Varios lectores me han preguntado sobre la filogenia y el nombre específico de los homininos recuperados en el yacimiento de la Sima de los Huesos de la sierra de Atapuerca. No es sencillo responder a esa pregunta con pocas palabras. Me permito pues hacer una reflexión sobre lo que ha sucedido durante los últimos 39 años, desde que aparecieron los primeros restos humanos en este yacimiento. Recordemos que esos primeros hallazgos ocurrieron en 1976 y dieron origen al proyecto científico que en la actualidad se desarrolla en la sierra de Atapuerca.
Desde comienzos del siglo XX Europa ha sido testigo del descubrimiento de una serie de restos fósiles humanos de cierta antigüedad, que no encajaban en Homo erectus y que recordaban en varios de sus caracteres a los neandertales. Esos restos también mostraban una cierta modernidad, que sugería su posible relación con nuestra especie. En 1960, el científico norteamericano Francis Clark Howell (1925-2007) publicó en la revista Current Anthropology los resultados de su tesis doctoral en un magnífico trabajo, que pronto se convirtió en un clásico. Howell estudió los fósiles europeos y norteafricanos conocidos hasta entonces y llegó a la conclusión de que los homininos europeos eran muy particulares y diferentes a los del norte de África y, por supuesto, muy distintos a Homo erectus. Howell no se decidió por un nombre específico para los fósiles europeos, pero al menos puso las cartas encima de la mesa. Sin embargo, otros investigadores optaron por incluir a los fósiles europeos en Homo erectus, aún reconociendo que se alejaban de la morfología clásica de esta especie. Otros, en cambio, comenzaron a manejar términos tales como pre-sapiens y pre-neandertales o ante-neandertales. Estos nombres no son válidos desde el punto de vista formal de la taxonomía, pero dejaban ver la manera en la que los expertos percibían la morfología de fósiles como la mandíbula de Mauer, los restos de Tautavel, el cráneo de Swanscombe o el cráneo de Petralona. Curiosamente, la mandíbula de Mauer tenía su propio nombre, Homo heidelbergensis; pero de momento ese nombre permancia encerrado en un cajón y cogiendo polvo desde 1908.
Los restos de la Sima de los Huesos tampoco encajaban en Homo erectus y recordaban a otros fósiles europeos, como los cráneos de Steinheim (Alemania) y Swanscombe (Reino Unido) o la mandíbula de Montmaurin (Francia). El problema de la Sima de los Huesos y de la mayoría de los yacimientos europeos era la cronología. Si en África ya se estaban datando todos los fósiles mediante isótopos del potasio y el argon (gracias a la presencia en los yacimientos de tobas volcánicas) en Europa las dataciones cuantitativas se resistían. En el yacimiento de la Sima de los Huesos se han llegado a obtener fechas de entre 200.000 y más de 600.000 años. Esto mismo había sucedido con otros fósiles y, obviamente, un rango temporal tan amplio resultaba inaceptable.
Entretanto, investigadores como Chris Stringer, Günter Brauer y Phillip Righmire propusieron en los años 1980 que nuestra especie y los neandertales (Homo neanderthalensis) tuvimos un antepasado común, cuya cronología estimaron de manera provisional en medio millón de años. Como la especie Homo erectus no parecía la mejor candidata para ser el ancestro común, estos científicos buscaron en el baúl de los recuerdos y se encontraron con Homo heidelbergensis. De este modo, el nombre que Otto Schoetensack propuso en 1908 para la mandíbula de Mauer pasó a ser un ilustre antecesor de nuestra genealogía. En esta especie podían caber algunos fósiles africanos y, por supuesto, todos los fósiles europeos que pedían a gritos un nombre propio. Muchos lo aceptaron de buen grado y otros a regañadientes. Pero en poco tiempo el nombre H. heidelbergensis acogió a muchos restos huérfanos de nombre, incluyendo a varios de China. La especie podía tener un rango cronológico de entre 600.000 y unos 200.000 años (Pleistoceno Medio). A finales de este último período habrían aparecido Homo sapiens en África y Homo neanderthalensis en Europa.
