El 15 de junio ha dado comienzo una nueva campaña de excavaciones en los yacimientos de la sierra de Atapuerca. Fieles a la cita anual, los componentes del equipo investigador, acompañados por un número creciente de estudiantes, dedicaremos 40 días a seguir desentrañando los enigmas que esconden los diferentes yacimientos de este singular complejo burgalés. Los alumnos de los dos másteres sobre arqueología y evolución humana, que se imparten en las universidades de Tarragona y Burgos, respectivamente, tendrán que completar su formación con el trabajo de campo. Un complemento perfecto a las clases teóricas recibidas durante el resto de año. También compartirán este tiempo con nosotros alumnas y alumnos de diferentes formaciones universitarias, sin olvidar a los profesionales de otros proyectos similares, con los que colaboramos desde hace años. La escuela está de nuevo abierta para quienes quieren aprender el método de obtención de datos en el campo.
En no pocas ocasiones tenemos que explicar que las excavaciones no representan solo una oportunidad para realizar hallazgos de interés. Detrás de este trabajo existe un proyecto científico teórico, elaborado a lo largo de docenas de años de experiencia. Las excavaciones permiten obtener información muy diversa índole (arqueología, geología, geocronología, paleoecología, etc.) absolutamente imprescindible para contrastar las hipótesis planteadas previamente. Además, esa información permite propone hipótesis alternativas en caso de que las previas queden descartadas por la evidencias empíricas, así como nuevos planteamientos para el futuro.
En definitiva, y aunque las excavaciones tienen su punto de romanticismo y aventura, que no se puede perder, la seriedad y el rigor del trabajo científico están por encima de todo. Las excavaciones tienen una vertiente social, muy digna de consideración. Se trata de un momento de encuentro de todos los miembros del equipo, en el que se debate sobre las investigaciones de cada grupo de investigación. No menos interesante es el encuentro con otro colegas y el diálogo de los profesionales con los estudiantes. La convivencia durante tantos días produce amistades duraderas y cada conversación sobre el desarrollo del trabajo o sobre cuestiones relacionadas con la arqueología y la evolución humana tiene un valor incalculable. Todos los años, los responsables dirigimos unas palabras a los novatos el primer día de campaña. Mi mensaje no ha variado nunca: “aprovechemos cada minuto para aprender todo lo posible”. El que escribe estas líneas tiene muchas campañas de campo a sus espaldas, pero nunca ha dejado de aprender cosas nuevas.
Por supuesto, los hallazgos importantes representan un aliciente extraordinario para todos. Si nos despojamos de la seriedad del trabajo profesional, tendremos que confesar la adición que supone realizar descubrimientos inesperados. No estamos exentos de segregar oxitocina o dopamina, las sustancias que producen el placer de la recompensa por un logro determinado. En particular, los hallazgos de los primeros años de profesión quedan en la memoria para siempre y su recuerdo sigue produciendo sensaciones placenteras, por muchos años que hayan transcurrido.
La campaña de 2015 promete ser muy interesante. Es muy probable que el nivel TD10 de Gran Dolina quede prácticamente terminado. Este nivel ha proporcionado datos impresionantes para las investigaciones de la arqueología del Pleistoceno Medio durante más de 15 años. Cuando este nivel llegue a su fin se abre la puerta a una nueva excavación del nivel TD6 en pocos años, donde quizá esperan miles de restos fósiles de Homo antecessor. Tampoco hay que perder de vista el yacimiento de Galería, reabierto casi 12 años después de su primera fase. El hallazgo en 1995 de un fragmento craneal humano en uno de sus niveles, permite pensar en que el resto del esqueleto sigue aguardando a que demos con él. Quizá se encuentra en al fondo de la cavidad, donde algún carnívoro dio buena cuenta de aquel humano hace 400.000 años.
Nada se opone a que el yacimiento de la Sima del Elefante siga ofreciendo datos para profundizar en el tiempo la presencia de humanos en Europa. Con gran paciencia, los niveles más antiguos de la sierra de Atapuerca siguen abiertos a nuevos descubrimientos, como la mandíbula del nivel TE9. Es necesario encontrar más restos para determinar la especie a la que perteneció este fósil de 1,2 millones de años de antigüedad.
En fin, que se puede decir de la Sima de los Huesos, donde la posibilidad de incrementar la fabulosa colección de casi 7.000 restos humanos de una especie huérfana de nombre desde 2014 sigue intacta. No olvido los yacimientos más recientes del Holoceno, que por ser más recientes no dejan de tener una enorme importancia y están produciendo publicaciones de un gran valor científico. A lo largo de estas semanas y como cada año, informaré desde esta tribuna acerca de los hechos más sobresalientes de esta nueva campaña en la sierra de Atapuerca.
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