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El Portalón de la Cueva Mayor de Atapuerca contiene un yacimiento de unos 40 metros de profundidad. No se sabe que período cubrirá esta enorme secuencia sedimentaria, pero por el momento ya se tienen resultados de los 10 metros superiores y, por tanto, de la época más reciente. La cueva llegó a ser habitada durante los tiempos del imperio romano, a juzgar por los restos arqueológicos que se encuentran a pocos centímetros de la superficie. Pero antes de esa época, y según se profundiza en la secuencia estratigráfica, aparecen poco a poco restos del período Neolítico. Es entonces cuando las tierras circundantes comenzaron a cultivarse por primera vez. La cueva fue lugar de habitación, pero también de enterramiento. Ocho de los esqueletos encontrados hasta el momento, cuya antigüedad se ha estimado por medio del C14 entre 5.500 y 3.500 años antes del presente, han aportado razonables secuencias de su ADN mitocondrial (ADNm) y nos ofrecen información sobre nuestra prehistoria más reciente.

Excavación en el yacimiento de El Portalón de Cueva Mayor (sierra de Atapuerca) durante la campaña de 2015.

De este período existe una notable cantidad de datos de ADNm antiguo obtenido en diferentes yacimientos europeos. Gracias a ello, el estudio de ADN ha irrumpido con fuerza en el estudio de los movimientos migratorios sucedidos durante el neolítico en nuestro continente. La innovación que supuso el cultivo de los campos y la progresiva domesticación de animales para la producción y el consumo supuso un revulsivo en diferentes lugares del planeta. Hace unos 11.000 años se produjo esta innovación en el suroeste de Asia, en una región que se conoce como el “Creciente Fértil”. La cultura agrícola y la ganadería acabaron por extenderse a todo el continente europeo y llegaron a la península Ibérica hace unos 7.500 años. Los pueblos de cazadores y recolectores del Mesolítico de Europa recibieron esta decisiva innovación gracias a los movimientos migratorios desde el Creciente Fértil.

Desde hace muchos años, cuando se realizaron las primeras investigaciones científicas en antropología del esqueleto, las hipótesis científicas dieron lugar a varias leyendas sobre el origen de las poblaciones que habitan en el País Vasco. Recuerdo bien esas leyendas, cuando a finales de los años 1970 comencé a realizar mis primeros trabajos sobre la antropología de las antiguas poblaciones de la islas Canarias. Por resumir, se pensaba entonces a nivel popular que el origen de las poblaciones del País Vasco se remontaba a un aislamiento milenario desde los tiempo del Paleolítico Superior, quizá desde hace más de 20.000 años cuando el continente europeo había sido colonizado por el llamado “Hombre de Cro-Magnon”. Más tarde, y ya con datos antropológicos más fiables, se reconocía ese aislamiento desde la época mesolítica, hace unos 12.000 años. Se llegó a pensar en posibles relaciones entre las poblaciones vascas y los antiguos pobladores mesolíticos del norte de África y hasta con los aborígenes de las islas Canarias. Pero las investigaciones en paleogenética han ido refutando todas estas hipótesis. Ahora, el estudio del ADNm de los esqueletos encontrados en el yacimiento del El Portalón sugieren un estrecha relación entre los agricultores y ganaderos de la región donde se ubican los yacimientos de la sierra de Atapuerca y los agricultores y ganaderos del País Vasco. Así lo cuentan en la revista PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences of USA) un equipo de investigadores españoles (liderados por Cristina Valdiosera) y suecos, expertos en el estudio del ADN antiguo.

Valle del País Vasco

Valle del País Vasco

Las migraciones desde el Creciente Fértil llegaron hasta el País Vasco y sus habitantes se mezclaron con los colonos, del mismo modo que había sucedido con otras poblaciones de la península Ibérica. Las investigaciones sobre el ADNm apuntan claramente en esa dirección. Además, los resultados de este trabajo en PNAS muestran una notable similitud entre diferentes fragmentos (haplogrupos) del ADNm de los actuales habitantes del País Vasco y de los individuos neolíticos del El Portalón.

Ante resultados tan interesantes, Michael Dunn (experto en linguïstica en la Universidad de Upssala) se unió al equipo de trabajo para aportar sus conocimientos. Es bien conocido que el euskera no tiene relación con las lenguas de origen indo-europeo y puede considerarse como una de las pocas excepciones que han persistido en Europa. Este hecho ha tenido una enorme trascendencia en las primeras hipótesis sobre el origen de los habitantes del País Vasco. Aunque serán necesarios estudios adicionales y más datos sobre ADNm, la biología parece explicarnos por el momento una historia muy alejada de las viejas leyendas. El euskera podría ser una de las lenguas habladas por los primeros agricultores de la península Ibérica, aunque también podría plantearse que esta lengua era hablada por los antiguos cazadores y recolectores del Mesolítico. Si esta hipótesis es correcta, el euskera habría persistido como una lengua propia en algunos lugares del País Vasco, a pesar de la llegada de los agricultores y ganaderos procedentes del Creciente Fértil. La peculiar orografía del País Vasco habría preservado esta riqueza cultural, que nos “habla” de tiempos remotos, cuando todavía vivíamos de lo que conseguíamos cazar y de lo que nos ofrecía la naturaleza. Las dos hipótesis se plantean en el artículo publicado por la revista PNAS.

Ya en tiempos históricos, las poblaciones vascas apenas recibieron el impacto genético de las invasiones procedentes del este de Europa y del norte de África, según revelan los resultados del trabajo publicado en PNAS. Habrá que seguir de cerca lo que el estudio del ADN antiguo nos pueda revelar sobre la dinámica de las poblaciones europeas. La excavaciones en el Portalón y otros yacimientos de la sierra de Atapuerca pueden seguir aportando mucha información sobre estas cuestiones. De momento, la ciencia nos va demostrando que las poblaciones que habitamos en la península Ibérica tenemos una raíz común, no demasiado alejada en el tiempo. En cualquier caso, las numerosas influencias históricas han tenido un efecto mucho mayor en cuestiones culturales que en nuestra propia biología.