Resulta muy complejo e interesante conocer que modelo de biología social tenemos los humanos. Sabemos, por ejemplo, que los gorilas organizan su grupos sociales en torno a un macho dominante (el macho de lomo plateado), en el que viven varias hembras. Todos los hijos llevarán los genes de ese macho, el más fuerte y capacitado en cada momento y en cada región dominada por ese grupo. Los demás machos se quedan fuera de juego. Los oranguntanes (género Pongo) muestran ciertas similitudes en su organización en los que refiere a la dominancia de un macho. Sin embargo, las hembras no viven con ellos. Su largo período de crianza (hasta 8 años) transcurre en soledad, cuidando de manera intensa a su cría. En los hilobátidos, los simios más alejados de nuestra filogenia, funcionan las parejas con sus hijos, que no interaccionan entre sí y defienden su territorio.
Los simios más próximos a nosotros, los chimpancés, se comportan de manera muy dispar según se trate de la especie Pan troglodytes (chimpancé común) o de la especie Pan paniscus (bonobos). En la primera dominan los machos, cuyas fuertes alianzas están basadas en su estrecho parentesco. Los grupos se forman con una serie de machos bien jerarquizados en torno al macho alfa, todos ellos descendientes de las hembras que se incorporan al grupo desde otros grupos con el objetivo de romper la endogamia. En los grupos de esta especie se produce una cierta promiscuidad consentida, puesto que los genes de los machos proceden todos de una misma geneaología. Los grupos se rompen y vuelven a juntar durante breves lapsos de tiempo, en su búsqueda diaria de alimento (modelo de fusión-fisión). En Pan paniscus las hembras son las que mantienen fuertes alianzas, también jerarquizadas, y controlan el grupo. Sus hijos permanecen en el clan y su jerarquía depende de la que tenga su madre. En definitiva, los simios antropoideos muestran formas de convivencia muy dispares. Es posible que la biología social haya derivado en cada especie y que ninguna especie haya mantenido la forma ancestral de organización que tuvo el antepasado de los Hominoidea hace entre 29 y 34 millones de años
¿Qué podemos decir sobre este aspecto biológico en Homo sapiens y en sus ancestros del Plioceno y Pleistoceno? Con respecto a las especies fósiles tan solo caben conjeturas. Un caso especial muy interesante fue detectado en el grupo de cinco individuos neandertales del yacimiento de El Sidrón, en Asturias. Este yacimiento ha sido una de las fuentes más importantes de ADN neandertal. De acuerdo con el ADN extraído de los fósiles de este yacimiento, los machos del grupo estaban emparentados, mientras que la hembra parecía proceder de otro grupo. De algún modo, esta situación nos recuerda a la de Pan troglodytes. Sin embargo, no podemos olvidar que se trata de un único ejemplo y no podemos extender las conclusiones a todas las especies de nuestro linaje evolutivo.
Resulta tremendamente complejo separar biología y cultura. Esta última influye de manera decisiva en nuestro comportamiento, por lo que resulta muy difícil conocer como nos comportamos desde el punto de vista de nuestra biología social. Si nos fijamos en las pocas sociedades de cazadores y recolectores que aún persisten en el planeta podríamos constatar que somos la especie de primate más social que nunca antes ha existido. Los grupos son más numerosos que los de los chimpancés y permanecen unidos en la defensa del grupo y en la búsqueda de alimento durante largos períodos de tiempo. La separación de estos grupos en unidades más pequeñas, generalmente unifamiliares, está condicionada por la cantidad de alimento. La jerarquía, como en todos los primates sociales, está bien establecida, pero predomina la igualdad en el reparto de los recursos. Hombres y mujeres están por fuerza emparentados, pero la magnitud de los grupos puede eliminar en buena parte el peligro de una endogamia extrema. La dominancia de los varones no es necesariamente el modelo más común, por lo que resulta muy difícil saber si el modelo ancestral podía ser más parecido al de los bonobos o al de los chimpancés comunes. La etología de los bonobos es tan peculiar, que nos inclinamos a considerarla como una caso aparte y muy derivado en el grupo de los simios antropoideos. En cualquier caso, la unidad familiar (tal vez muy variable en estructura y función) estuvo muy posiblemente en la base de la organización grupal de la mayoría de las especies de la genealogía humana, como lo sigue estando en la actualidad. Esta es además la tendencia de todos los simios antropoideos, con sus variantes específicas.
En definitiva, es posible que nuestros ancestros tuvieran una biología social más próxima a la de chimpancés y bonobos que a la de cualquier otra especie de simio. Y no solo por proximidad filogenética, sino en virtud de los escasos datos que se manejan. Pero todo ello sin olvidar que ellos y nosotros hemos evolucionado de manera independiente durante al menos seis millones de años. Ese tiempo es más que suficiente para modificar de manera sustancial muchas de nuestras características de comportamiento, siempre sobre la base de un modelo biológico común. Es por ello que en el estudio de la biología social de la humanidad actual se prefiere tomar como referencia lo poco que nos queda de las sociedades cazadoras y recolectoras, aunque la mayoría ya están influenciadas por los que llamamos “la civilización”.
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