Nuestra vida es tan corta que apenas percibimos cambios en nuestro medio natural. Todo parece inmutable, con patrones bien establecidos: el día y la noche, las estaciones del año, las especies que nos rodean, etc. Ni siquiera nos damos cuenta de que viajamos a bordo de la nave Tierra, que se mueve a una velocidad vertiginosa. En todo caso, estamos notando los efectos del calentamiento global por la influencia antrópica, en el que muchos no creen o les interesa creer. Pero nuestro planeta ha sufrido infinidad de cambios durante sus aproximadamente 4.570 millones de años de existencia. La inmensa mayoría de esos cambios habrían terminado con nuestra civilización. El origen del género Homo está íntimamente ligado al enfriamiento progresivo del planeta durante los últimos tres millones de años. La última gran expansión de nuestra especie desde su origen africano fue posible gracias a los cambios climáticos de los últimos 120.000 años de la historia de la Tierra. No se nos puede escapar que este período es una minucia en comparación con la larga historia del planeta. Si hacemos cuentas veremos que el origen y desarrollo de nuestra civilización solo representa el 0.0026% de la longevidad de la Tierra.
La semana pasada, la revista Nature nos presentó varias investigaciones impresionantes sobre determinados aspectos genéticos de esa relativamente breve historia de nuestra especie. Resulta prácticamente imposible asimilar tanta información, cuya complejidad metodológica y técnica queda solo para los expertos. De todas esas investigaciones quiero destacar en este blog el trabajo publicado por dos expertos en climatología y oceanografía, los profesores Axel Timmeramann y Tobias Friedrich de la Universidad de Hawaii. Para conocer el clima hay que saber mucho de astronomía, puesto que las oscilaciones climáticas mejor estudiados (las que corresponden a la historia de la genealogía humana) están determinadas por los movimientos de la Tierra en su relación con el sol y los demás planetas del sistema solar. El tema es muy complejo y no está resuelto, pero las consecuencias son siempre las mismas y tienen que ver con la cantidad de energía que recibe nuestro planeta de la estrella de la que depende. Así, durante las épocas glaciales el hemisferio norte recibió menos insolación, los veranos eran muy suaves y las capas de hielo terminaban por ocupar vastas regiones de América del Norte y Eurasia.
La distribución actual de las zonas desérticas, las regiones más verdes y frondosas, las sabanas, etc. es para nosotros como una foto fija, que cambia de manera imperceptible. Por ejemplo, el temible y grandioso desierto del Sahara, que se extiende hacia la península de Arabia, ha sido un verdadero vergel durante largos períodos de tiempo, desde que se originó hace unos tres millones de años. Podemos imaginar que las poblaciones humanas ocuparon este territorio cuando era fértil y casi lo abandonaron cuando las condiciones se tornaron imposibles para la vida.
La hipótesis del origen único de Homo sapiens en África y su posterior expansión por todo el planeta (Out of Africa) se propuso hace poco más de 30 años. El modelo inicial era muy sencillo, porque los datos eran escasos. Sin embargo, esta hipótesis ha promovido investigaciones en varios campos, que incluyen por supuesto a la genética pero también a la paleoclimatología o la paleogeografía. Timmermann y Friedrich han realizado un modelo matemático muy complejo con los datos que se conocen sobre las variaciones climáticas y su influencia en el paisaje, así como sobre las oscilaciones del nivel del mar durante los últimos 120.000 años. Ese modelo se ha contrastado con los datos arqueológicos y paleontológicos, para saber si es compatible con los hallazgos.
Por ejemplo, el estrecho de Bab el-Mandeb, que en la actualidad separa África de la península de Arabia y conecta el mar Rojo con el golfo de Adén, ha experimentado cambios drásticos durante los últimos 120.000 años. En este lugar la profundidad es de unos 26 metros y la mínima distancia entre los continentes apenas llega a los 4 kilómetros. Se sabe que hace entre 115.000 y unos 100.000 años y que hace entre 80.000 y 15.000 años el actual estrecho de Bab el-Mandeb fue una amplia franja de tierra seca, que unía el cuerno de África con la península de Arabia. Obviamente, el tránsito de las especies terrestres, incluida la nuestra, entre África y el suroeste de Asia pudo ocurrir con regularidad. Los hallazgos en la península de Arabia se ajustan perfectamente a esos datos.
Además, hay que tener presente los períodos en los que el desierto del Sahara y la península de Arabia tuvieron un clima mucho más húmedo. Con las estimaciones de su modelo, Timmermann y Friedrich sugieren que los grupos humanos de nuestra especie pudieron moverse entre África y el suroeste de Asia por amplios corredores en diferentes períodos de tiempo: 106.000-94.000; 89.000-73.000; 59.000-47.000 y 45.000-29.000 años.
Los grupos de Homo sapiens tenían dos posibilidades para expandirse fuera de África: el Corredor Levantino y Bab el-Mandeb. El primer paso ya estaba ocupado por los neandertales, que no permitieron el movimiento de las poblaciones de Homo sapiens hasta hace unos 45.000 años. Como el estudio sistemático de los yacimientos de la península de Arabia, la India o el sur de China se han realizado en tiempos recientes, es lógico que la hipótesis del “Out of Africa” asumiera hace 30 años que la colonización del planeta por nuestra especie había ocurrido hace tan solo unos 40.000 años.
Pero la información proporcionada por numerosos yacimientos de Eurasia ha crecido de manera constante. Recordemos la publicación de 2015 en la revista Nature, en la que participamos la Dra. María Martinón y quién escribe estas líneas, donde se describían 43 dientes de Homo sapiens asociados a un nivel de cueva (cueva de Fuyan, sur de China) cuya cronología mínima es de 80.000 años. Este y otros muchos datos sobre la presencia de Homo sapiens fuera de África, así como la posibilidad de hibridación entre los miembros de nuestra especie y los humanos residentes en los territorios que fuimos ocupando han matizado de manara notable la hipótesis del “Out of Africa”. Estamos en un punto crucial y apasionante de las investigaciones sobre la historia de nuestra especie. ¡Nos queda tanto por saber! El estudio de los yacimientos seguirá siendo fundamental para contrastar los modelos. Pero la arqueología y la paleoantropología cuentan con la alianza de ámbitos de la ciencia que crecen de manera exponencial.
José María Bermúdez de Castro
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