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El registro fósil humano en el Pleistoceno Inferior y Medio de Europa (entre 1,5 y 0,15 millones de años) es ciertamente muy escaso, con la excepción de los casi 7.000 restos obtenidos del yacimiento de la Sima de los Huesos de Atapuerca. Así que la propuesta de escenarios que expliquen la historia de nuestro continente en ese largo período mediante la evidencia que proporcionan lo fósiles no es tarea sencilla. En cambio, el registro arqueológico es muy abundante. Los yacimientos de esa época con herramientas de piedra se cuentan por centenares y su diversidad es más que notable. Así que los arqueólogos pueden proponer hipótesis sobre el poblamiento de Europa en base a estas evidencias culturales.

Herramientas del Modo 3, procedente del yacimiento de Arlanpe (Lemona, Vizcaya), dirigido por Joseba Ríos-Garaizar. Imagen tomada de arkeobasque.wordpress.com

Por ejemplo, en nuestro continente se han descrito conjuntos de herramientas en las que se encuentran núcleos y lascas, la mayoría sin retocar. Estos conjuntos, de una antigüedad superior a 800.000 años, se incluyen en el Modo 1 de acuerdo con la terminología introducida en 1977 por el arqueólogo británico Grahame Clark. La mayoría de especialistas están de acuerdo en afirmar que estos conjuntos no son equivalentes a los hallados en África en épocas mucho más antiguas y que también se incluyen en el Modo 1. En resumen, la impresión de muchos arqueólogos es que esta tecnología, tan arcaica en su concepción y manufactura, podría tener orígenes distintos en África y Eurasia. Sus similitudes se deberían a una convergencia cultural en el modo de tallar la piedra.

Entre los últimos estudios sobre la tecnología europea me ha llamado la atención uno realizado por el arqueólogo Vladimir Doronichev (Laboratorio de Prehistoria de San Petesburgo). Según este arqueólogo, los fabricantes del Modo 1 europeo (que identifica con Homo antecessor) no se extinguieron, sino que sobrevivieron a las largas e intensas glaciaciones de inicios del Pleistoceno Medio. Los supervivientes, bien adaptados a las duras condiciones de la Europa del frío estepario, mejoraron su tecnología e idearon un repertorio de herramientas muy característico. Esas herramientas se habrían fabricado a partir de las lascas simples, mediante un complejo proceso mejorado a través de milenios. El resultado sería la asociación de algunos núcleos con centenares de herramientas de pequeño formato, a lo que Doronichev denomina “complejo pre-musteriense” y que los arqueólogos han incluido en el Modo 3. ¿Qué sucedió pues con el Modo 2? , ¿se lo saltaron?

Según Doronichev, hace unos 800.000 años (y seguramente mucho antes) Europa habría sido testigo de la entrada de la tecnología achelense (Modo 2) procedente de África. Esta tecnología se caracteriza por la fabricación estandarizada de bifaces, hendedores y picos, por citar las herramientas características de este complejo tecnológico. Las herramientas del Modo 2 presentan un cierta variabilidad y no se distribuyen de manera uniforme por toda la península europea. Se puede distinguir un Modo 2 occidental y otro oriental de aspecto similar, pero con sutiles diferencias que no pasan inadvertidas a los especialistas. Entre las dos formas del Modo 2 existe un aparente vacío. Para Doronichev, el achelense del oeste de Europa penetró vía Estrecho de Gibraltar desde el norte de África hace al menos 800.000 años, mientras que el achelense del este de Europa habría entrado algo más tarde a través de la península de Anatolia y habría llegado hasta el centro del continente.

En definitiva, y siempre según el criterio de Doronichev, hace unos 600.000 años tendríamos en Europa al menos tres poblaciones diferentes con tradiciones culturales y tecnológicas distintas. Los fabricantes de la tecnología del Modo 1 habría sobrevivido hasta finales del Pleistoceno Medio en muchos lugares del centro y este de Europa. La entrada del Modo 2 habría sido realizada por la especie Homo heidelbergensis, que habría evolucionado hacia Homo neanderthalensis (Modo 3). La propuesta de Doronichev sirve para recordarnos que no podemos establecer una relación entre las especies humanas y la tecnología. Una misma especie, como la nuestra, puede tener una cultura basada en la caza y la recolección (Pleistoceno), una cultura basada en la agricultura y la ganadería (Holoceno) y un cultura que permite viajar a otros planetas. Así que podemos considerar que la asociación tecnología-especie de Doronichev es simplemente una licencia científico-literaria.

Pero dejando aparte esta licencia, Doronichev se olvida de que nadie ha sido capaz por el momento de identificar en el registro fósil a los presuntos descendientes de Homo antecessor en el Pleistoceno Medio. En mi modesta opinión, los miembros de esta especie pudieron hibridar con los humanos que llegaron a Europa en el Pleistoceno Medio, pero pienso que fueron “genéticamente” absorbidos por una población mucho más numerosa.

El escenario de Doronichev contiene otras hipótesis muy difíciles de contrastar. Por ejemplo, en este escenario se plantea la colonización del sur de Europa a través del estrecho de Gibraltar para explicar la entrada del Modo 2 desde África. El paso por este brazo de mar hace 800.000 años hubiera requerido algo más que mucha suerte, tras una travesía a nado en medio de fuertes corrientes. La plataforma continental entre África y Europa en el estrecho de Gibraltar es muy corta y la profundidad (aún en fases glaciales) no parece invitar a este tipo de aventuras. La colonización de un continente requiere un número suficiente de individuos y tendríamos que pensar en un puente continental entre el norte de África y Europa, cuya existencia no ha sido probada. Pero, como científico, tengo que aceptar todas las hipótesis propuestas con datos serios y con alguna posibilidad de ser contrastadas.

Como corolario de todo lo anterior tenemos que admitir nuestra profunda ignorancia sobre lo que sucedió en Europa durante el último millón de años. El registro fósil es muy limitado y plantea muchas más preguntas que respuestas. El registro arqueológico es mucho más rico y diverso, pero no responde necesariamente a la presencia simultanea de varias especies de homininos, sino a la variabilidad cultural que puedan generar cada una de sus poblaciones de manera independiente.