En varios posts anteriores he comentado sobre ciertas creencias (hipótesis) generalizadas sobre los humanos del pasado. Si la creencia tiene suficiente poder de sugestión puede permanecer durante décadas en la cultura popular, aunque la ciencia la haya refutado con argumentos sólidos. Lo mismo se puede decir sobre otros ámbitos de la ciencia. El asunto puede ser aceptable si no afecta a la salud o el bienestar de los ciudadanos. Pero una cosa es que las creencias (hipótesis científicas) formen parte de la cultura popular, aunque se haya demostrado su falsedad, y otra muy distinta es que no hagamos nada por evitarlo. Siempre afirmo que la ciencia tiene que estar en la calle y formar parte de la vida de todos. Por supuesto, las aplicaciones científicas pueden mejorar nuestra existencia y contribuir a nuestro bienestar, pero el conocimiento puro también ha de ser patrimonio de todos y tiene que estar lo más actualizado posible.
Hace algunas semanas un buen amigo me hizo un comentario espontáneo sobre el comportamiento de nuestros antepasados, asumiendo con la mayor naturalidad que somos primates nómadas. Un comentario normal, que aparece en los libros de textos de nuestros alumnos de primaria y bachillerato. Pues lo cierto es que ese tipo de comportamiento no forma parte de nuestro ADN, pese a lo que en apariencia puede inferirse del conocimiento de la prehistoria y de la historia de la humanidad. A nuestra mente le cuesta mucho comprender el concepto de tiempo y solemos comprimir los sucesos de tiempos pasados, que han sucedido a lo largo de cientos de miles de años. Por ejemplo, los homínidos salimos de África hace unos dos millones de años, cuando llevábamos el doble de tiempo viviendo en los bosques y las sabanas de este continente. Después de ese evento nos extendimos por las regiones de Eurasia más favorecidas por el clima a lo largo de otros dos millones de años. Finalmente, la especie Homo sapiens salió nuevamente del continente africano, probablemente en dos o más oleadas de población, y acabamos por colonizar casi todo el planeta durante más de 100.000 años.
Estos movimientos de población se han producido en períodos de tiempo casi inimaginables por su larga duración. Pero nuestra mente tiende a reducirlos a eventos muy rápidos, casi instantáneos. Además, hemos de reflexionar sobre si esos movimientos responden a un comportamiento normal fijado en nuestro genoma o son fruto de la necesidad. Pensemos en lo que sucede en nuestro tiempo. Cierto es que somos primates con una enorme curiosidad. Es por ello que nos gusta viajar y conocer otros lugares. Las exploraciones de regiones desconocidas forman parte de nuestra historia. Sin embargo, estos hechos no responden al concepto de nomadismo, sino a nuestra insaciable curiosidad. Somos curiosos sencillamente porque nuestro cerebro madura con enorme lentitud. No obstante, algunas que poblaciones del planeta, como los habitantes de las regiones desérticas de la mitad norte de África, practican el nomadismo ¿Qué mueve a esas poblaciones a desplazarse de manera continuada?
La respuesta es sencilla. Si nos movemos es por pura necesidad. Necesitamos agua y alimentos esenciales para vivir. Si disponemos de estos elementos podremos permanecer en el mismo lugar durante docenas, cientos o quizá miles de años. Pero cuando nos faltan los recursos esenciales nos moveremos para buscarlos. En los países desarrollados y con medios de vida generosos nadie emigra hacia otros países sino es por el placer y el deseo de conocer otros lugares y aprender cosas nuevas. Todos sabemos lo que representa una migración por necesidad, que puede acabar en tragedia. Así pues, podemos extrapolar al pasado lo que sabemos de nosotros mismos y razonar que los homínidos solo se movieron cuando las condiciones climáticas mermaban o hacían desaparecer los recursos esenciales: agua y comida. La presencia de competidores y/o predadores en un ecosistema o un cierto crecimiento demográfico podía empujar a los homínidos hacia la búsqueda de regiones más favorables. Si añadimos el factor tiempo en su justa medida podremos entender la colonización de regiones muy extensas a lo largo de miles de años. La propia sierra de Atapuerca es un magnífico ejemplo de lugar privilegiado, en el que diferentes humanos del pasado pudieron permanecer durante mucho tiempo, mientras las condiciones lo permitían. Esas condiciones podían durar miles de años. En la mayoría de los yacimientos han quedado evidencias de las disputas territoriales por ocupar y explotar los recursos de la sierra y sus alrededores.
