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Ran Barkai y Avi Gopher, dos de los arqueólogos más reputados de Israel, detuvieron su vehículo cerca de la autovía que une Tel-Aviv con Jerusalén. Mi colega la Dra. Martinón y quién escribe estas líneas bajamos del coche para conocer el yacimiento de Qesem. El ruido de los vehículos, que literalmente rozaban el borde del yacimiento, era ensordecedor. Ran y Avi nos relataron la suerte que supuso tanto la construcción de la autovía como la sensibilidad de las autoridades para que se respetara el hallazgo del yacimiento producido por las obras. Aún así, buena parte de un campamento del Pleistoceno medio se lo llevó la civilización de manera irremediable. Había que dar gracias por la posibilidad de estudiar lo que había quedado del yacimiento de Qesem, que no era poco.

Yacimiento de Qesem, Israel, junto al borde de la autovía que enlaza Tel-Aviv con Jerusalén. Al fondo se distingue al arqueólogo Ran Barkay, uno de los directores de la excavación.

Las dataciones de este yacimiento y la descripción de los primeros hallazgos se publicaron en la revista Nature en junio de 2003. Los análisis, realizados desde la parte más alta a la más baja del yacimiento, arrojaron una horquilla temporal de entre 400.000 y 200.000 años. En fecha reciente, se publicó la descripción de varios dientes humanos encontrados durante las excavaciones, que los paleoantropólogos responsables de su estudio identificaron como pertenecientes a las poblaciones que dieron lugar a los neandertales y los humanos modernos. Es más, la conclusión de los expertos se inclinaban por considerar que aquellos dientes estaban ya en la línea que dio lugar a nuestra especie. Ese fue el motivo de la invitación que nos cursaron Ran y Avi para visitar Qesem. Tras conocer nuestra opinión, que ponía en duda la hipótesis propuesta por los responsables de la paleoantropología, todo quedó en un “ya veremos más adelante”, que quizá algún día se resuelva.

El compás de espera no nos inquieta, porque las excavaciones en Qesem continúan. Tampoco nos puede extrañar que en aquel momento todos los responsables de la excavación y estudio de los restos de Qesem fueran partidarios de que se había dado con la clave del origen de la humanidad actual. Las fechas encajaban con lo que proponía en aquellos momentos por los genetistas, tras el estudio del ADN antiguo de varios neandertales. Además, la arqueología de Qesem mostraba los grandes avances tecnológicos de quienes vivieron en aquel lugar. Los habitantes del campamento de Qesem eran verdaderos expertos en conservar las hogueras encendidas. En esa misma época los europeos llevaban poco tiempo practicando el modo de mantener los hogares, un tema que abordaré en un par de semanas. El retraso tecnológico de Europa ha sido una constante durante todo el Pleistoceno.

Herramientas recuperadas en el yacimiento de Qesem, asignadas a la cultura denominada achelense-yabrudiense. Fuente: Nature.

Herramientas recuperadas en el yacimiento de Qesem, asignadas a la cultura denominada achelense-yabrudiense. Fuente: Nature.

La industria lítica de Qesem encajaba con una tecnología conocida solo en esa región: el achelense-yabrudiense. Junto a algunos bifaces y otras piezas características del achelense, la mayoría de los instrumentos se fabricaban de un modo único en el mundo conocido por los humanos del Pleistoceno medio. Ran y Avi nos mostraron las herramientas en su laboratorio. Jamás habíamos visto nada semejante. Los humanos de Qesem golpeaban de manera magistral los nódulos de sílex para obtener cuchillos largos, afilados, de hoja fina y muy cortante. El borde de algunos de los cuchillos mostraba finos dientes de sierra, capaces de cortar la carne con la misma eficacia que nuestros actuales instrumentos de cocina.

Es muy posible que los moradores de aquel campamento no fueron realmente quienes dieron lugar a los humanos modernos, pero su capacidad tecnológica está fuera de toda duda. El Corredor Levantino ha sido el “cordón umbilical” de unión entre África y Eurasia, cruce de caminos y culturas desde hace miles de años. Esa situación ha permitido el intercambio de ideas entre los grupos humanos que habitaron la región o que la cruzaban, quizá en las dos direcciones. Qesem no es solo un yacimiento más del Pleistoceno medio, sino un símbolo de lo que se puede llegar a conseguir si los humanos nos dedicamos a compartir conocimiento en lugar de pelear entre nosotros por territorios y recursos.