando éste se pone en pie.
Los chimpancés caminan algunos metros con mucha torpeza, como lo haría un anciano que ha perdido el tono muscular y necesita un bastón para sujetarse. En los homininos bípedos la notable anchura del ala ilíaca ha tenido como consecuencia que los glúteos mediano y menor hayan cambiado hacia una posición lateral en la cadera, modificando así su función. En Homo sapiens estos músculos son abductores y se tensan cada vez que levantamos alternativamente las piernas para caminar, impidiendo que nos caigamos cuando solo estamos apoyados en una de las dos piernas. Los glúteos de simios y humanos son los mismos, pero su papel ha cambiando simplemente pro el hecho de situarse en una posición diferente.
Notaremos también que nuestro hueso sacro es notablemente más ancho que en los simios. Además, los huesos púbicos son cortos y anchos y el isquion también se ha reducido en nuestra especie. La diferente disposición de los tres huesos de la pelvis también tiene una fuerte relación con el parto, del que hablaré en otra ocasión. Para terminar, una diferencia importante entre los simios y nosotros tiene relación con la musculatura que se inserta en el isquion y se origina en el fémur, la tibia y el peroné. Se trata de los músculos isquiotibiales: bíceps femoral, semitendinoso y semimembranoso, que forman la masa muscular de la cara interna de la pierna. Estos músculos son fundamentales cuando saltamos o bailamos, pero su función principal en la marcha consiste en extender la cadera y flexionar la rodilla. Estas funciones tienen un límite en nuestra especie porque somos bípedos, mientras que en los simios no sucede lo mismo. Estos primates son capaces de una mayor flexión de la cadera y de trepar con enorme facilidad.
Queridos/as lectores/as, ha llegado el momento de la despedida. Este es el último post del…
No resulta sencillo saber cuándo y por qué los humanos comenzamos a caminar erguidos sobre…
Cada cierto tiempo me gusta recordar en este blog nuestra estrecha relación con los simios…
Tenemos la inmensa suerte de contar en nuestro país con yacimientos singulares del Cuaternario. Muchos…
Hace ya algunas semanas, durante una visita al Museo de la Evolución Humana de Burgos,…
Hoy se cumplen 210 años del nacimiento de Charles Darwin. Me sumo a los homenajes…