Estimado profesor.
Me engancha su blog porque, además de aprender siempre algo, me incita a hacerme preguntas, a indagar, a pensar… Decia Hipatia de Alejandria que «incluso pensar de manera erronea es mejor que no pensar».
Y aquí estoy, escaqueandome de mis quehaceres de ama de casa, para pensar sobre el supuesto nomadismo de nuestra especie.
La «migración de sapiens» nos evoca la imagen de unos antepasados nuestros que cogieron sus petates y se trasladaron desde Africa a otros lugares de Asia o Europa, por ejemplo.
En algún sitio he leido que, en situaciones de verdadera necesidad de migrar, el avance se calcula en unos 20 km por generación. El dato seguramente no es muy riguroso pero ayuda a hacerse una idea de por donde pueden ir los tiros. Una población humana que habitara en Atapuerca podia tardardar unos mil años en llegar a las costas de Huelva. Términos como difusión o expansión pueden ser mas claros pues se usan para cualquier especie vegetal o animal que, si nada se lo impide, tiende a ampliar el radio de la superficie que ocupa, es decir, a extenderse como una mancha de aceite. Pero, como siempre se van a encontrar obstaculos por algún lado, esta expansión no va a ser continua ni regular. Y a veces ni siquiera va a ser.
Aunque debo reconocer que esta entrada del blog me ha interesado más por una cuestion que no tiene que ver con migraciones ni nomadismo.
Me interesa especialmente la cuestión: «hipótesis cientifica = creencia».
Y se me vienen a la cabeza las palabras de un colega suyo cuando decia que escribir libros les sirve a los cientificos para poder expresar sus creencias. El problema es que la mayoria de la gente de la calle cuando compramos en la sección de ciencias el libro de un cientifico, lo leemos convencidos del rigor cientifico de lo que leemos, convencidos de que está compartiendo con nosotros conclusiones, hayazgos, descubrimientos… Algo está al revés. Las hipótesis (creencias) ¿no deberian ser formuladas frente a otros cientificos con conocimientos y recursos para discutirlas o rebatirlas, y que a los lectores de la calle nos lleguen las verdades comprobadas? O en todo caso, que se nos informe claramente de que vamos a leer unas reflexiones personales y creencias del cientifico en cuestión.
¿No es engañoso que aprovechando una buena reputación en el terreno de la ciencia nos vendan como libro científico un libro de creencias? Deberia aparecer claramente en la portada el genero literario ENSAYO y no venderse junto a los libros de ciencia.
Comunicación social de la ciencia. Divulgacion de la ciencia. Difusión de la ciencia. Publicacion de trabajos cientificos. Tanto lio de conceptos para terminar vendiendonos las creencias de cada cual.
Estimada Julia,
Muchas gracias por tu comentario. No hace mucho expliqué en este mismo blog que los científicos (como todos los demás mortales) tendemos a pensar que nuestras hipótesis representan la verdad (dogmas). Esto es así sencillamente por que a la mayoría nos han educado desde pequeños de manera «no científica» (por decirlo de algún modo). Si desde pequeños nos inculcaran la idea de que las hipótesis pueden ser rechazadas por la evidencias empíricas (los datos puros y duros), pero nunca tomadas como una verdad, otro gallo cantaría.
En los libros de ensayo no tenemos que dar cuenta a otros científicos de lo que escribimos, como sucede en las revistas científicas. Por eso nos explayamos y da la impresión de que contamos verdades como puños. Nada más lejos de la realidad. Podemos estar cerca de una verdad científica, pero nunca la alcanzaremos. Este comentario suele ser muy desalentador para la mayoría, que prefiere vivir con «certezas».
