Cada vez se van conociendo mejor el origen de los movimientos de las poblaciones de nuestra especie, tras salir de África y ocupar todo el planeta. Los modelos sobre de la evolución humana más reciente se habían centrado casi siempre en Europa. La expansión de nuestra especie en el continente europeo ha sido objeto de una especial atención. En particular, su relación con la extinción de los neandertales ha sido siempre objeto de una verdadera fascinación tanto para los especialistas como para la sociedad en general. Ahora estamos poniendo mucha más atención en otras regiones, además de plantearnos cuándo y por dónde se produjo la expansión de Homo sapiens.
Casi nadie duda ya sobre una primera salida por el estrecho de Bab el-Mandeb, en el llamado “cuerno de África” hacia finales del Pleistoceno Medio. Sorprendente fue saber que en ese mismo tiempo (unos 120.000 años) los babuinos utilizaron la misma vía para viajar desde el este de África hacia la península de Arabia. Las evidencias arqueológicas se han ido acumulando para seguir la ruta de aquellos pioneros hacia el este. Las evidencias paleontológicas, a su vez, señalan la presencia de nuestra especie en el sur de China hace entre 120.000 y 80.000 años. La historia parece ser muy diferente a la entrada de Homo sapiens en Europa hace poco más de 40.000 años, una vez que los neandertales dejaron de resistir (por razones no bien conocidas) la expansión demográfica imparable de nuestra especie.
En lo que concierne al continente australiano, el debate sobre las primeras ocupaciones de Homo sapiens han pasado casi inadvertidas para la sociedad europea. Quizá es solo una cuestión de lejanía, porque el tema es apasionante. No podemos olvidar que para llegar a este continente hay que atravesar amplios brazos de mar. Las glaciaciones acumularon suficiente hielo en el hemisferio norte como para que el nivel del mar pudiera descender hasta 120 metros. Las islas del actual archipiélago de Indonesia quedaron unidas entre sí y al continente durante largos períodos de tiempo, formando la península de Sunda. De ese modo, la “distancia oceánica” entre el sur de Eurasia y Australia se redujo notablemente.
Las evidencias arqueológicas y paleontológicas más antiguas conocidas sobre el poblamiento de Australia se encuentran en el actual estado de Nueva gales del Sur, en un yacimiento próximo al lago Mungo (Patrimonio de la Humanidad). La antigüedad admitida para este yacimiento esta en un rango de casi 70.000 y 40.000 años. La mejora de los métodos de datación posibilitarán algún día la reducción de esa horquilla temporal. Pero mientras llega ese dato, los genetistas han trabajado para conocer la posible antigüedad de la población actual de Australia, considerada como la original del continente.
Sobre los llamados “aborígenes australianos” se ha especulado mucho. Sus diferentes lenguas, su cultura y su aspecto físico han dado lugar a múltiples estudios. La mayoría de las investigaciones han considerado que los aborígenes de Australia tienen un origen relativamente reciente. Sin embargo, la genética ha vuelto a darnos las claves. Un trabajo sobre la diversidad del cromosoma Y de 13 individuos de esta población, publicado el 21 de marzo en la revista Current Biology por un equipo liderado por Anders Bergström y Nano Nagle, ofrece una visión muy distinta y compatible con el registro fósil.
La historia de los aborígenes de Australia se remonta al Pleistoceno Superior. Su separación genética de las poblaciones del sur de Asia sucedió hace aproximadamente 54.000 años. Los primeros humanos que llegaron hasta la actual Papua Nueva Guinea no tardaron en atravesar los 150 kilómetros del estrecho de Torres y dar el salto definitivo al continente australiano. En este continente se expandieron y dieron lugar a culturas y lenguas diversas. Su legado genético ha llegado intacto hasta la actualidad.
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