El último viaje por China, con motivo de la cooperación que mantenemos desde hace tres años con un equipo del Instituto de Paleontología de Vertebrados y Paleoantropología de Pekín (IVPP), nos ha llevado hasta la provincia de Hunan, en el sur del país. En viajes anteriores hemos estudiado fósiles humanos en el propio instituto, procedentes de excavaciones antiguas. Sin embargo, en esta ocasión hemos tenido la fortuna de acercarnos a conocer nuevos yacimientos, recién explorados. Una ocasión única de visitar lugares, donde el turismo sencillamente no existe. Aunque parezca increíble, algunas de las personas que viven en estas apartadas regiones del país nos esperaban con curiosidad, porque jamás habían visto en directo a un occidental. Nuestros ojos redondos y narices prominentes llaman mucho la atención.
La cueva de Daoxian fue nuestra primera parada, tras volar cuatro horas desde Pekín hasta la capital de la provincia de Hunan, en el sur de China. La cueva de Daoxian está cerca en un pueblecito de nombre impronunciable. Como es lógico, todos los carteles están escritos en chino mandarín o quizá en alguno de los dialectos que se hablan en China. Imposible saberlo. Nos conformamos con haber aprendido algunas palabras en chino, por aquello de agradar a nuestros anfitriones. Por fortuna, ellos nos acompañan y nos entregamos a las habilidades de un experto conductor, que nos lleva más de 200 kilómetros hacia el norte de la capital de Hunan. Por cierto, si alguien se atreve a circular por la carreteras secundarias de China tiene que saber que las normas de tráfico no se respetan en ningún caso. Se trata sencillamente de evitar el choque con otros vehículos y de no atropellar a nadie. No apto para cardíacos.
La región que visitamos está repleta de montes bajos de roca caliza del Paleozoico, formando un paisaje singular. En todos los montes existen cuevas formadas hace tal vez varios millones de años. La de Daoxian contiene un yacimiento, que podría resultar de enorme interés para conocer las rutas que siguieron los miembros de nuestra especie tras su éxodo del continente africano. Se sabe que Homo sapiens pisó tierras europeas hace unos 40.000 años, mucho más tarde de haberlo hecho en China. Nuestra especie comenzó su éxodo fuera de África hace unos 120.000 años. En el Corredor Levantino tropezamos con los neandertales, que nos cerraron el paso hacia el norte. Los genetistas nos dicen que los miembros de nuestra especie y los de Homo neanderthalensis hibridaron en esa región, quizá de manera puntual, pero sin duda eficaz y fructífera. Un pequeño porcentaje de nuestro ADN procede de ese mestizaje. En otras palabras, los neandertales y los sapiens tuvimos descendientes fértiles, cuyo ADN ha llegado hasta la actualidad.
El estrecho de Bab el-Mandeb separa el cuerno de África de la península de Arabia y está situado entre los actuales estados de Yibuti, Eritrea y Yemen. Las evidencias arqueológicas halladas hasta el momento en el sur de esta península sugieren que las poblaciones africanas de Homo sapiens cruzaron el estrecho de Bab el-Mandeb hace más de 100.000 años y poco más tarde el estrecho de Ormuz, en el golfo Pérsico. Todo parece indicar que en estas regiones los miembros de nuestra especie no encontraron ninguna oposición en su avance hacia oriente. Se han publicado datos de una mandíbula de Homo sapiens, encontrada en el yacimiento de la cueva de Zhiren, también en el sur de China, fechada en 110.000 años antes del presente. En la cueva de Daoxian se han encontrado por el momento cerca de medio centenar de dientes humanos, pertenecientes sin duda a Homo sapiens, junto a dientes de varias especies de mamíferos, algunas ya extinguidas. La ausencia de huesos se explica por la actividad de los puercoespines, que roen el hueso y la dentina y dejan solo el duro esmalte de los dientes. Las primeras dataciones superan los 60.000 años, pero nuestros colegas del Instituto de Pekín esperan nueva información sobre la geocronología de Daoxian.
La toma de muestras para datación y el debate que mantuvimos con ellos en el interior de la cueva acerca de la naturaleza y origen de los sedimentos del yacimiento, los posible procesos de deposición de los restos, su antigüedad y otras cuestiones, como la que se describe en los párrafos anteriores sobre las rutas migratorias de nuestra especie, no se nos olvidarán jamás. Si añadimos la fraternidad y el calor de la acogida de los habitantes del pueblecito cercano a la cueva, que se pelearon (en el buen sentido) por saber quién nos invitaría a su casa a comer, los lectores podrán imaginar la experiencia inolvidable de un viaje muy especial. Las anécdotas de este viaje, recogidas en mi diario, ocuparían sin duda el capítulo de un libro.
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