Verano de 2007. La campaña de excavación en los yacimientos de Atapuerca transcurría con normalidad sin novedades extraordinarias. Una llamada telefónica de mi colega la Dra. María Martinón me alertó de un posible hallazgo de gran importancia en el yacimiento de la Sima del Elefante. Habíamos abierto una zona relativamente pequeña de los niveles más antiguos de este yacimiento, con la idea de conocer su potencial. No olvidaré nunca esa llamada, cuando esperaba el turno para ponerme la vacuna antitetánica en un centro de salud de Burgos. Había aparecido un diente de aspecto extraño, que podía ser humano. De ser cierto, la antigüedad de la presencia de homininos en la sierra de Atapuerca habría retrocedido casi 400.000 años y estaríamos antes el fósil humano más antiguo de Europa.
Apenas noté el pinchazo de la vacuna. Estaba demasiado excitado por aquella llamada. Confiaba plenamente en el criterio de María Martinón, en la actualidad una de las mejores expertas del mundo en dentición de homininos. Pero tenía que verlo con mis propios ojos. Algunos compañeros del equipo no daban crédito ¿Y si se trataba de un diente de oso o de cualquier otra especie? No es sencillo distinguir algunas clases de dientes de los humanos del pasado, porque su morfología dista mucho de ser como la nuestra. Hay que ser experto para reconocerlos. Además, la posible antigüedad del diente superaba con creces el millón de años Demasiado bueno para ser cierto. Pero mi colega no se había equivocado. Habían encontrado un premolar inferior de aspecto muy primitivo y con mucho desgaste. El diagnóstico era complejo, pero sin duda aquel diente era de un hominino. La alegría se extendió por todo el equipo y creció la confianza en el criterio de María Martinón, que se había doctorado solo un año antes.
A decir verdad, en la excavación del nivel TE9 de la Sima del Elefante nadie esperaba encontrar restos humanos. Solo así se puede explicar la segunda llamada telefónica. Esta vez procedía de la Dra. Gloria Cuenca, que tiene la responsabilidad de dirigir las investigaciones de los vertebrados más pequeños de los yacimientos de Atapuerca. Ella y un nutrido grupo de colaboradores se encarga de lavar los sedimentos de las excavaciones y de recuperar los fósiles más pequeños, que pertenecieron a mamíferos, aves, anfibios, reptiles y peces del Pleistoceno. Lo que no esperaban es que entre los sedimentos del nivel TE9 apareciera un fragmento de mandíbula humana. Con este hallazgo confirmamos que ningún resto importante escapa a nuestro control, aunque sea en el último minuto del partido. Restamos importancia al hecho de que el fósil hubiera pasado inadvertido para algún excavador/a con poca experiencia. Lo realmente interesante es que aquella mandíbula no se había perdido. La etiqueta del saco de sedimento mostraba que procedía de la misma cuadrícula del diente. No tardamos en saber que el premolar encajaba bien en uno de los alveolos de la mandíbula.
En 2008, aquel hallazgo fue portada de la revista Nature. No era para menos, porque se había encontrado el fósil humano más antiguo de nuestro continente ¿A que especie pertenecía? En el artículo publicado en Nature propusimos de manera provisional su asignación a la especie Homo antecessor. Parecía una conclusión razonable, sabiendo que los dos yacimientos están a tiro de piedra. Sin embargo, cuando realizamos una investigación exhaustiva de la mandíbula y de los dientes llegamos a la conclusión de que no existían argumentos sólidos para mantener esta mandíbula en la especie Homo antecessor. Así lo publicamos en la revista Journal of Human Evolution y nos propusimos la tarea de localizar más restos en el nivel TE9.
Para conseguir este objetivo ampliamos la zona de excavación hasta los 100 metros cuadrados. Durante varios años extrajimos más de cinco toneladas de derrubios acumulados en la Trinchera del Ferrocarril. Un derroche impresionante de energía, que podría darnos las claves para entender el escenario evolutivo de Europa en una época prácticamente desconocida. Con desesperanza constatamos que buena parte del nivel TE9 en esa zona del yacimiento se había perdido durante la construcción del ferrocarril minero. El resultado de ese esfuerzo fue la localización de una falange humana (quizá del mismo individuo) y de algunas lascas de sílex. Un balance muy pobre para tanto esfuerzo. La parte visible del nivel TE9 ha llegado a su fin en la campaña de 2016 y el resultado sigue siendo negativo.
El nivel TE9 puede tener una extensión considerable. Pero la zona que aún resta por excavar se encuentra bajo una secuencia estratigráfica de 16 metros de sedimentos. Si se conserva algún resto más de ese individuo lo encontrarán los arqueólogos del futuro, quizá dentro de 100 años cuando se excave toda la extensión de la Sima del Elefante. Entretanto y a la espera de hallazgos de más entidad en otros yacimientos de Europa o de la propia sierra de Atapuerca, nos quedaremos con las dudas sobre la asignación taxonómica de esta mandíbula y de su posición en la filogenia humana. Por el momento hablamos de Homo sp. (especie indeterminada) o, si se prefiere en términos más coloquiales, de la especie X. Su llegada al continente europeo pudo ser muy anterior a la llegada de Homo antecessor. Quizá está relacionada con los euroasiáticos más antiguos (yacimiento de Dmanisi, 1,8 millones de años). La cara externa de la sínfisis recuerda a la de las mandíbulas de este yacimiento de la República de Georgia, pero la cara interna es completamente distinta. Estamos ante un verdadero “agujero negro” de la evolución y afecta al conocimiento de los primeros humanos que colonizaron Europa. El diente de leche encontrado en el yacimiento de Barranco León (Cuenca de Guadix Baza, aprox. 1,4 millones de años) es un aliciente para seguir buscando nuestros orígenes en la península Ibérica.
José María Bermúdez de Castro
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