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El pasado 29 de julio, el divulgador científico Ewen Callaway revisaba en la revista Nature las posibles ventajas y desventajas de nuestra hibridación con los neandertales. Un número creciente de investigaciones están de acuerdo en admitir cruzamientos puntuales de nuestra especie con humanos de otras especies, una vez que Homo sapiens se expandió desde África y ocupó poco a poco toda Eurasia. Hace unos 100.000 años los neandertales se extendían por toda Europa y el sureste y centro de Asia. La presencia de este grupo humano llegó hasta el sur de Siberia, lo que da una idea de su éxito evolutivo durante miles de años. La separación de facto de los neandertales (Homo neanderthalensis) y de las poblaciones que dieron lugar a nuestra especie pudo suceder hace unos 400.000 años, tiempo insuficiente para evitar que la hibridación de las dos especies produjera descendientes fértiles.

La expansión de Homo sapiens por el Corredor Levantino estuvo detenida durante más de 60.000 años, precisamente por la presencia de los neandertales. Este período de tiempo representa nada menos que unas 2.400 generaciones. Esta cifra nos puede dar una idea del tiempo de convivencia o coexistencia de los miembros de nuestra especie con Homo neanderthalensis. Gracias a ello las poblaciones actuales de Eurasia y Australia llevemos en nuestra dotación genética entre un 2 y un 5% de genes heredados de los neandertales ¿Qué significado ha tenido para nosotros esta herencia?

Varios estudios han enfatizado las desventajas de esta herencia, como ciertos trastornos de la piel, y la tendencia a la obesidad o la depresión. Bien es cierto que los genes de cualquier población se relacionan en cada momento histórico con unas condiciones ambientales diferentes. Lo que pudo ser bueno hace 100.000 años puede ser perjudicial en las circunstancias ambientales del siglo XXI.

Otras investigaciones, sin embargo, se han fijado en las posibles ventajas de la herencia genética transmitida por los neandertales. Como escribí en otra ocasión, es probable que los neandertales nos regalaran las “armas biológicas” que nos permitieron avanzar en sus territorios de caza y que, a la postre, terminó con nuestro predominio de Eurasia y mucho más tarde de las Américas. No es tan sencillo pensar que una población adaptada a la vida en África es capaz de llegar a latitudes elevadas sin más bagaje cultural que una cuantas herramientas de piedra o de madera, el uso del fuego o la posibilidad de utilizar pieles de animales. Si nos fijamos en un mapa de los continentes, la mayor parte de Eurasia está situado por encima del paralelo de 40º. Este hecho implica la necesidad de una adaptación progresiva de cualquier población de cazadores y recolectores proveniente  de África. Las bases genéticas de nuestro sistema inmunitario contienen genes heredados de los neandertales, que favorecieron nuestra dispersión por Eurasia. El gen EPAS1 encontrado en el genoma de los denisovanos, sugiere que los humanos modernos hibridamos con otros grupos humanos. Este gen, muy frecuente en los grupos tibetanos, mejora la capacidad de transporte de oxígeno hacia las células del cuerpo y ha favorecido la vida altitudes de unos 4.000 metros.

Si hacemos un balance del legado de nuestros ancestros es evidente que la diversidad genética proporcionada por las hibridaciones ha sido favorable y ha posibilitado la ocupación de territorios hostiles para los primeros sapiens africanos.