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El caso de los homininos enanos de la isla de Flores (archipiélago de Indonesia) llegó a las revistas científicas en 2004. Aquel año se publicó el primer artículo en la revista Nature, refiriendo el hallazgo de un esqueleto (conocido por sus siglas de campo como LB1), que pudo pertenecer a una hembra de unos 25 kilogramos de peso, un metro de estatura y un cerebro de 380 centímetros cúbicos. La cronología de LB1 se cifró en 18.000 años. Los autores de aquel trabajo propusieron el nombre de Homo floresiensis para aquellos restos humanos, que estaban asociados a herramientas de piedra, claras evidencias del uso intencionado del fuego y restos fósiles de una especie enana de elefante del género Stegodon. La hipótesis que acompañaba a la descripción de los restos proponía que el enanismo de aquel individuo había sido consecuencia del aislamiento prolongado de una antigua población de Homo erectus, que habría llegado a la isla hace unos 800.000 años. Este proceso evolutivo también habría afectado a los elefantes, en una especie de laboratorio natural como fue la isla de Flores durante milenios. Un año más tarde, la revista Nature volvía a publicar la descripción de restos esqueléticos de hasta nueve individuos, también con claras evidencias de enanismo y una cronología de entre 90.000 y 13.000 años.

Cráneo de Homo floresiensis. Imagen de futurehumanevolution.com.

Desde las primeras publicaciones, que nos asombraron a todos, han corrido ríos de tinta sobre este caso. Muchos arqueólogos no han querido dar crédito a la posibilidad de que aquellos humanos con un cerebro tan pequeño fueran capaces de fabricar la industria lítica encontrada en la cueva. Varias investigaciones fueron enfocadas a demostrar que ciertas poblaciones de la zona también muestran enanismo y microcefalia como secuela de diferentes enfermedades. El debate continúa en la actualidad y posiblemente seguirá en el futuro. Parece que las posibilidades de obtener ADN no han dado resultados, porque las condiciones climáticas de la regiones subtropicales y tropicales son perjudiciales para la conservación del material genético.

En este post quiero resumir uno de los trabajos, publicado en septiembre de 2015, que apoya la autenticidad de la especie. Se trata de un artículo publicado por tres investigadores japoneses, Daiseke Kubo, Reiko Kono y Yousuke Kaifu, en una revista británica de mucho prestigio. Una de las ideas sugeridas en contra de la especie es la relación entre el tamaño del cuerpo y el del cerebro. El tamaño de cerebro tendría que reducirse siguiendo una pauta determinada, del mismo modo que el aumento corporal y del cerebro han seguido patrones consistentes en diferentes linajes humanos. Cuerpo y cerebro forman parte de un todo y no parece razonable proponer que uno y otro puedan evolucionar de manera desordenada.

Los investigadores japoneses obtuvieron primero un dato muy importante. Mediante tomografías del cráneo de LB1 llegaron a la conclusión de que la cavidad endocraneal era un poco mayor de la estimada previamente: 426 centímetros cúbicos, que podría haber albergado un cerebro de unos 400 gramos. A continuación, estos investigadores obtuvieron tres modelos diferentes para la reducción del cuerpo y del cerebro, gracias a los datos obtenidos en poblaciones humanas recientes y en numerosos fósiles. El modelo de Homo sapiens obviamente no se ajustaba a los datos de LB1. El modelo basado en cráneos de Homo erectus y de otros fósiles de cierta antigüedad (Dmanisi) tampoco satisfacía las expectativas. El tamaño del cuerpo y del cerebro de LB1 solo se ajustaba a un modelo, realizado en base a los datos de Homo habilis, Australopithecus africanus y Australopithecus afarensis.

De acuerdo con estos resultados, si queremos admitir la autenticidad de Homo floresiensis quedan dos alternativas. O bien los ancestros de esta especie llegaron a la isla de Flores hace casi dos millones de años (un hecho complicado de explicar) o bien su cerebro disminuyó más de lo previsto en los modelos teóricos. Antes de nada, es necesario aclarar que los modelos son simplemente eso: MODELOS, que no tienen porque ajustarse a la realidad. El cerebro es un gran consumidor de energía. El 20-25% de nuestro metabolismo basal se dedica a mantener el cerebro. Por ese motivo, los investigadores japoneses piensan que el cerebro de Homo floresiensis pudo disminuir más de lo que predicen los modelos basados en cráneos de Homo erectus, con tal de ajustarse a los escasos recursos de la isla de Flores.

Si están en lo cierto, el cerebro de Homo floresiensis tuvo que reorganizarse para no perder las capacidades cognitivas, que les permitieron seguir utilizando tecnología, incluido el uso de fuego. Este es el caballo de batalla de los debates sobre la autenticidad de la especie que, probablemente, seguirán en los próximos años.