Trinidad (Trino) de Torres y Pérez-Hidalgo es ingeniero de minas de formación, pero paleontólogo y geólogo de vocación. Con motivo del cuadragésimo aniversario del hallazgo de los primeros fósiles humanos en el yacimiento de la Sima de los Huesos de la sierra de Atapuerca, Trino Torres ha visitado las excavaciones. El fue quién encontró aquellos fósiles y su presencia en Atapuerca tenía un significado muy especial. Su hallazgo dio lugar al proyecto científico decano de nuestro país, que en 2018 también cumplirá 40 años.
Con cierta nostalgia, Trino recorrió la mayoría de los yacimientos de la Trinchera de Ferrocarril. Las cosas han cambiado mucho, pero aún recuerda muchos de los lugares donde recogió algunos fósiles erosionados de los yacimientos y donde realizó sus excavaciones. Me señaló el lugar donde había encontrado una defensa de Elefante, de la que nadie conoce su paradero, pero que dio lugar al nombre del yacimiento “Sima del Elefante”. Curiosamente, la profundidad del yacimiento donde realizó aquel hallazgo coincide aproximadamente con el que ahora denominamos TE9, y donde en 2007 apareció la mandíbula humana más antigua de Europa. También me mostró el lugar donde encontró un fragmento de mandíbula humana entre los escombros del yacimiento de Galería y que algunos años más tarde estudié con mi colega Antonio Rosas.
Trino llegó a la sierra de Atapuerca en 1976 por una de esas casualidades que nos cambian la vida. Me confesó que en aquella época tenía trabajo en una empresa relacionada con su formación académica, pero también tenía una enorme inquietud por la paleontología. Tenía medios para vivir y podía permitirse dedicar tiempo a su pasión. Eligió estudiar la evolución de los úrsidos del Pleistoceno porque, según su testimonio, había muchos ejemplares en las colecciones de los museos españoles y podía aplicar sus notables conocimientos de estadística. Así fue como llegó al Museo Paleontológico de Sabadell, donde tuvo ocasión de estudiar un ejemplar de cráneo de oso muy bien conservado. La procedencia de aquel ejemplar (la sierra de Atapuerca) le llamó la atención. Dejaremos a un lado las razones por las que los museos enriquecían sus colecciones con un patrimonio, que hoy en día está totalmente regulado por leyes muy estrictas. Lo cierto es que gracias a ese feliz acontecimiento Trino Torres se acercó a Burgos. Con el apoyo del Grupo Espeleológico Edelweiis Trino conoció y prospectó los yacimientos de la Trinchera del Ferrocarril. El fue quién puso nombre a todos ellos: Gran Dolina, Sima del Elefante y Tres Simas. Este último parecía tener tres cavidades diferenciadas, pero las excavaciones de los años 1980s revelaron su conexión y en la actualidad se habla del yacimiento de Galería. No obstante, Este yacimiento se encuentra en el interior de una cavidad de morfología compleja, tal y como la vio Trino Torres en 1976.
A instancias de los miembros del Grupo Edelweiis, Trino decidió entrar en la Cueva Mayor y conocer la cavidad denominada “Sima de los Huesos” o “Sima de los Osos”. Pidieron permiso al arqueólogo José María Apellániz, que en aquellos años tenía autorización para excavar en el Portalón de entrada de la Cueva Mayor. Cuando Trino bajó al fondo de aquella sima quedó perplejo, tanto por la riqueza del yacimiento como por el desastre que se había producido en aquel lugar durante docenas de años. Los valientes aficionados a la aventura en las cuevas habían descargado todo su energía en la búsqueda de fósiles y Trino reconoció hasta un metro y medio de sedimentos removidos junto a algunos restos de basura abandonados por los que habían bajado durante todo el siglo XX. Por descontado, la mayor parte de los fósiles estaban rotos. Pero era posible reconocer partes esqueléticas de docenas de osos fósiles, que podían datarse del Pleistoceno Medio, pero todavía si mayor precisión.
Entre las docenas de fósiles, Trino reconoció un molar humano. Como su tamaño era pequeño y apenas disponía de la luz de los carbureros, pensó que se trataba de un diente moderno (quizá del Neolítico), caído en la Sima de los Huesos a través de alguna cavidad desconocida. Ahora sabemos que el tamaño promedio de los molares de los humanos de la Sima de los Huesos es similar al de muchas poblaciones modernas. Pero en aquella época se pensaba que los dientes humanos del Pleistoceno tenían que ser por fuerza considerablemente más grandes que los nuestros.
Los dientes humanos aislados siguieron apareciendo durante la recogida de los fósiles oso, hasta que Trino tuvo en sus manos una mandíbula de hominino, sin ramas ascendentes pero con todos sus molares (también pequeños). Por supuesto, la mandíbula era humana, pero sus características no eran las esperadas para una población del Neolítico. Trino volvió a la superficie con gran excitación, donde mostró su hallazgo a José María Apellániz, que también quedo perplejo. La mandíbula era muy gruesa y no tenía mentón. A juzgar por los escasos restos de homininos de la península Ibérica, Trino había encontrado el fósil humano más antiguo encontrado hasta la fecha en nuestro país y parecía equiparable en su morfología a los más primitivos de Europa.
Pedí a Trino que escribiera todo lo que ocurrió desde aquel momento. Me confesó que lo ya había hecho, pero que algunos de los acontecimientos que se sucedieron en los años siguientes no invitaban a contar sucesos amables, sino dificultades de toda índole. Por supuesto, aunque conozco algunos de esos sucesos, no seré yo quién los cuente, sino que su protagonista lo haga en algún momento. El los vivió en primera persona. Lo más importante de su relato es que Trino dio un primer impulso a un proyecto de enorme relevancia para la evolución humana y que sus actividades profesionales lejos del “ojo del huracán” de Atapuerca le han permitido ser feliz. A sus 69 años, y a 11 meses de la retirada profesional, se siente recompensado por un trabajo bien hecho.
José María Bermúdez de Castro
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