Hace algunos años dos colegas nuestros de la Universidad de Sevilla, Guadalupe Monge y Francisco Jiménez-Espejo (actualmente investigando en Japón) nos propusieron tomar muestras de algún yacimiento de la sierra de Atapuerca. Elegimos la cueva de la Gran Dolina. El objetivo final era detectar elementos químicos poco frecuentes en los sedimentos (elementos traza), que pudieran tener relación con las actividades humanas y obtener concusiones de su presencia o ausencia. Nuestros colegas se llevaron muestras de varios niveles, que se formaron cuando la sierra estaba ocupada por seres humanos : Homo antecessor y los ancestros de los neandertales. La idea de estos científicos no figuraba en nuestros objetivos y su participación nos pareció muy interesante. Sus investigaciones estaban prácticamente comenzando y siempre hemos considerado que los yacimientos de Atapuerca pueden ser una referencia para el ensayo de cualquier innovación en el ámbito de la evolución humana.
Estos investigadores y otros que se sumaron al equipo, todos ellos y ellas geólogos bioquímicos de profesión, fueron tomando muestras de otros yacimientos de la península Ibérica (cuevas de Gorham y Vanguard, Gibraltar y El Pirulejo, Córdoba). Las técnicas utilizadas son las mismas que se usan en la actualidad para detectar elementos traza en el agua o en el aire para conocer el grado de contaminación en las ciudades. Los resultados acaban de publicarse en la revista “Scientific Reports”, que pertenece al mismo grupo editorial que la revista “Nature”.
Las poblaciones actuales contaminamos diariamente el planeta con millones de toneladas de basura, que contienen azufre, litio, plomo, zinc, etc., etc. Nuestra actividad es tan influyente que muchos hablan ya del Antropoceno como un período geológico nuevo. En realidad y desde un punto de vista formal, el tiempo que vivimos desde hace unos 11.800 años ha sido bautizado como el Holoceno, un período definido por el final de la última glaciación y en el que los humanos comenzamos a practicar poco a poco la agricultura y la ganadería.
Pero en ese tiempo también empezamos a contaminar el planeta. La influencia de Homo sapiens en el medio ambiente ha ido creciendo de manera exponencial, pero ¿desde cuando? Los colegas geólogos y bioquímicos encontraron notables cantidades de cobre y zinc en los niveles del yacimiento de Gran Dolina, pero su origen nada tiene que ver con las actividades de los humanos del Pleistoceno. Estos elementos procedían de la alteración normal en depósitos geológicos de los excrementos que dejan los murciélagos en las cuevas. Así que Homo antecessor y los humanos de la Sima de los Huesos están libres de toda sospecha. La presencia de murciélagos en las cuevas es incompatible con los humanos. En muchas ocasiones los humanos dejaron de ocupar la cueva de Gran Dolina y estos momentos fueron aprovechados por los mamíferos voladores.
Las cuevas de Gibraltar (habitadas por neandertales) contienen respetables concentraciones de zinc, cobre y níquel, también relacionadas con los excrementos de murciélagos. Pero en estos yacimientos hay que añadir que las trazas de tales elementos también proceden de los antiguos hogares mantenidos por los neandertales. Siendo así, tampoco podemos culpar a nuestros primos hermanos de tener frío, y más estando tan cerca del mar. Así que no podemos culparles de contaminar las cuevas. Tampoco había tantas cavidades y eran muy pocos. Todos ellos juntos no llenaban ni un campo de fútbol.
En las cuevas de El Pirulejo (Priego de Córdoba [buen aceite, por cierto]) nuestros colegas detectaron concentraciones elevadas de plomo, níquel y cobre. Este yacimiento fue habitado por Homo sapiens hace entre 17.000 y 14.000 años; es decir, antes del comienzo del Holoceno. En este caso, los murciélagos no tuvieron nada que ver. Los miembros de nuestra especie ya teníamos una mente simbólica y utilizábamos metales, como la galena (sulfuro de plomo) para obtener pigmentos, de la que sin duda ha derivado la presencia de estos elementos. Así lo explican Guadalupe Monge, Jiménez-Espejo, Antonio García-Alix y sus colegas.
Tampoco podemos decir que los humanos que decoraron tan maravillosamente las cueva de Altamira fueran dignos de reproche por contaminar las cuevas con sus pinturas. Ni tan siquiera podríamos culpabilizar de nada a los humanos de la mayor parte del Holoceno. Si nos parece adecuado, podemos convenir en adoptar el término Antropoceno y sustituirlo por el de Holoceno. Pero hemos de ser conscientes de que los verdaderos problemas del planeta derivados de nuestra actividad industrial a gran escala son de hace cuatro días mal contados.
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