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Allá por la década de los años 1980 la secuencia sedimentaria de la cueva de la Gran Dolina se dividió en 11 niveles estratigráficos (TD1-TD11). A día de hoy ya sabemos que esos niveles contienen subniveles depositados en épocas distintas y que la secuencia de Gran Dolina tiene más niveles por debajo del más antiguo (TD1) reconocido en aquella época. Dentro de tres años tendremos el estudio detallado de la secuencia sedimentaria de Gran Dolina, que está siendo objeto de una tesis doctoral.

En esta imagen del nivel TD5, tomada durante los primeros de julio de 2015, podemos ver a los excavadores Cecilia García (CENIEH, a la izquierda de la imagen y en primer plano), María Martinón (University College de Londres) y Li Zhao (Institut of Vertebrate Paleontology and Paleoantrhropology de Pekín).

Por el momento seguiremos utilizando la nomenclatura de los años 1980. Los niveles TD1-TD3 ha sido datados en torno a un millón de años. En aquella época la cueva estaba totalmente cerrada y no podía entrar ninguna especie. Para que nos hagamos una idea de cómo era la cueva de la Gran Dolina hace un millón de años, tenemos que pensar en una cavidad de unos 30-35 metros de ancho, una profundidad desconocida –ahora está totalmente cegada por sedimentos- y una altura cercana a los 30 metros. Con toda seguridad, la cavidad se llenaba en parte de agua durante el invierno y la primavera, porque el nivel freático estaba entonces mucho más alto que en la actualidad. La cueva terminó por secarse y abrirse al exterior y los seres vivos comenzaron a visitarla. El nivel TD4 tiene ya evidencias de esas visitas, tanto por seres humanos como por otras especies. El nivel TD4 puede tener unos 960.000 años de antigüedad, a falta de dataciones que lo confirmen.

En 1990, cuando la sierra de Atapuerca era desconocida para todos menos para los lugareños y los aficionados a la espeleología, un destacamento del cuerpo de ingenieros de Navarra probó nuevos explosivos en la Trinchera del Ferrocarril. Recordemos que este lugar está en terreno militar. La presencia de un campo de maniobras militares ha protegido los yacimientos de operaciones especulativas. Sin embargo, la suerte (mala o buena, según se mire) quiso que la carga explosiva se colocara al pie del yacimiento de la Gran Dolina. Una pequeña parte del yacimiento voló literalmente por los aires. Sin embargo, aquel desastre nos advirtió de la presencia de fósiles en TD4. Una excavación de urgencia trató de mitigar los efectos de la explosión, porque muchos fósiles habían quedado al descubierto. El yacimiento de Gran Dolina aún no se había protegido y los fósiles corrían el riesgo de desaparecer. La administración competente fue sensible a los sucedido y concedió el permiso para esa excavación, todavía bajo la dirección del profesor Emiliano Aguirre.

La excavación de TD4 fue sorprendente, porque permitió recuperar fósiles de especies de mamíferos extinguidos, aún no descubiertos en la sierra de Atapuerca. Junto a los restos de esas especies aparecieron tres herramientas de cuarcita, testimonio de que los humanos había estado allí en aquella época. Fue el primer indicio de la gran antigüedad de la presencia humana en la sierra de Atapuerca (y en el resto de Europa) que, a la postre, daría lugar al hallazgo de Homo antecessor.

En la actualidad se excava una parte sustancial de TD4. Este nivel tiene aproximadamente un metro de espesor y se depositó durante varios miles de años. A lo largo de la secuencia de TD4 ya se han encontrado más herramientas de piedra y se estima llegar a la base del nivel en un par de campañas de campo. Nos espera una acumulación de fósiles de rinocerontes, caballos, ciervos de astas gigantes y, quién sabe, si de algún humano cazado por los predadores de aquella época. Volveremos a revivir la experiencia de 1990 y 1991, cuando se realizó aquella excavación de urgencia y se encontraron cientos de fósiles de estas especies . Ahora ya no hay tanta prisa y la excavación de TD4 puede tomarse como un viaje en el tiempo, que poco a poco se acerca a un millón de años antes del presente.