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Como expliqué en el post anterior, el cráneo de Piltdown estuvo vetado a la comunidad científica durante más de cuarenta años. Sobre este fósil fueron cayendo sospechas de algunos expertos a medida que se descubrían nuevos fósiles humanos. Todos estos fósiles tenían la particularidad de mostrar una morfología equilibrada, más o menos primitiva. Ninguno presentaba el mosaico del cráneo de Piltdown, con un neurocráneo totalmente moderno y una mandíbula similar a la de los simios antropoideos. Además, la evolución humana se iba comprendiendo mejor según pasaban los años. Por descontando, aún faltaba mucho tiempo para los grandes descubrimientos en África de los años 1960 y 1970, pero el yacimiento de Zhoukoudian, en Pekín, había mostrado al mundo las características que podíamos esperar de fósiles de unos 500.000 años de antigüedad.

Europa seguía proporcionando restos de neandertales en muchos yacimientos, y el odontólogo Alva T. Martson había encontrado dos restos craneales en 1935 y 1936 en una de las terrazas del río Támesis, cerca de la localidad de Swanscombe, en el condado de Kent. En 1955 se localizó un tercer resto craneal, que completó la mayor parte del neurocráneo de un hominino de aspecto relativamente moderno, pero con rasgos arcaicos que denotaban su antigüedad. Hoy en día se sabe que este cráneo perteneció a un antecesor de los neandertales, que pudo vivir en el interglaciar ocurrido hace entre 370.000 y 425.000 años. Durante el pico de máxima intensidad de este interglaciar, la mayor parte de la Gran Bretaña estuvo desprovista de hielo y fue perfectamente habitable. La industria lítica, de manufactura achelense, y los restos fósiles de mamíferos que se encontraron asociados a los restos humanos de Swanscombe certificaban la antigüedad del hallazgo, como mucho más tarde pudo demostrarse gracias a los estudios geológicos de la región.

Tras el descubrimiento del segundo parietal de Swanscombe en 1936, Alva Marston se interesó en la comparación de su cráneo con el de Piltdown. Al fin y al cabo, estaba en juego “la gloria” de haber encontrado el fósil humano más antiguo de las islas Británicas. Sin embargo, el cráneo de Piltdown seguía sin salir de su caja fuerte. Es muy posible que sus guardianes, sir Arthur Keith y sir Arthur Smith Woodward temiesen algo, además de la propia confrontación de los fósiles. Sin duda, ninguno de los dos fue ajeno a lo que sucedía en el ámbito de la evolución humana. Pero el tiempo no perdona y a principios de los años 1950 la mayoría de las personas relacionadas de manera directa con el cráneo de Piltdown habían fallecido. Tan solo quedaba sir Arthur Keith, pero ya contaba con cerca de 84 años. Así que el cráneo de Piltdown ya podía ser accesible a los análisis y las comparaciones.

piltdown2El primer estudio fue realizado por Kenneth Oakley (1911-1981) a instancias de Martson. Oakley había ideado un método de datación relativa mediante el estudio del contenido en fluor de los fósiles, que dependía de la cantidad de este elemento en los yacimientos. A mayor cantidad de fluor en los fósiles mayor antigüedad, considerando siempre la cantidad de este elemento en los sedimentos. Los resultados de Oakley en Swanscombe llegaron a la conclusión de que todos los fósiles habían incorporado la misma cantidad de fluor y, por tanto, tenían una antigüedad similar. No sucedió lo mismo con los restos de Piltdown, entre los que se encontraban restos de mamut e hipopótamo. Todos ellos tenían menos cantidad de fluor que los de Swanscombe y daban resultados muy dispares. Podía tratarse de un error atribuible al propio método (ninguno es infalible). Sin embargo, las sospechas sobre Piltdown se acrecentaron, máxime teniendo en cuenta que su extracción de la cantera de Sussex se había realizado sin el criterio exigible a una excavación paleontológica.

Oakley también observó en su analítica que la capa superficial de los molares de Piltdown tenían un color marrón oscuro, mientras que el interior tenía una coloración blanquecina propia de la dentina de un diente moderno. Esta coloración podía deberse a la impregnación de los fósiles con bicromato potásico, que Charles Dawson había realizado supuestamente para endurecer y proteger los restos. Todo ello quedó bien registrado y comunicado por Martson en sus publicaciones científicas. Al menos, la prueba del fluor pudo demostrar que el cráneo de Piltdown era más reciente que el cráneo de Swanscombe y que los fósiles de los mamíferos no encajaban bien en el conjunto. Era solo el comienzo de lo que llegó después.

Finalemente, Oakley, Joseph.S Weiner y el primatólogo y paleoantropólogo sir Wilfrid Le Gros Clark (1895-1971) decidieron realizar un estudio a fondo del cráneo de Piltdown. Sus pesquisas demostraron que los dientes de la mandíbula habían sido limados de manera intencionada para que parecieran humanos. Como algunos investigadores habían sospechado, se trataba de la mandíbula de un joven orangután. Los restos habían sido impregnados en una solución de hierro y ácido crómico para darles aspecto de antigüedad e igualar su coloración. El informe final de los tres investigadores, emitido en 1953, fue demoledor. Los cráneos humanos podían tener algo más de 500 años de antigüedad, la mandíbula procedía de la isla de Borneo y tenía una antigüedad similar, los dientes fósiles eran de chimpancé, el fósil de hipopótamo procedía de algún yacimiento de Malta o Sicilia y el molar de elefante parecía provenir de un yacimiento de Túnez. El engaño y quizá una conspiración de varias personas había sido brutal para la ciencia y para la paleoantropología en particular ¿Quién o quienes fue/fueron el/los autor/es del mayor fraude de la historia de la evolución humana?

Se ha escrito mucho sobre este asunto, ofreciendo pruebas a favor y en contra de todos y cada uno de los personajes que participaron activamente en el descubrimiento y estudio de los restos de Piltdown. Charles Dawson, el primer sospechoso, tenía algunos antecedentes de fraude en otros hallazgos, pero escasos conocimientos para falsificar los fósiles de manera tan artera y convincente. Las sospechas también recayeron sobre el dueño del terreno o sobre sir Grafton Elliot Smith, pero las acusaciones vertidas sobre Teilhard de Chardin e incluso sobre sir Arthur Conan Doyle (que tenía buena relación con Dawson) han sido las más célebres. En apariencia, solo ellos pudieron tener acceso a los fósiles de vertebrados de manera directa, gracias a sus viajes a los países de origen de los restos. El caso no ha sido resuelto, pero todo apunta a una verdadera conspiración. Otra cuestión es la intencionalidad del engaño ¿Fué solo una broma pesada, que se le escapó de las manos al autor o autores de la falsificación?, ¿se trataba solamente de buscar celebridad para la ciencia británica?, ¿había ideas conceptuales detrás de todo el posible entramado? La respuesta a estas preguntas podrían dar pistas sobre la autoría del fraude. La verdad está enterrada, como lo está su autor (o autores). Quizá algún día aparezca alguna pista, que lleve a resolver un caso tan increíble.