Estimado profesor,
me inclino en profunda reverencia (al estilo oriental) ante su calidad humana.
En el terreno de la ciencia habrá alcanzado grandes logros, también tendrá preguntas a las que aún no ha encontrado respuesta. Habrá hipótesis que haya podido demostrar y otras que no. Estará acertado en unas y equivocado en otras. Pero hay algo en lo que me da la sensación de que ha alcanzado un gran éxito: en sentir un profundo y sincero respeto hacia las «personas humanas» (como decimos a veces en tono humorístico). Y no es un logro pequeño ni facil. El dia en que la mayoria de nosotros lleguemos a ese punto, sí que nos cantará otro gallo.
Me gustaría tranquilizarlo respecto a esa necesidad de certezas de la mayoria, a la que se refiere en su amable respuesta.
Tengo la sensación de que reclamamos la certeza sobre algo cuando se nos ha hecho creer que esa certeza existe. Así que estamos ansiosos por que nos la cuenten. Cuando nadie nos crea falsas espectativas seguimos con nuestra incertidumbre, tan campantes. O mejor dicho, con la certeza de saber que hay preguntas a las que los científicos aún no han encontrado respuesta. Una anecdota: el pasado septiembre visité el MEH. No recuerdo muy bien su panel de «la filogenia de las especies de hominidos reconocidas por la mayoria de especialistas», pero debió dejarme algo confusa porque subí a la librería buscando un esquema en el que los expertos mostraran como ha sido la evolución humana (con las ultimas conclusiones basadas en los hallazgos más recientes). La librera no tenia claro como ayudarme. Otro cliente intervino. Bajando la voz y simulando que me contaba un gran secreto, me dijo: «es que aún no lo saben». Quien me habló llevaba acreditación del congreso que se celebraba en esos días, así que supuse que sabia lo que decía y su afirmación fue como una revelación. Me aportó la certeza de que realmente aún no se nos puede dibujar un arbol genealógico, que solo hay unas grandes lineas generales fiables y algunas aproximaciones. Y me fui tan contenta y satisfecha.
En fin, por otro lado me parece que cuando, por alguna razón, nuestra necesidad de respuestas incuestionables es tan fuerte como para no aceptar un «no lo sabemos», nos compramos respuestas «a medida» en el mercado de las creencias religiosas (o irracionales en general). Y hay suficientes profetas en los territorios ajenos a la ciencia como para que los cientificos engrosen la lista.
Y si, como es humano, los cientificos anhelan la admiración, el cariño del público, la fama, la gloria, etc., pienso que la honestidad y el respeto pueden dar tantos puntos como los titulares de impacto mediatico.
Sea como sea, mil gracias a Vd. y a todos los que nos regalan sus conocimientos, sus reflexiones, su atención, sus sueños, su tiempo y su esfuerzo.
Gracias
Estimada Julia,
Muchas gracias por tu segundo comentario. Tardo en contestarte porque estamos en plena campaña de excavación. Me alegro que pudieras visitar el MEH. La realización del panel de la entrada sobre las especies conocidas de homínidos me tocó precisamente a mi. A pesar de que algunas personas del MEH pensaron en que lo mejor era proponer una filogenia concreta, tenía clara la idea de presentar las especies más reconocidas, con su correspondiente recorrido cronológico conocido. Cualquier árbol fologenético es solo una hipótesis de trabajo, que va cambiando a medida que se encuentran fósiles. A lo largo de mi carrera he podido ver publicadas docenas de propuestas en revistas científicas ¿Cuál es la correcta? NINGUNA. Todas son hipótesis y, por tanto, sujetas a la contrastación que proporcionan los nuevos hallazgos que se van produciendo. De ahí que me pareciera mejor dejar abierta la cuestión y que los visitantes del MEH supieran que no existe ninguna filogenia tomada como una verdad. Como en todo los ámbitos, tratamos de acercarnos a la verdad, pero nunca conseguimos alcanzarla. Puede parecer desalentador, pero es la verdad. Muchas gracias por leer el blog.