Seleccionar página

El ámbito científico de la evolución humana en China se cerró al mundo al finalizar la segunda guerra mundial. Los descubrimientos de los yacimientos Zhoukoudian se perdieron durante este conflicto, pero las excavaciones reiniciadas sobre todo a partir de los años 1970s han proporcionado gran cantidad de datos arqueológicos y paleontológicos. La descripción de la inmensa mayoría de los hallazgos se han publicado en chino mandarín y en revistas locales de China. La interpretación de los datos tuvo entonces una visión propia, alejada de la que se ha venido desarrollando en los países occidentales. Algunos científicos extranjeros han tenido un acceso restringido a los fósiles de China, especialmente a partir de los años 1980s. A pesar de ello, la evolución humana en este enorme país se ha contemplado necesariamente con una perspectiva muy general, sin el detalle que han tenido los hallazgos en África y Europa.

Trabajando en el despacho del Profesor Liu Wu. Fotografía tomada por María Martinón.

En este contexto tan cerrado, la evolución humana de China ha tenido su propio paradigma. Los miembros de la especie Homo erectus habrían sido los únicos habitantes de este inmenso territorio de Eurasia desde la primera expansión de los homininos fuera del continente africano. Durante décadas hemos hablado de los Homo erectus de Asia como una unidad indiferenciada. Nuestra visión desde la distancia apenas permitió ver alguna diferencia entre los fósiles que iban enriqueciendo el registro paleontológico de China. El modelo multiregional para explicar el origen de nuestra especie penetró en la ciencia de China con mucha fuerza, aunque sin los matices introducidos por la paleoantropología occidental. El modelo multiregional tuvo que recurrir a la posibilidad de que todas las poblaciones de África y Eurasia se mantuvieran en contacto, evitando con ello la posibilidad de que Homo erectus hubiera dado lugar a especies distintas en diferentes lugares de África y Eurasia. Este modelo, en cambio, queda fuera de la ortodoxia de la teoría evolutiva, si se empeña en explicar el surgimiento de una misma especie en diferentes lugares del planeta. No obstante, los antropólogos de China mantuvieron que el origen de la humanidad de su país no tenía nada que ver con la del resto del mundo. Su “Homo sapiens” era exclusivo. Las supuestas formas intermedias entre Homo erectus y Homo sapiens estaban presentes en varios yacimientos. La lógica parecía aplastante y se impuso como un verdadero dogma de la doctrina política.

Pero la República Popular de China se fue incorporando al mundo con un crecimiento económico asombroso. Sin perder su personalidad, la ciencia de China se fue abriendo camino gracias a la formación de científicos de alto nivel. La arqueología y la paleoantropología se sumaron a la apertura. Los más jóvenes ya están realizando estancias en países occidentales y participan con sus trabajos en la evolución del paradigma general. No obstante, sus maestros todavía se debaten entre las viejas teorías endogámicas y las tendencias de la ciencia más avanzada. Ese es el escenario en el que aún nos estamos moviendo. Nuestro reciente viaje a Pekín forma parte de un acuerdo de cooperación con miembros de la Academia de Ciencia de China, los profesores Liu Wu y Wu Xiujie.

Conferencia en el Instituto Cervantes de Pekín en día 7 de abril de 2016. Sentados, de izquierda a derecha, Liu Wu, María Martinón, Wu Xiujie y el autor de estas líneas.

Conferencia en el Instituto Cervantes de Pekín en día 7 de abril de 2016. Sentados, de izquierda a derecha, Liu Wu, María Martinón, Wu Xiujie y el autor de estas líneas.

Nuestro acuerdo, que dura ya seis años, está fundamentado no solo en el hecho de que nuestro país es rico en yacimientos, como el de Atapuerca, sino en la mutua confianza y en la amistad. Sabemos que las puertas de China y el acceso a los tesoros arqueológicos y paleontológicos no están abiertos a todo el mundo. La clave reside en que nosotros no pretendemos dar lecciones a nadie, porque esas lecciones las hemos aprendido hace pocas décadas con mucha paciencia y escasos medios.

Nos sentimos privilegiados por el hecho de haber tenido acceso a los fósiles de China y de empezar a entender algo de la compleja historia de la evolución humana de esa región del planeta durante el último millón de años. Como bien podemos imaginar, la historia de una evolución local de una única especie durante 1,5 millones de años parece incorrecta. En ese tiempo, igual que sucedió en África y Europa, los acontecimientos pudieron ser enormemente complejos. Las oscilaciones climáticas del hemisferio norte y la presencia de barreras geográficas condicionaron la evolución de los homininos de China. Seguramente se produjeron aislamientos prolongados y persistencia de poblaciones locales durante milenios. Pero también se pueden inferir llegadas de poblaciones distintas, quizá procedentes de otras partes de Eurasia y probablemente relacionadas de alguna manera con las poblaciones europeas del Pleistoceno. La variabilidad del registro paleoantropólogico de China es una realidad, que todavía no comprendemos bien. La “visión occidental” tiene que conjugarse con la experiencia de nuestros colegas de China, para poder comprender mejor los secretos que guarda la historia evolutiva de nuestros ancestros de Asia. Estoy convencido de que durante las próximas décadas asistiremos a descubrimientos sorprendentes y a un cambio radical en la perspectiva que hemos tenido durante muchos años de la evolución humana en China.