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Una de las molestias más comunes en las sociedades actuales afecta a las articulaciones temporomandibulares (ATM). Este problema interesa tanto a los cóndilos de la mandíbula como a las fosas articulares correspondientes de la base del hueso temporal. Cuando el problema se agrava quedan afectados tanto el disco cartilaginoso que protege la articulación, como los músculos relacionados con la masticación, ligamentos, vasos sanguíneos y los nervios próximos. El área se inflama, los movimientos mandibulares quedan limitados y el dolor es intenso. Además de posibles infecciones, la dolencia puede estar relacionada con el estrés (como tantas otras), una disposición defectuosa del maxilar y la mandíbula que afecta a la forma en la que trituramos los alimentos, así como a posturas inadecuadas. Estas últimas tienen también relación con el estrés por cuestiones posturales.

Cráneo del neandertal de La Chapelle-aux-Saints (Francia)

Los síntomas son bien conocidos por quienes padecen este problema. A la dificultad para la masticación se unen diversos dolores muy molestos en el oído, los dientes y la cabeza. Esta enfermedad degenera en artritis, dificultades para abrir y cerrar la boca, dislocaciones, etc. Podría decirse que se trata de una enfermedad propia de las sociedades más desarrolladas, puesto que el exceso de estrés está detrás de una prevalencia relativamente elevada. Sin embargo, las poblaciones del pasado también padecían este problema.

Para encontrar el primer caso de ATM en el pasado tenemos que retroceder nada menos que 3,4 millones de años, donde el propietario/a de la mandíbula matriculada con las iniciales MAK-VP-1/12 padecía problemas en la ATM. Se trata de un caso observado por Timothy White y su equipo en 1993 y corresponde a un individuo de la especie Australopithecus afarensis. Laura Martín-Francés describió en su tesis doctoral el caso de la mandíbula D 2600 del yacimiento georgiano de Dmanisi (1,8 millones de años). Esta mandíbula perteneció a un individuo adulto, con un desgaste dental muy acusado, dientes rotados y fracturados. Son solo un par de ejemplos. En estas poblaciones tan antiguas podemos descartar una etiología como la que padecemos nosotros. Así que podemos conjeturar sobre una sobrecarga de la articulación debida a la masticación prolongada de alimentos crudos. El fuego no se socializó hasta hace relativamente poco tiempo.

Para confirmar esta idea solo tenemos que observar los cóndilos mandibulares y las correspondientes cavidades articulares del hueso temporal de restos de  individuos inmaduros de las colecciones de Atapuerca. El único ejemplar de hueso temporal de Homo antecessor disponible, ATD6-17, perteneció a un individuo muy joven. En este fósil es fácil observar síntomas de regeneración ósea en la fosa articular, que hacen pensar en un desgaste continuado de esta superficie en individuos que apenas superaban los diez o doce años de edad. Lo mismo podemos decir de las articulaciones de los humanos recuperados en la Sima de los Huesos de Atapuerca. El 70 por ciento de los individuos tenían problemas en la ATM y algunos de ellos aún no habían cumplido quince años. Por supuesto, los individuos más “viejos” de este yacimiento (unos 40 años) tenían las articulaciones prácticamente destrozadas.

Y que decir de los neandertales, que conseguían llegar hasta los 50 años. No podemos imaginar como podía ingerir alimento el conocido “viejo” de la La Chapelle-aux-Saints (Francia), cuya morfología facial es casi irreconocible por la falta de dientes y por la deformidad de sus articulaciones. A pesar de controlar el fuego, los neandertales siguieron ejerciendo una sobrecarga a todo su aparato masticador.

Desde hace años, los expertos se han ocupado de observar cada vez con más detalle las señales que permiten el diagnóstico de las enfermedades que padecieron nuestros ancestros. Este ámbito se conoce como “paleopatología”. Tiene su propia sociedad en nuestro país (Asociación Española de Paleopatología: https://www.uam.es/paleopatologia)  y los expertos se reúnen cada cierto tiempo en concurridos congresos nacionales e internacionales. En el marco de la asociación española, también se ha constituido el grupo de Jóvenes Investigadores Aficionados a la Paleopatología, liderados por Josefina Rascón. Así que estamos ante un ámbito muy prometedor de la Antropología, que cada día cuenta con más personas dedicadas, apoyadas por una tecnología en notable progreso.