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La cueva de Bolomor y el Corredor Mediterráneo

El 21 de enero de este año explicaba en este blog la posible antigüedad del uso controlado del fuego. Las evidencias más remotas (800.000 años) parecen encontrarse en el yacimiento de Gesher Benot Ya´aqov, en Israel. En este yacimiento aparecen concentraciones de fragmentos de sílex y otros materiales quemados, que sugieren el uso repetido del fuego a finales del Pleistoceno inferior. Sin embargo, las concentraciones bien localizadas y abundantes de cenizas son más recientes.

Excavaciones en la cueva de Bolomor, Tavernes de Valldigna (Valencia).

El encendido y mantenimiento de los hogares permitió ahuyentar a los predadores, modificó los sabores de los alimentos, organizó el espacio en las entradas de la cavidades naturales, influyó de manera decisiva en la socialización de los grupos humanos y proporcionó luz y calor, prolongando así la jornada de nuestros ancestros. Con la perspectiva actual, resulta difícil imaginar a los humanos del pasado viviendo en regiones del norte de Europa sin el recurso del fuego. No tenemos que ir tan lejos, porque los inviernos en las regiones elevadas de las dos mesetas de la península Ibérica pudieron ser tan duros como en la actualidad. Aún así, las evidencias del uso del fuego en Europa son relativamente recientes. Las especies humanas que vivieron en estas tierras desde hace un millón y medio de años tendrían las adaptaciones biológicas necesarias para sobrevivir sin necesidad del calor de unas buenas brasas.

Los yacimientos europeos más antiguos con claras evidencias de fuego se encuentran en la actual Alemania (Schöningen y Bilzinsleben), Hungría (Vértesszölös), Reino Unido (Beeches Pit) y Francia (Menez-Dregan y Terra Amata). Dejando a un lado los problemas de datación de todos estos yacimientos, se puede decir que los europeos de latitudes elevadas sabían utilizar las propiedades del fuego hace unos 400.000 años ¿Y en la península Ibérica?, ¿qué sabemos de esta innovación cultural tan importante?

Por el momento, las evidencias más antiguas no llegan siquiera a los 250.000 años y se han localizado en la cueva de Bolomor. Esta cavidad, de unos 600 metros cuadrados de superficie, está situada en la cercanías de Tavernes de Valldigna, en Valencia. Las hogueras de este yacimiento se localizan en buena parte de su secuencia estratigráfica, con una cronología de entre 230.000 y 120.000 años. Esta hogueras estructuraban perfectamente el espacio disponible de la cueva y, sin duda, tuvieron un papel determinante en las actividades y la socialización de los habitantes de la cavidad. No solo se trata de las evidencias más antiguas de hogueras en la península Ibérica, sino de todo el sur de Europa.

La arqueóloga Ruth Blasco, una de las responsables de las excavaciones de la cueva de Bolomor.

Los datos de Bolomor tienen que ser considerados en un contexto amplio y comparado con datos de otros yacimientos de la misma época. Por ejemplo, los niveles de la misma antigüedad de los yacimientos de la sierra de Atapuerca no tienen ninguna evidencia del uso del fuego ¿Se trata quizá de una casualidad o de falta de información? Se puede argumentar que las capacidades cognitivas de los grupos humanos de Bolomor (y de esta región mediterránea en particular) eran superiores a los de sus vecinos del interior de la península. No olvidemos que la distribución de los grupos humanos en esa época era muy irregular, y dependía tanto del clima como de los recursos disponibles. Es por ello que no podemos pensar que todos esos grupos constituían una población homogénea en toda Europa. Es más, las evidencias del registro fósil nos hablan de diferencias morfológicas significativas entre los habitantes de nuestro continente durante todo el Pleistoceno medio.

Sin embargo, yo no sería partidario de distinguir a las diferentes subpoblaciones por sus posibles capacidades cognitivas solo por el hecho de que algunas hubieran alcanzado cotas más elevadas de conocimientos técnicos. Durante milenios, el Corredor Mediterráneo del sur de Europa ha podido ser un lugar privilegiado para la vida, tanto por su clima como por sus recursos. Es muy posible que la densidad de población en este corredor, aún siendo muy baja, superara de manera significativa la de otras regiones del interior de Europa. Siendo así, el intercambio de información de los grupos y su capacidad innovadora habría estado favorecida por esa circunstancia, como hemos defendido en muchas ocasiones para lugares tan emblemáticos para la evolución humana como el Corredor Levantino, en el suroeste de Asia.

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