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El complejo arqueológico y paleontológico de Atapuerca tiene un potencial difícil de evaluar. Algunos de los yacimientos abiertos podrían ser productivos durante decenas de años. Los métodos de excavación irán mejorando y quizá el proceso de recuperación de datos pueda acelerarse en el futuro. De momento, las técnicas que permiten detectar posibles yacimientos ya están aquí.

Eduald Carbonell, co-director de las excavaciones de Atapuerca en la cueva del Fantasma, tras la primera limpieza del terreno. Los sedimentos sobre los que está sentado representan la parte más alta del yacimiento, que dejó casi colmatada la cavidad. Una primera aproximación realizada con los hallazgos en superficie permiten suponer que estos sedimentos tienen una antigüedad de unos 300.000 años.

Desde hace años conocemos la existencia de cavidades próximas a la Trinchera del Ferrocarril. Algunas de estas cavidades tienen sedimentos fosilíferos y podrían convertirse en yacimientos importantes quizá en pocos años. Por ejemplo, la llamada “Cueva del Fantasma” está escondida entre la vegetación de la de la sierra de Atapuerca. Esta cavidad tuvo que ser protegida hace algunos años por la Comunidad de Castilla y León cuando comenzó su expolio. Nadie podrá llevarse nada de valor de estos yacimientos, a menos que se realice una excavación sistemática de carácter científico. Por suerte, desde hace tiempo todo el mundo ha respetado la integridad de unos yacimientos, que son patrimonio de la humanidad.

Durante el Pleistoceno la cueva de Fantasma tenía su entrada mirando al sur. Cuando los portalones de la cuevas de la sierra de Atapuerca comenzaron a ser ocupadas por los humanos, esta cavidad puedo ser uno de los lugares más codiciados por su orientación privilegiada en el flanco suroeste de la sierra. Desde la entrada de la cueva podría controlarse parte del territorio, incluyendo posibles lagunas donde acudían a beber los animales. La cueva se fue rellenando y su techo terminó por derrumbarse. En la actualidad, los restos de ese techo forman un empedrado, donde crecen matorrales y esconden a la vista la existencia de un posible yacimiento. Nadie diría que allí existió aquella cavidad, salvo por la presencia de sedimentos fosilíferos en uno de los  rincones que quedaron libres del derrumbe. Ese pequeño rincón permitió el hallazgo de la cueva hace muchos años. Sin embargo, nadie puede saber el potencial de este lugar, salvo que se utilicen los métodos y las técnicas adecuadas.

Durante cada campaña de excavación Eudald Carbonell y el autor de este post hemos visitado el lugar para comprobar que todo está en orden. En cada visita soñábamos con la posibilidad de excavar la cueva algún día. Ya sabemos que ese sueño es casi imposible, porque la complejidad actual de las campañas de excavación en Atapuerca es demasiado grande como para pensar en aumentarla. En cambio, podemos realizar un estudio preliminar de este lugar y saber si la cueva del Fantasma puede ser un yacimiento importante, donde trabajen los arqueólogos del futuro. Deseamos dejar esa herencia científica y nos disponemos a prepararla en esta campaña de 2015.

Un primer estudio con georrádar y tomografía de la resistividad eléctrica del terreno ha permitido detectar al menos dos rellenos sedimentarios en la cueva del Fantasma. Los datos obtenidos permitirán tener una imagen en tres dimensiones del subsuelo, al menos hasta una cierta profundidad. Esta primera aproximación ya nos permite decidir el lugar donde una máquina perforadora extraerá testigos y podrá averiguar la profundidad de los sedimentos. Este es un segundo paso para conocer si la excavación de la cueva puede ser rentable en términos científicos. Los sedimentos extraídos por la perforación podrán dar información sobre su antigüedad. De este modo, los arqueólogos y paleontólogos del futuro tendrán datos sobre un nuevo lugar hacia donde dirigir sus investigaciones, en un complejo de yacimientos que parece no tener fin.