El pasado 25 de mayo nos sorprendió el trabajo publicado en la revista Nature por Jaques Jaubert (CNRS-Universidad de Burdeos) y un numeroso grupo de colegas. Ya sabemos que esta revista científica publica únicamente investigaciones que sobrepasan las fronteras de la ciencia. Los pasos pueden darse en falso o significar un importante salto hacia delante. En el caso de la investigación de Jaubert y sus colegas las opiniones están divididas. Esto hace aún más interesante el caso que nos ocupa. Veamos.
Como no podía ser de otro modo, los medios de comunicación se hicieron eco de los hallazgos de Jaubert y sus colegas en la cueva de Bruniquel, situada en el sur de Francia, a menos de 100 kilómetros al norte de la ciudad de Touluse. La posibilidad de que los neandertales hubieran sido capaces de realizar una construcción dentro de la cueva mediante trozos de estalagmitas hace 170.000 años daba algo más que un giro de tuerca a las capacidades tecnológicas asumidas para estos humanos. Se conoce perfectamente su tecnología para fabricar herramientas de piedra, se sabe que trabajaron la madera, que enterraban a sus muertos o que conocían pigmentos, quizá para pintarse el cuerpo. Es posible que hace 400.000 años un grupo de humanos estrechamente emparentados con los neandertales clásicos pudieron arrojar cerca de una treintena de cadáveres y un bifaz de cuarcita perfectamente tallado en la Sima de los Huesos de la sierra de Atapuerca. Así que la posibilidad de que los neandertales apilaran de manera ordenada más de dos toneladas de estalagmitas no ha sorprendido a quienes pensamos que estos humanos fueron capaces de mucho más de lo que podemos imaginar.
Algunos colegas no dan mucho crédito a este descubrimiento. La disposición circular de los más de 400 trozos de estalagmitas rotas pudo ser propiciada por agentes naturales ¿Tal vez realizada en tiempos más recientes por otros humanos? Según aseguran Jaubert y sus colegas, la cueva estuvo sellada durante miles de años, hasta que fue descubierta en 1990. Las primeras exploraciones tuvieron lugar en los años que siguieron. Muy pronto se localizaron las hipotéticas construcciones a más de 330 metros de la entrada. Si realmente se trata de estructuras intencionadas fue necesario disponer de iluminación para romper las estalagmitas y para ordenarlas según un patrón definido. La presencia de restos de fuego (ver figura) apoya la hipótesis del uso de las estructuras circulares por parte de seres humanos. En 1996 varios expertos publicaron una datación de 47.000 años para este hallazgo. Así que, según ese dato, las posibles construcciones pudieron ser realizadas por miembros de nuestra especie. Tal vez por los primeros “sapiens” en adentrarse en el occidente de Europa.
Sin embargo, las dataciones presentadas en la revista Nature por Jaubert y sus colegas son consistentes con una antigüedad de 170.000 años. Encima de las estalagmitas rotas crecieron cristales de calcita, que han podido datarse mediante el método de los isótopos del uranio. Todos los datos están en un rango temporal muy estrecho, lo que confiere una gran credibilidad a los resultados. Si se trata de verdaderas construcciones, por muy rudimentarias que nos parezcan, fueron realizadas por miembros de la población Neandertal. Podemos pensar que en el pasado hubo alguna otra entrada, cegada en la actualidad, por la que pudieron penetrar humanos de épocas más recientes. Pero las dataciones son una evidencia consistente de que las estructuras son muy antiguas. En ellas se utilizó el fuego de manera sistemática. Las evidencias de este hecho no se pueden discutir.
Llegados a este punto nos planteamos preguntas acerca de las habilidades cognitivas de los neandertales. La capacidad visoespacial reside sobre todo en el neocórtex parietal. Y para ser más precisos, en el lado derecho del cerebro. Expertos en el desarrollo cerebral de nuestros ancestros, como Emiliano Bruner, han destacado en sus investigaciones la distinción entre el cerebro de los neandertales y el de los humanos modernos. Una diferencia importante reside precisamente en el mayor desarrollo de la corteza parietal de Homo sapiens. Gracias a ello somos capaces de construir rascacielos o pilotar aviones que superan la velocidad del sonido, por citar dos hazañas de nuestra especie ¿Acaso los neandertales eran incapaces de imaginar objetos y estructuras en tres dimensiones? No, por supuesto. Sin esa posibilidad cognitiva hubieran sido incapaces de construir sus herramientas con tanta habilidad. La genealogía de los neandertales puede remontarse a más de 600.000 años. La longevidad de esta genealogía en el hemisferio norte es una evidencia de su enorme capacidad de resiliencia para sobrevivir en climas adversos. Quizá su gran cerebro no llegó a tener la complejidad del nuestro, pero no cabe duda de que podemos darles crédito suficiente como para tener una tecnología mucho más compleja de la que el registro arqueológico nos muestra en la actualidad. Hemos de ser conscientes de que solo se ha conservado una parte ínfima de ese registro. Así que ¿por qué sorprendernos cuando se encuentran evidencias como las de la cueva de Bruniquel? Pienso que ese hallazgo cabe dentro de lo posible. Aunque en Ciencia cualquier propuesta tiene que tomarse como una hipótesis susceptible de ser sometida a contrastación, no cabe duda de que los hallazgos en la cueva de Bruniquel inciden en la demostración de las habilidades de los neandertales para orientarse incluso dentro de una cavidad. Los lectores y lectoras que hayan tenido oportunidad de adentrarse en una cueva saben de las dificultades para orientarse, cuando la iluminación es solo parcial.
En conclusión, la suma de hallazgos como los realizados en la Sima de los Huesos de Atapuerca y las posibles construcciones en la cueva de Bruniquel nos dan una mejor idea sobre las habilidades cognitivas de los neandertales. La hipótesis de la gran complejidad mental de Homo neanderthalensis está cobrando poco a poco una gran robustez. De haber llegado hasta nuestros días es muy posible que los neandertales no hubieran llegado a enviar naves espaciales, preparando el futuro de nuestros viajes interplanetarios. Pero no me cabe duda de que habrían alcanzado altas cotas tecnológicas.
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