Fue en este contexto histórico cuando hubo que asignar nombre a la fabulosa colección, que poco a poco estaba surgiendo de las profundidades de la Cueva Mayor de la sierra de Atapuerca. En 1997 los homininos de la Sima de los Huesos se metieron en el cajón de Homo heidelbergensis. En cualquier caso, todos de los que tuvimos la fortuna de estudiar sus diferentes partes esqueléticas, incluidos los dientes, dejamos claro que estos humanos estaban muy relacionados con los neandertales. Nuestra conclusión fue unánime y aceptada por toda la cominidad científica.
Los métodos de datación se han ido perfecccionando con gran rapidez y ahora se dispone de fechas muy fiables para algunos de los fósiles europeos. En la Sima de los Huesos se ha obtenido un dato en torno a los 400.000 años, que encaja bien con la fauna fósil del yacimiento y con la geología general de la sierra de Atapuerca y sus alrededores. Al mismo tiempo, el ADN mitocondrial de uno de los restos ha revelado que existe relación con los neandertales, aunque parece más cercana su “relación genética” con los denisovanos de Siberia. La posible secuenciación de ADN nuclear, que nos anuncia Svante Pääbo para fechas no muy lejanas, zanjará esta cuestión tan curiosa e interesante.
En 2014 la revista Nature publicó una descripción muy pormenorizada de 14 nuevos cráneos (algunos muy completos) y varios centenares de restos del esqueleto postcraneal de la Sima de los Huesos. En esta publicación, el equipo de Atapuerca rompió por primera vez con el esquema tradicional y propuso formalmente sacar a los homininos de la Sima de los Huesos del cajón de Homo heidelbergensis. Esta decisión ha movido los cimientos de la evolución humana en Europa, que ya estaba un tanto agitada. Hallazgos como el cráneo de Ceprano, de aspecto muy primitivo y 400.000 años de antigüedad, contrastan con los humanos de la Sima de los Huesos y otros muy similares (Swanscombe, Steinheim o Pontnewydd), que pueden tener una cronología de entre 200.000 y 400.000 años. Al mismo tiempo, los restos Tautavel y la propia mandíbula de Mauer no son tan arcaicos como el cráneo de Ceprano, pero si parecen más primitivos que los humanos de la Sima de los Huesos. ¿Hubo entonces en Europa dos ó más especies o subespecies? No podemos asegurarlo, pero lo cierto es que la diversidad de los humanos del Pleistoceno Medio de Europa fue increíble.
¿Que hacer entonces con los humanos de la Sima de los Huesos? A finales de marzo se discutirá todo este asunto en el congreso americano de antropología, que este año se celebra de San Luis (Misuri, USA). Se pueden proponer varias soluciones, incluyendo la posibilidad de nombrar una nueva especie para ellos. Sin embargo, me temo que esta solución tendría pocos apoyos en la comunidad científica. Demasiadas especies en tan poco tiempo y en un territorio relativamente pequeño. Lo más razonable desde el punto de vista de la biología sería ampliar el rango de la especie Homo neanderthalensis hasta los 400.000 años. En ese caso, los humanos de la Sima de los Huesos pertenecerían a una forma primitiva de esta especie, que evolucionó en Eurasia hasta su extinción hace unos 40.000 años. Y todo ello sin olvidar que muchos de los caracteres craneales de los humanos de la Sima de los Huesos son muy diferentes a los de los neandertales clásicos. Es por ello que desde el punto de vista de la paleontología tampoco sería una temeridad incluir a los humanos de la Sima de los Huesos en una especie propia. No se puede olvidar que muchas especies humanas (incluida Homo heidelbergensis) se han propuesto con un único ejemplar. En la Sima de los Huesos se han obtenido 7.000 restos de un mínimo de 28 individuos. Esta colección merecería su propio nombre específico y sería una referencia obligada para los demás yacimientos.
Cualquiera que sea la solución, también habrá que pensar muy bien que se puede hacer con el cráneo de Ceprano o con la mandíbula de Mauer. Si se sigue manteniendo la especie Homo heidelbergensis (algo muy probable por el momento) quedará por explicar la coexistencia en Europa de al menos dos o tres especies en la misma época. Sin duda, se avecinan cambios y debates muy interesantes en los próximos meses. En San Luís tomaré muchas notas y prometo contarlas en este blog.
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