El cráneo de Gongwangling (condado de Lantian, China) se encontró en 1964 durante las investigaciones conjuntas de Instituto de Paleontología de Vertebrados y Paleoantropología (IVPP) de Pekín y la Academia de Ciencias de ese país. El yacimiento de Lantian se encuentra en el centro de China, muy cerca de la cara norte de las montañas de Quinling, entre las regiones subtropicales del sur y las templadas y frías del norte de este país. Durante nada menos que 22 millones de años una enorme región de 400.000 kilómetros cuadrados se cubrió de un manto de sedimentos aportados por el viento, tras la erosión provocada por los glaciares del norte de Eurasia. En la terminología geológica estos sedimentos se conocen como “loess” y su espesor puede alcanzar varios cientos de metros. Puesto que la deposición de loess es muy lenta y continua, esta región de China es uno de los mejores lugares del planeta para conocer el clima continental de Eurasia durante los últimos millones de años. Los depósitos de loess guardan memoria de los acontecimientos climáticos sucedidos a lo largo del tiempo.
Por otro lado, la continuidad de los depósitos de loess permiten realizar investigaciones muy precisas sobre las inversiones del polo magnético de la Tierra. Ya sabemos que las partículas sedimentarias que llevan hierro en su composición se orientan en función de la situación magnética del planeta. Es por ello que los científicos de China se han interesado desde hace años en realizar perforaciones en estas regiones. Gracias a ello se produjo el feliz hallazgo del yacimiento de Lantian. Junto al cráneo y una mandíbula aparecieron cientos de restos de fósiles de diferentes especies extinguidas. Las investigaciones pioneras sobre el magnetismo de la región adolecieron de los mismos problemas metodológicos que en otros lugares. La primera datación del cráneo de Gongwangling se estimó en 800.000 años. Este dato resultaba contradictorio con el aspecto tan primitivo del cráneo, cuyo cerebro apenas superaba los 700 centímetros cúbicos. Pero en 1964 la paleoantropología todavía tenía muy pocas referencias. Recordemos que ese mismo año se estaba publicando la especie Homo habilis y nadie era capaz de evaluar un hallazgo como el de Lantian simplemente por falta de información.
Unos años más tarde, hacia finales de los años 1970, se realizaron nuevas prospecciones y estudios de magnetismo de los sedimentos de loess y de la fauna fósil de Lantian. Se llegó a la conclusión de que el cráneo tenía poco más de un millón de años de antigüedad. Y así quedaron las cosas hasta hace unas pocas semanas. Un equipo de científicos de China, liderados por el geólogo y académico Zhao-Yu Zhu, se empeñaron en actualizar los datos del magnetismo remanente de los sedimentos de loess. En esta ocasión el muestreo se realizó de manera concienzuda y apoyándose en las considerables mejoras que ha experimentado el método en estos últimos años. La revista “Journal of Human Evolution” acaba de publicar los resultados de una investigación de varios años, que ha reconsiderado la datación del yacimiento de Lantian. Su antigüedad se ha estimado entre 1,54 y 1,65 millones de años ¿Cuál es el alcance de estos resultados?
En primer lugar, los rasgos tan primitivos del cráneo de Gongwangling son más acordes con este dato. El tamaño cerebro del cráneo chino es prácticamente idéntico al del cráneo D 2880 de Dmanisi (República de Georgia), datado en 1,8 millones de años. El cráneo de Gongwangling es al menos tan antiguo como los restos fósiles del yacimiento de Sangiran, en la isla de Java, representando así a dos de las poblaciones más antiguas de Eurasia. Es muy posible que los homininos de Sangiran y los Lantian sean descendientes directos de los humanos hallados en Dmanisi. No obstante, esta nueva datación en Lantian abre una caja de pandora inquietante y a la vez excitante para la imaginación.
Por supuesto, el cráneo de Gongwangling fue incluido desde siempre en la especie Homo erectus. Como he explicado en otras ocasiones, todos los fósiles asiáticos anteriores a 100.000 años están catalogados en esta especie, que muchos utilizan también para los fósiles africanos. No obstante, hace tiempo que numerosos colegas comentan (comentamos) acerca de las diferencias que se observan en el registro de los fósiles humanos de China y de otras regiones orientales de Eurasia. Zhao-Yu Zhu y sus colegas se preguntan si las poblaciones de homininos que colonizaron Eurasia desde regiones del suroeste de Asia (Dmanisi) siguieron dos rutas migratorias. Una de ellas conduciría por el sur hasta las actuales islas de Indonesia, mientras que la otra llegaría al centro y norte de China bordeando por el norte las enormes cordilleras del Himalaya. Si ocurrió como explican estos investigadores (una hipótesis muy razonable) las poblaciones del sur y del norte de Eurasia quedaron desconectadas desde sus inicios. Las barreras ecológicas y geográficas habrían sido demasiado importantes para aquellos humanos tan arcaicos. Entonces, ¿cómo podemos justificar la especie Homo erectus, cuando sus presuntos componentes dejaron de estar en contacto hace más de 1,6 millones de años?
Los autores de esta investigación no son especialistas en paleoantropología y, con buen criterio, prefieren obviar posibles críticas a la unicidad de Homo erectus. Sin embargo, los datos revelados en este trabajo piden a gritos una profunda revisión de esta especie.
Figura 1. Cráneo de Gongwangling.
Figura 2. Imagen espacial de buena parte de Eurasia. Las montañas de Quinling están situadas en el centro de la imagen, justo al norte de la meseta tibetana. El color blanco de la nieve revela la posición de esta cadena montañosa, cuya latitud es muy similar a la de Beijing.
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